domingo, 8 de noviembre de 2020
«El agua del balde», por Luli DELGADO

Luli DELGADO, para SudAméricaHoy

Hace algunos años, el Director de Recursos Humanos de donde yo trabajaba dejó sobre la mesa una carpeta con los topes de negociación de la empresa con el sindicato.

Este olvido, del cual nunca se dudó que fue involuntario, costó mucho dinero y en consecuencia, una ronda de discusiones y ánimos exaltados que en su momento pareció eterna.

El Director de RRHH fue llamado por el Presidente de la empresa para comunicarle su despido inmediato.

Y aquí es donde viene la parte insólita de este caso.

Luego de oír la decisión, el Director respondió, palabras más, palabras menos: “Ah, yo lo siento mucho, pero de aquí no me voy. Me encanta mi trabajo, así que pienso quedarme”.

Costaba creer lo que estaba pasando. Lo estaban echando y él resolvía que no se iba!!!

Es que, a veces, el estado de negación nos juega malas pasadas. Algo así como si la novia abandonada en el altar alegara problemas de tráfico para justificar la ausencia de su prometido.

Ahora, en algo tenemos que coincidir: no es fácil que te digan “hasta aquí llegaste y no te queremos más”. A mí me pasó la primera vez que perdí mi empleo y recuerdo el latigazo de adrenalina que sentí cuando me enteré de la decisión.

Lo más importante es entender lo que está pasando y actuar en consecuencia, con una pataleta o con una actitud más honrosa, cada uno decide.

A veces nos toma por sorpresa y a veces ya se veía venir. Eso depende del grado de miopía de cada quien. Una vez una ex directora nos contaba amarga sobre su dimisión. Mi marido la oía atenta y al final le preguntó: “y tú, ¿no te diste cuenta de las señales de alarma que se fueron encendiendo?”.

Tenemos la mala costumbre de creernos únicos e insustituibles, y en la medida en que estemos más convencidos, más fría termina siendo el agua del balde.