sábado, 2 de mayo de 2020
«Venezuela: no, no es un delirio», por Luli DELGADO

Por Luli DELGADO, para SudAméricaHoy

Comienza la mañana y te vas a la ducha, pero no hay luz, y el agua sale de un color dudoso. Eso, cuando sale.

Ayer por la tarde se oyeron unos tiros en el vecindario. O fueron los ladrones o fue la policía, pero la diferencia no es mucha. Eso sí, nada de salir a averiguar, no vaya a haber una última bala perdida que te toque.

Internet muy intermitente. Ni esperanza de abrir un vídeo, si acaso un mensaje corto. El móvil, otro péndulo. Va y viene.

En la cocina, un poco de arroz y una lata de sardinas. Hoy habrá almuerzo, pero mañana volvemos a ver, porque al gobierno le dio por regular los precios, y eso y el acaparamiento acaban por ser sinónimos.

Pero igual no se puede comprar mucho. Entre que la moneda está dolarizada y que no hay garantía de preservar la comida, es muy poco lo que se puede hacer.

Tampoco hay gasolina. Hasta hace poco, ni siquiera la pagabas. Le dabas un kilo de algo al del puesto de servicio y con eso quedaba saldada la cuenta. Pero resulta que se acabó, las colas para conseguir pueden ser de días, y aunque sobornes a un guardia y te metan en otra cola, no hay garantía de que se consiga.

Los hospitales están abarrotados y sin las más mínimas condiciones de salud. La falta de agua, luz y medicinas ya no vale la pena ni comentarla, porque era así hace meses, años, y seguirá siendo así por meses, acaso por años.

Te enteras que el mundo entero está en cuarentena, pero para ti no es noticia fresca, porque hace mucho que no sales de tu casa, y si sales, con la caída del sol, te vuelves a encuevar.

Antes había un contenedor para la basura, pero se lo robaron. Ahora se amontona en una suerte de montaña pestilente hasta que pasa un camión y la recoge. Entre las ratas y la gente que busca comida, es una reguera espantosa.

No estamos hablando de un delirio, ni de ocurrencias de un pesimista consumado. Estamos hablando de Venezuela, un país que en una amalgama de desespero y resignación, rabia, tristeza, cansancio, ha aprendido a sobrevivir como mejor puede.

Así que mejor no te quejes porque el delivery se tarda días, o porque te fastidia quedarte en casa. O, si te quejas, por favor no me lo cuentes…