viernes, 14 de febrero de 2014
Amia, sal en la herida

marta-nercellas11Por Marta NERCELLAS, para SudAméricaHoy (SAH)

Se puede opinar fundadamente a favor o en contra de la devaluación. Devaluación así, a secas. Pero si de lo que pretendemos hablar es de la devaluación institucional, simbólica, de la devaluación adjetivada, sólo es posible la mirada crítica. AMIA  no es sólo la sigla de una mutual de la colectividad judía. AMIA es, -para cualquiera que haya escuchado el estruendo que estremeció al barrio de Once-,  cuerpos desgarrados, familias destruidas, ilusiones aniquiladas, horror, dolor, llanto, frustración…

Pero quiso la absurda (al ocultarse las verdaderas razones sólo podemos verlo como una sin razón) decisión del gobierno argentino pactando con el agresor, agregarle sal a la herida abierta. Hace poco más de un año supimos, al certificarse la verdad de la noticia periodística enfáticamente negada hasta entonces por la Presidente y su Canciller, que Argentina había pactado entregar la investigación judicial al examen y capricho de los principales imputados. Que no sólo se renunciaba a la jurisdicción, sino que se sometía al arbitrio de los sospechosos la investigación realizada. Con sus más y con sus menos. Actividad no exenta de errores pero que fue trabajosamente uniendo las perlas escondidas entre los escombros, hasta lograr enhebrar un collar que señalaba con su dedo acusador a Irán.

Sesiones extraordinarias. Desvelos en el Congreso. Obediencia debida. La orden era aprobar lo que constituía una vergüenza Nacional. Pero la orden fue cumplida. Escasa militancia de quienes entendíamos que era una aberración. Promesas de avanzar en la Instrucción. De conocer por boca de los propios imputados qué había ocurrido. Promesas que agredían la moral social y las convicciones de quienes clamaban por Justicia. Promesas falsas e inconsistentes. Promesas que se desgranaron a los ojos de los pocos que pudieron creer en ellas.

Pasó un año y sólo recibimos como contrapartida a tanto deshonor, más desplante del agresor. Nuestro apuro para disimular el oprobio, tuvo como contrapartida el desprecio y la ignorancia de aquellos  a quienes les ofrecíamos semejante “obsequio”. Pero no alcanzó. Seguimos suplicando atención. Hicimos el ridículo rogando que al menos nos contesten. Parece que ni siquiera importa lo que digan . Le recordamos  que los estamos esperando.

El ¿Canciller? afirma que «el Gobierno trabaja para definir lo antes posible el viaje del Juez Canicoba Corral a la República Islámica de Irán»  ¿Alguien puede avisarle que el Magistrado carece de jurisdicción ( y de Fueros) en Irán? ¿Estará proponiéndole un viaje turístico? ¿Para que se supone que iría? ¿Se habrá enterado que no hay Tratado, que Irán se negó a perfeccionarlo? Qué la prepotencia para que se apruebe sirvió para lo interno pero los Ayatolás no  parecen asustados ante su porfía.  Afirma que por lo dispuesto en la Constitución Nacional, “No se puede juzgar en ausencia a un sospechoso de haber cometido un delito”. La Constitución no habla sobre el tema,  son las leyes de procedimiento las que se refieren a él. Pero esto no nos asombra ya que con su actuación ha demostrado que las jerarquías de las normas no es un tema que le preocupe.

Trató de equiparar como si fuera igual, las  conversaciones de otros Países con Irán para intentar evitar males futuros  con el “Pacto” que firmó con ellos para aliviarles la mochila por las muertes ya ejecutadas. Como acreedor desolado ante el deudor que lo deja en situación de impotencia, dice”Tengo un pagaré firmado”, creyendo que marca alguna diferencia con el inservible papel. Ese “pagaré” sólo aumenta la humillación sin disminuir la deuda de Justicia.

No entendimos hace un año para qué se iba a viajar a  Teherán. No sólo era voluntaria la comparecencia de los sospechosos sino que sus declaraciones no se harían – conforme se “confiesa” en el propio Pacto- conforme las exigencias formales que nuestras leyes exigen para que resulten válidas. Además de carentes de legitimidad , aún si confesaban y nos contaban cómo decidieron matar y cómo ejecutaron esa  resolución, sólo podíamos agradecerles la sinceridad. El Juez argentino no podía obligarlos a estar a derecho, los saludaría y partiría a la Argentina con el escrito cincelado  con sangre pero sin atisbo de Justicia.

Nada entendimos entonces pero menos entendemos ahora. Quedó claro que además de agredirnos decidieron usarnos para sus fines. Nunca pensaron ayudar, porque en ese caso empezarían por decirnos quienes son los titulares de los teléfonos de ese País a los  que llamaron, poco antes y poco después del atentado, los agresores.

VEINTE AÑOS.  Hoy las lágrimas son más amargas porque a la muerte no sólo le han seguido los errores, la inexperiencia, la mala fe y la falsedad. Ahora también entregamos la dignidad.