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Discurso de Gabriel Boric
San Andrés (Colombia). Por Gonzalo DOMÍNGUEZ LOEDA/Efe/SAH
El archipiélago colombiano de San Andrés, un paradisiaco remanso de paz en el Caribe, enfrenta la delincuencia surgida desde que los narcotraficantes pusieron sus ojos en este territorio, un fenómeno que las autoridades están decididas a combatir.
La isla de San Andrés, de 27 kilómetros cuadrados, unos 60.000 habitantes y centro del archipiélago homónimo, está a 700 kilómetros de la costa colombiana, y por su posición se convirtió en ruta de transporte de drogas hacia Centroamérica.
La última voz de alarma se disparó después de que un turista argentino fuera herido al defender a su novia embarazada en un atraco callejero. Lo nunca visto en una isla con decenas de miles de visitantes que llegan cada año del resto del país y del exterior para disfrutar de las playas de arena blanca y de su «mar de siete colores».
La gobernadora del departamento de San Andrés y Providencia, Aury Guerrero Bowie,declaró que este caso generó «una sensación de alerta» porque la isla nunca había tenido «una herida tan delicada», si bien consideró que la situación se sobredimensionó porque este territorio es «uno de los lugares más seguros que tiene Colombia».
Guerrero también reconoció que desde 2009 ha habido «un incremento de las conductas delictivas», que, sin embargo, ahora están disminuyendo.
El incremento se debió a la llegada de personas vinculadas al narcotráfico que utilizan la isla para transportar drogas hasta otras partes del Caribe y de Centroamérica.
Como consecuencia, apareció «el flagelo del sicariato» y cuando las autoridades empezaron a retomar el control de la situación, los chicos dedicados a este negocio empezaron a involucrarse en «casos de delincuencia común», añadió la gobernadora.
«La percepción de que San Andrés es segura debería ser una realidad, es un territorio en el que no deberían quedar impunes estos casos», agrega.
Según Guerrero, entre los isleños existía una «sensación de no confianza en los esquemas de autoridad», lo que se expresaba en reticencias a la hora de denunciar casos delictivos ante la policía.
Para resolver la situación, las autoridades han involucrado en la solución a las comunidades de la isla, con las que se reúnen casi a diario, y la Policía se presenta personalmente en los barrios para que los vecinos les conozcan y por tanto se genere una relación más estrecha.
El teniente coronel Luis Carlos Aldana, responsable de la policía en San Andrés, afirmó que en estas reuniones los ciudadanos tienen la oportunidad de exponer sus necesidades de las cuales toman «atenta nota».
De este modo apuntalan la confianza entre la comunidad y los agentes mediante un trato que Aldana considera «más cercano y respetuoso y que entiende de forma diferencial las problemáticas y fenómenos» de los habitantes del territorio.
Otra de las políticas impulsadas por el cuerpo de Policía ha sido conseguir que isleños entren en sus filas para poder «comunicar y transmitir en sus dialectos y sus lenguajes», ya que en San Andrés una parte de la comunidad habla inglés y creole.
La incorporación de policías nativos ha generado una mayor cercanía con los habitantes del archipiélago que en ocasiones veían a los uniformados como invasores llegados de la Colombia continental.
Su presencia también facilita la patrulla en las zonas más complicadas, como la comuna de El Cliff, donde un habitante, Evertin Vega, explicó que la situación de seguridad ha mejorado mucho porque «ya no hay pandillas ni peleas» entre vecinos de diferentes barriadas.
La opinión general de los vecinos y la percepción del visitante es que a pesar de los recientes incidentes violentos, en la isla, reina la paz. El año pasado se registraron 20 homicidios porque, como apunta Edgar Pérez, otro morador de El Cliff, existen jóvenes que se dedican a «robar por deporte».
«Roban por hacerse un nombre, por demostrar que son los más duros», concluyó.