martes, 30 de mayo de 2017
Manuel Antonio Noriega, el último dictador


Por  Ignacio PERALES, para SudAméricaHoy
“Es un hijo de puta pero es nuestro hijo de puta”. La frase se la atribuyen a Franklin Roosevelt sobre Somoza pero también a James Carter para describir el monstruo en el que se había convertido Manuel Antonio Noriega, el ex dictador de Panamá que abandonó este mundo después de haber sido el intérprete de Estados Unidos en Centroamérica y preso durante 20 años en cárceles estadounidense y francesa.
Las acusaciones originales que llevaron a la cárcel a “Cara de piña” como se conocía popularmente a Noriega, por las marcas que le dejó la viruela en el rostro, fueron de narcotráfico y blanqueo. Pero sus delitos fueron, ademas de esos, otros como el de torturas, desapariciones y asesinatos durante su régimen militar (1983 y 1989).

El amigo americano (del norte) no pudo controlar sus impulsos, abuso de poder y atropello sistemático a los derechos de los panameños. Noriega, el ex espionaje convertido en dictador,  le dio la espalda a la primera potencia del mundo y eligió como nuevos socios a Pablo Escobar y al régimen de Fidel Castro. Finalmente, Estados Unidos con George Bush en la Presidencia, resolvió el problema por el camino más corto, la invasión de Panamá.
El pasado 7 de marzo le extirparon a Noriega un tumor cerebral benigno en el hospital Santo Tomas de Ciudad de Panamá, el más grande del país. A partir de ese día todo fueron complicaciones del postoperatorio acompañadas de rumores sobre su fallecimiento. Tenía 83 años, en 1992 conoció los barrotes de prisión y no se separó  de ellos hasta su muerte. Cumplió penas en Estados Unidos y Francia hasta que fue extraditado a su país, a la cárcel «El Renacer». Apenas el último año le permitieron el arresto domiciliario por razones de edad y salud. Tuvo tiempo para “pedir perdón” y mientras cumplía con la justicia, lo hizo.