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Discurso de Gabriel Boric
São Paulo. Por Verónica GOYZUETA, para SudAméricaHoy
Así como en las películas que culpan al mayordomo por el principal crimen de la historia, en la política brasileña el principal sospechoso se ha vuelto el tesorero. En tres décadas de democracia, ya son tres los tesoreros de partido responsables por desvíos que han desestabilizado presidentes. El más nuevo preso de esa lista es João Vaccari Neto, ahora ex tesorero del Partido de los Trabajadores (PT), acusado de desviar fondos en negro que habrían sido usados en las millonarias campañas publicitarias de la presidenta Dilma Rousseff.
Antes de Vaccari fueron presos Delubio Soares, ex tesorero del PT y administrador de la campaña de Luiz Inácio Lula da Silva, y Paulo César Farias, ya fallecido, y responsable por la recaudación que llevó a la renuncia del ahora senador Fernando Collor de Mello, en 1992. La recaudación de los partidos brasileños y la necesidad de fondos para sus campañas de marketing han sido un problema clave en la política nacional.
La Corte Suprema analiza actualmente un nuevo modelo que suspendería las donaciones de empresas, como una alternativa para combatir esos desvíos. La decisión depende de Gilmar Mendes, uno de los jueces más antiguos de la Corte, que pidió la revisión del proceso, estancado hasta que él decida devolverlo al plenario.
Brasil por otro lado, se ha vuelto la tierra de los “marqueteros” políticos, magos que eligen presidentes dentro y fuera del país, hombres que dan opiniones, entrevistas y que se han vuelto sumidades disputadas a precio de oro a cada elección. “Jamás podríamos tener a los profesionales de marketing político opinando. Es como si los publicitarios hicieran carros”, explica Emmanuel Publio Dias, vicepresidente institucional de la Escuela Superior de Propaganda y Marketing (ESPM) y especialista en marketing político.
Pero a pesar de grandes, las campañas brasileñas son menores que las estadounidenses donde la candidata demócrata Hillary Clinton, por ejemplo, prevé gastar unos 2,5 mil millones de dólares, mil millones más que la suma de lo que todos los políticos de 28 partidos brasileños gastaron en las elecciones del año pasado. “Las recaudaciones en Brasil tienen que ver con el tamaño del país, pero son valores de propaganda incompatibles en comparación con la elección americana. Si un candidato de aquí declarase un valor como el de Hillary Clinton, sería un escándalo”, compara Publio Dias.
De cualquier manera, los gastos de la elección brasileña vienen creciendo. Datos de la ONG Transparencia Brasil confirman que los partidos gastaron cinco veces más en 2014 que en la primera elección de Luiz Inácio Lula da Silva, en 2002.
Para el especialista, el problema del sistema brasileño no son los gastos sino la corrupción que desvía ese dinero, además del uso de la publicidad para hacer promesas que luego no se cumplen, frustando a los electores. «Pasamos las últimas décadas destruyendo el sistema político de representación”, analiza. “Tenemos que rehacerlo”, dice Publio Dias, que espera que eso ocurra con un pacto nacional liderado por los principales partidos del país. «Veo con gran esperanza que todo el esquema politico de fondos en negro está siendo puesto detrás de las rejas”, comenta.
Las cuentas de la última elección, aprobada por el tribunal electoral, informan que el PT es el partido que más gastó, con cerca de 366 millones de dólares, seguido de cerca por el oposicionista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), con 339 millones de dólares. “La herramienta del marketing no es mala, pero tiene que ser usada con responsabilidad”, recomienda Dias.