domingo, 14 de diciembre de 2014
Dictadura brasileña, la hora de la verdad

Dilma Rousseff

sudamericahoy-columnistas-veronica-goyzueta-bioSão Paulo. Por Verónica GOYZUETA

Dilma Rousseff no quería recibir el informe de la Comisión de la Verdad (CNV) frente a las cámaras y en una ceremonia en la que hubiera mucha gente. Contra el deseo de su equipo pidió para recibir el documento en una reunión a puertas cerradas, porque sabía que no aguantaría pasar por ese momento sin desmoronarse.

Entre los familiares de los muertos y desaparecidos corrió la voz de que los militares de reserva habían presionado al Gobierno para que no hubiera ceremonia. Rousseff entonces cambió de idea y las invitaciones se hicieron a último minuto, a las 5 de la tarde de la víspera. Con el auditorio lleno Dilma Rousseff entró con los ojos hinchados, ya había comenzado a llorar antes de vivir otro momento histórico de su trayectoria.

La presidenta comenzó a leer su discurso sin escaparse de las líneas, como suele hacer, y no pudo más. Lloró frente a todos, tal como quería evitar desde el principio. Esa es la interpretación de José Luis Del Roio, miembro del comité paulista de la CNV y uno de los autores del informe de más de 2 mil páginas

“Entrevistamos cientos y cientos de torturados. Gente fortísima. Ninguno de ellos contaba su historia sin emocionarse. Sabíamos que Dilma no aguantaba esa ceremonia sin llorar”, cuenta Del Roio a SAH, explicando que las peores torturas fueron contra mujeres. “La dictadura brasileña fue especialmente machista y salvaje con las mujeres”, afirma el periodista que tuvo a su mujer desaparecida durante la dictadura (1964-85).

En su testimonio sobre las torturas que sufrió, Rousseff describe un diente arrancado a la fuerza, golpes, hemorragias y descargas eléctricas. “Mi arcada dental giró hacia un lado, causándome problemas hasta hoy, problemas en el hueso del apoyo del diente”, dijo en una declaración que salió a la luz hace dos años.

La emoción sincera de Rousseff vista por todos la semana pasada, acabó dándole a la ceremonia la repercusión mundial que merecía, en el momento en que algunos jueces de la Corte Suprema ceden a las presiones de militares retirados para mantener el acuerdo de amnistía, que los protege de ser juzgados, y cuando grupos conservadores hablan de revanchismo y cobran la prisión de los ex guerrilleros. “Nosotros ya fuimos perseguidos, presos y condenados”, dice Del Roio sobre el argumento débil de los que quieren encubrir un crimen de lesa humanidad, que no prescribe.  

“Fue muy difícil conseguir una Comisión de la Verdad en Brasil. Nos demoramos 40 años”, dice Antonio Carlos Fon, otro miembro del comité, que también fue preso y torturado. «Los resultados de la comisión fueron más allá de lo que esperábamos. La bola está en el otro lado del campo, en el del poder judicial”, dice Fon, que cree que la presión de las Naciones Unidas y de organismos internacionales de derechos humanos serán fundamentales para avanzar. 

Del Roio y Fon cuentan que hay más de 24 millones de páginas de informes de la dictadura que están disponibles en el Archivo Nacional, en Brasilia, y que será necesario un gran esfuerzo, voluntad política y una inversión financiera del Gobierno para que parte de esas informaciones puedan conocerse.

El informe de la CNV trae apenas una parte de las informaciones, como la lista de más de 300 agentes, varios de ellos convertidos en nombres calles y escuelas. «Todos los jefes de Estado militares son criminales y tenemos que enseñar eso en las escuelas”, dice Del Roio.

Los datos sobre muertos y desaparecidos también son incompletos. Según Del Roio, es imposible calcular cuantas personas murieron en esa época, porque al contrario de otros países, Brasil es gigantesco y tenía buena parte de su población indocumentada en esa época. El investigador cuenta que buena parte del informe se basó sólo en datos de la ciudad de São Paulo (ni siquiera del Estado) donde se cuentan más de 400 muertos y desaparecidos, pero que cuando se avanza por otros estados se descubren genocidios indígenas y torturas a militares. “Había hasta un navío prisión en la Amazonia del que nunca habíamos oído hablar”

Según informaciones preliminares del informe, más de 8 mil indios murieron al mando de hacendados que les tomaron las tierras, y más de 7 mil militares que se oponían al régimen, un 10% de las Fuerzas Armadas en esa época, fueron torturados. 

«La vida de mis compañeros nadie nos la devuelve, pero es necesario evitar que estas cosas sigan ocurriendo”, dice Fon que, como Rousseff, se emociona a cada instante cuando habla de este asunto. Fon y Del Roio saben que la violencia del estado brasileño, que hoy castiga a los pobres de la periferia, no acabará mientras no se revele por completo la verdad. “La dictadura brasileña fue peor de lo que todos imaginan”, dice Del Roio. “Vamos a tratar de que eso no se olvide. La hora es ahora”, dice Fon.