sábado, 21 de enero de 2017
«Wait and see»


Por Carmen DE CARLOS

Con él llegó el escándalo y difícil será que no se mantenga durante los próximos cuatros años. Ese es el tiempo que Estados Unidos y el mundo deben tolerar al presidente, Donald Trump, en la Casa Blanca.

Los votantes que perdieron la elección no se resignan a sumir su derrota. Esta vez, en el día de la investidura, se lanzaron a las calles para hacer del vandalismo su bandera a favor de la democracia. Lo peor de Trump son ellos. La conducta despótica del flamante presidente, sumada a sus conocidas declaraciones hirientes a las minorías, sus groserías, desplantes y su amenaza de pasar por el legado de sus antecesores como Atila ha desatado el nacimiento de una minoría inconformista que empezó a hablar con la violencia en las calles. Ser demócrata, en el sentido hispano del término, es fácil cuando tu candidato gana, el desafío llega cuando pierde.

A Trump le boicotearon su fiesta la noche de su victoria electoral y repitieron escena con su investidura. No hace falta ser demasiado sagaz para apreciar en la personalidad del magnate una formidable capacidad de archivar y no olvidar ofensas para replicar «as soon as posible». Su discurso de inauguración de Presidencia no fue el de un Presidente con voluntad de unificar a los Estados Unidos. Sus palabras y la coletilla reiterada de “!First America!” más la acusación implícita a Barak Obama y a sus antecesores de haber estafado al pueblo, alteraron más los ánimos de por sí caldeados de los votantes.

Rodeado de su familia Trump firmó las designaciones de su equipo y el decreto que significa el principio del fin del “Obama Care”. Una pluma diferente por documento como regalo para los agraciados. Quizás, en sus primeras palabras y en su primera medida, como si fuera urgente meter la tijera a los derechos de salud, se explique algo de ese modo de hacer las cosas on «My way».

Trump demostró conocer a los americanos -aunque tuviera menos votos que Hillary Clinton-, entiende su descontento y lo supo aprovechar. Algo de eso recuerda a los Podemos de España, a la gente del Brexit de Gran Bretaña, a los nacionalismos franceses y austriacos y al resto de esos movimientos emergentes que sacuden el tablero de la política tradicional sin reparar en nada.

Con los hechos consumados,  el verdadero desafío del presidente de Estados Unidos es demostrar que sabe gobernar y que lo hará con ecuanimidad y sensibilidad social, atributos que, de momento, no parecen ser suyos. El del resto de las instituciones y el pueblo, es no perderlo de vista pero con serenidad y calma… Wait and see, que dicen en su tierra.