sábado, 10 de febrero de 2018
María Marte, sabores de otro mundo


Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy

La conocen como «la cocinera feliz». Su entusiasmo, sacrificio y tenacidad, la llevaron a poder colgarse, en la solapa de los éxitos gastronómicos, dos estrellas Michelin. Empezó fregando pisos y lavando platos, en un restaurante de Madrid, el Club Allard. Allí, casualidades del destino, faltó un cocinero y a ella, que se había colado en los fogones, en un ejercicio de pluriempleo voluntario y sin cobrar un centavo después de hacer la limpieza, le encargaron hacer una menestra. El cliente pidió felicitar a la autora de aquel viejo plato con sabores de otro mundo. Sería el principio sin fin de su carrera al Olimpo de la gastronomía.

María pasó de agarrar la fregona a sujetar, con firmeza, las riendas de la cocina con quince colegas bajo sus órdenes. Se entregó en alma y cuerpo al paladar de los clientes . En el camino dejó en un segundo plano a su familia. Los reproches le llegaron de sus hijos adolescentes. Los suyos propios (los más duros) se hicieron intenso dolor el día  que la nena fue a verla con medio rostro paralizado. Esperó a terminar sus tareas para llevarla al médico y el doctor lamentó que no lo hiciera de inmediato.

Su hija se recupera bien pero María todavía sufre al recordar aquel episodio. Entró en un profundo proceso de reflexión y decidió volver a empezar. Se despidió (a medias) del Club que logró poner en la cima, hizo las maletas, juntó a sus hijos y se metió de lleno en un proyecto solidario, una escuela de cocina, la futura «Escuela Serranía de la República Dominicana». Allí formará como cocineras a jóvenes mujeres sin recursos. De paso, dará a conocer -y a probar- aquellas plantas comestibles de Dominicana que saben y sirven para todo.

María Marte tiene ahorros pero necesitará apoyo (económico y del otro) para hacer las cosas a su manera que es lo mismo que decir, hacerlas bien o mejor que bien. Seguro que lo logra.