sábado, 14 de marzo de 2020
«Pedro Sánchez, el principio del fin», por Carmen DE CARLOS

Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy

Mientras Latinoamérica, cada cuál a su modo, intenta protegerse contra el coronavirus, España sigue su escalada para ocupar el primer puesto de contagios –y quizás de muertes- en Europa. La gestión del Gobierno de Pedro Sánchez, de una pandemia de la que estaba avisado, podría o debería, suponer el principio del fin de un presidente en el que pesó más el interés particular y partidista que el bien común de una sociedad que, ahora, está enferma y cuenta los cadáveres por decenas.

Sánchez cerró los ojos a una realidad que ya era dramática y tapó, bajo la alfombra del silencio cómplice, los números que advertían del crecimiento exponencial de contagios y víctimas mortales desde enero . La manifestación del 8 de marzo, por el día de la mujer, fue activada y sostenida, hasta el último minuto, por un Ejecutivo que cargará en la historia, sobre sus espaldas, con las consecuencias de ese domingo negro.

La irresponsabilidad, al insistir con la concentración que reunió a unas cien mil personas en Madrid (y otras tantas desperdigadas por el resto de ciudades de España), no tiene excusa porque el Gobierno sabía lo que había. También estaba avisado  VOX, el tercer partido del Congreso (52 diputados) que no renunció a celebrar su fiesta de la derecha popular, de la que salió infectado su líder, Santiago Abascal, presumiblemente contagiado por Javier Ortega Smith, su lugarteniente, un hombre que llegó al escenario moqueando y repartiendo abrazos como si tal cosa. La diferencia entre el primero y el último es que el Gobierno, socialista, tenía en su mano haber suspendido ambos actos y no lo hizo.

La pareja del vicepresidente Pablo Iglesias y ministra de Igualdad de Podemos, Irene Montero, permanece confinada en su gran chalet de Galapagar (periferia de Madrid) con sus tres hijos pequeños, sus perros en los jardines, el servicio doméstico y la custodia oficial en la puerta. En primera línea de aquel totum revolutum del 8-M, sus besos y abrazos le pasaron la factura que pudo evitar. El resto de las infectadas e infectados, no gozan ni gozarán de un blindaje doméstico tan “saludable” como el suyo.

En busca de remedios  o paliativos, con un sistema que no da abasto, Pedro Sánchez decretó el sábado el estado de alarma, algo parecido al de sitio pero menos traumático (hasta las peluquerías siguen abiertas). A la reunión de Gabinete acudió Iglesias, sin mascarilla ni bozal porque la cuarentena parece que es para los demás. Luego se supo que Begoña Gómez, la mujer de Sánchez que daba saltitos en la manifestación del 8-M, también se contagió con el coronavirus, así que su marido, tampoco respetó la cuarentena.

A Pedro Sánchez le traiciona el cálculo y la falta de escrúpulos. Le pasa siempre pero nunca antes tuvo un desenlace tan dramático y eso que la historia, la del Covi 19 en España, no ha hecho más que empezar.

El presidente, que no merece serlo, garantizó que haría lo que tuviera qué hacer para frenar la «pandemia global» (sic). Lástima que no lo hiciera antes.

Declaración de la OMS de hace un mes