lunes, 25 de junio de 2018
«Argentina se mira en el espejo de su selección de fútbol», por Marta NERCELLAS


Por Marta NERCELLAS, para SudAméricahoy

Otra vez Argentina (porque muchos creemos que los que le pasa a la selección de fútbol en Rusia le pasa a la Argentina) dependió de la ayuda externa. La oportunidad no estaba en los pies de nuestros jugadores, en la formación, en la táctica ni en las charlas técnicas. Nuestra suerte dependía de Nigeria, tenía que ganar ante Islandia. Pero sin acostumbrarse al triunfo, porque ahora deben perder cuando enfrente a Argentina.
El piquetero Luis D´Elia tuitea, con la certeza de los necios, dijo que la derrota de nuestra selección es porque Israel y la Mossad están operando fuerte contra Lionel Messi, hurgando en su vida, buscando contradicciones para destrozarlo y publicarlas, ya que manejan los medios mundiales de comunicación. Ese enojo ni siquiera lo adjudica a su presunta responsabilidad por haber incumplido el compromiso asumido para jugar el último amistoso antes del mundial a Israel, sino a que “no le van a perdonar su solidaridad con Palestina”. No es Messi que no corre a buscar el balón y camina la cancha abstraído, es la Mossad que lo marca sin respiro para que no pueda llegar a la pelota.

Fernando Esteche y Luis D´Elía, ambos procesados en el caso Nisman

Un jugador en shock, aturdido, casi ausente, según lo describen a Messi, guarda silencio. El resto contiene la respiración para no abrumarlo. Cualesquiera sean las razones y por muy justificadas que resulten, está trabajando, porque para nosotros es deporte, pero para él es trabajo. Somos humanos y nos pasan muchas cosas y podemos comprender los altibajos pero, cuando uno realiza su tarea, el área de los sentimientos no puede ser tan extensa ni tan intensa como para arrastrar al equipo a la debacle
La selección tiene tantos directores técnicos como habitantes tiene el país. Todos indican sin dudar quienes deben ser los que ingresen a la cancha, qué lugar debe ocupar cada uno y adjudica a diferentes causas las razones del fracaso. Ninguno sin embargo mira la larga agonía del futbol ni el rol desdibujado de los últimos directores técnicos. Ni la frustrada renovación de la AFA y la incomprensible amenaza de la FIFA de desafiliarla.

Hugo Moyano, Chiqui Tapia y Angellici. Tres eran tres…

La palabra más escuchada y vitoreada es la de quien se vanagloria de haber entrado la pelota con la mano. ¿Cómo puede pedirse que tenga escrúpulos quien está procurando una victoria argentina? Sufrió el bochorno de no superar en un mundial el examen de doping y de imponer sus caprichos (como ahora lo hace Messi) agraviando a quienes debían imponer su autoridad. Los DT deben complacer a las estrellas. Muchos compararon su pasión mirando el partido en el que la selección perdió frente a Croacia, con la apatía de quienes estaban en la cancha vencidos antes de la derrota. Esa pasión borra todas las tristes imágenes que asociamos a quien nos dio muchas alegrías en las canchas y muchas tristezas fuera de ellas.

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Por un gol (si es el que hace la diferencia entre ganar o perder) podemos olvidar la crisis cambiaria y las penurias económicas. El obelisco que rodean los huelguistas que no están de acuerdo con las políticas actuales, se llenará de banderas y cánticos si ese gol nos pasa a las semifinales y, probablemente, muchos actores serán exactamente los mismos.
Cuando de goles se trata, el penal que se perdió de convertir Messi parece más importante que la triste imagen del Director Técnico de nuestro equipo diciéndole “cagón” a un croata en el partido, que éstos nos ganaron por goleada. El agravio innecesario, símbolo de la impotencia que se demostraba en la cancha, es un “error” más de nuestra dirigencia que, ante la derrota, pasó desapercibido
A los malos resultados se unen los videos, los rumores, las actitudes anti deportivas no sólo de la hinchada. “Chiqui” Tapia creyó que contribuía a la paz mundial cuando incumplía su compromiso de jugar un partido por el que, por añadidura, se había cobrado. Sampaoli seguramente sintió que su agravio empataba la humillación a la que nos sometían en la cancha.


La hinchada hizo un esfuerzo para estar a la altura de nuestros dirigentes. Nuestras barras bravas de exportación supieron burlarse de una niña rusa, romperle la costilla a un hincha croata y lograr que en algo seamos los primeros: somos el País que más deportados por mala conducta.
Es cierto que tenemos una asociación del fútbol argentino dirigida por impresentables, en la que la justicia federal tuvo que intervenir y nombrar veedores; en las que las cuentas son oscuras y no sólo las de la tesorería.

Logramos que, votando 85 dirigentes, en el escrutinio aparecieran 86 votos. Una asociación del fútbol que pudo redactar un manual para el mundial en el que explicaban como “levantarse” mujeres rusas. Es verdad que a nuestras canchas tienen prohibido el ingreso los visitantes. Que la decadencia aparece disfrazada porque exportamos jugadores habilidosos y admirados a diferentes países del mundo. Que el símbolo de nuestro declive no es la falta de goles oportunos o de atajadas milagrosas en nuestro arco (ya en 1958 perdimos 6 a 1 contra Checoslovaquia, y también perdimos ante Camerún en el mundial Corea-Japón).

Volvimos a casa de muchos lugares diferentes, pero nunca con tan poca dignidad en el equipaje. Es cierto, que como mucho de nuestros males, éste no es nada nuevo pero nos acostumbramos y dejamos de verlos y sólo despertamos de nuestra indiferencia cuando un gol nos amenaza con dejarnos afuera de las octavas de final.
No se trata de las circunstancias, el agua caliente que endurece un huevo ablanda una papa. Tenemos que aceptar que somos nosotros. Nuestros jugadores son parte de nosotros. Deberíamos adivinarnos en esos jóvenes que con gesto soberbio no saludan a los hinchas que se trasladaron miles de kilómetros para verlos hacer lo que en definitiva no hicieron: jugar al futbol.
El DT afirmando “no construimos juego para él” (por Messi) es el reconocimiento que no tenemos equipo. Hasta los lugares en la mesa de las comidas son estáticos, se reúnen sólo los amigos, la importancia de “nuestras” individualidades no permite el intercambio. Es difícil procurar algo juntos. Para ser sinceros, es sólo un espejo de lo que pasa en cada área del país. La selección somos nosotros, cada cual atiende su juego.
Es el mismo Sampaoli que dirigió a Chile en el Mundial de Brasil, pero entonces logró formar un equipo, en cambio ahora tiene jugadores estrellas, con exceso de excelencia, pero a los que se le apagó la pasión.
Tenemos al mejor jugador del mundo – según valoraciones generalizadas- pero estamos al borde del abismo porque como en otras actividades con ser bueno no alcanza.
La relación con el cuerpo técnico no está quebrada afirman, pero ¿quién es el Director Técnico en el vestuario y en la cancha? porque, al igual que nos pasa en la vida cotidiana, el principio de autoridad está descolorido.

Bloqueo parcial en el acceso que une Avellaneda con la ciudad de Buenos Aires

Nuestras calles son permanentemente cortadas por diferentes grupos, todos esgrimiendo razones válidas para la protesta, pero siempre desobedeciendo las normas porque su derecho a peticionar eclipsa el derecho de todos los demás. La autoridad- vestida de fuerzas de seguridad en esos casos- tiene que “negociar” para logra un mínimo orden. Se ha subvertido hasta quién tiene el poder para legislar cuando algunos diputados piden que otros cambien su voto escuchando el pedido de una multitud que clama en la calle. La selección sólo es un muestrario(no gratuito) de lo que nos ocurre.
La basílica de San Basilio en el fondo de la Plaza Roja ve a las hinchadas israelíes e iraníes dando muestras de su algarabía mientras Netanyahu y el Ayatola Jamenei se dirigen acusaciones cruzadas. Nada es contradictorio, ¡Es el mundial!
Los valores son verbo antes que sustantivos. ¿Creemos que se recuperarán si se produce el milagro de que logren ganar la Copa que está en juego?

Chui qui Tapia, Angellici y Moyano