viernes, 13 de enero de 2017
Guerra y paz en Siria


Por Verónica ORMACHEA

Si el presidente de Siria Bashar al Asad hubiese abandonado el poder como aquellos mandatarios de los países que protagonizaron la Primavera Árabe, su país no estaría en guerra. No hay nada más peligroso que eternizarse en el poder.
Asad tomó el poder el año 2.000. Su administración siguió a la de su padre que fue mandatario durante 29 años. Fue una dinastía familiar autoritaria y corrupta.
La Primavera Árabe comenzó en Túnez el 2010 cuando sus ciudadanos salieron a las calles de forma pacífica a pedir democracia y derechos civiles.
Aquello creó un efecto dominó en Egipto, Libia, Yemen, Argelia y Jordania que después de las protestas, de una u otra forma sus mandatarios dejaron o fueron obligados a abandonar la presidencia. Eran gobiernos dictatoriales que se adueñaron del poder durante décadas. Todos se alejaron del sus cargos excepto Asad, que por su ambición extrema, ha provocado una guerra en su país sin precedentes.
El año 2011 los sirios de la oposición protestaron de forma pacífica para que Asad llame a elecciones y él respondió con armas provocando una guerra civil.
Él, en gran parte, es responsable de la guerra donde han muerto cerca de 470.000 personas, país del que han tenido que huir y refugiarse 11 millones de ciudadanos.
El 10% ha buscado asilo en Europa. Se lanzaron al mar en botes precarios y sobrecargados donde familias enteras murieron ahogadas. Ha sido el éxodo de emigrantes más grande desde la Segunda Guerra. Ha puesto en aprietos a países de la Unión Europea que no les agradaba recibirlos principalmente por que desconocían sus antecedentes.
Actualmente el gobierno sirio es apoyado por Rusia y e Irán. En tanto la oposición, por el ejército kurdo (apoyado por EEUU), Arabia Saudita, Jordania y Qatar.
En medio de la guerra y el caos, el grupo terrorista Estado Islámico (EI), apoyado por grupos yihadistas e islamitas fundamentalistas, aprovechó de ocupar ciudades y sentar sus bases desarrollando una guerra dentro de otra. Ante esto, EEUU, el Reino Unido y Francia, en represalia por los ataques terroristas en sus países, los invadieron evitando tocar al gobierno sirio.
En ciudades como Alepo se vive una tragedia humana sin precedentes donde no ha podido llegar la ayuda humanitaria.
El Washington Post publicó que lo que ocurre en Alepo es una “mini guerra mundial”, lo cual es cierto.
La situación es tan compleja que se la puede resumir en enfrentamientos entre fuerzas de la zona, de la región e internacionales.
El gobierno sirio y la oposición han convenido un cese de fuego para dialogar y llegar a un acuerdo de paz, con los buenos oficios de Rusia y Turquía. La tregua, sin embargo, no se aplicará para los territorios controlados por el EI. Putin ha dicho que seguirá apoyando al gobierno sirio y luchará contra el terrorismo.
Se espera que las conversaciones de paz tomen un curso positivo y las partes cumplan con los acuerdos establecidos. Y, entretanto, llegue la ayuda humanitaria y médica.
Asad debe renunciar, se debe organizar un gobierno de transición que llame a elecciones, se convoque a los sirios desplazados y reconstruya el país que está deshecho.
El peligro más grande es que el EI sique asentado en Siria e Irak matando por doquier.
Es probable que Trump tome acciones.