martes, 20 de octubre de 2015
Cuando la verdad no interesa

marta-nercellas11Por Marta NERCELLAS, para SudAméricaHoy

La palabra “escrúpulos” en Argentina, por su falta o por su exceso, repiquetea en estos días en forma constante a nuestro alrededor. Algunos   juegan a las escondidas con la sombra de los escrúpulos propios y ajenos y gritan ¡Piedra libre! Otros, por el contrario, sienten que esos respetos les atan las manos y les silencian la palabra, a punto tal  que nos hacen darle razón a Barón De Teive cuando decía: “El escrúpulo es la muerte de la acción “.

Invocando cualidades postizas señalan a sus ocasionales rivales (que a poco pueden sumarse a la fila de sus aliados) subrayando defectos y delitos que muchas veces son menores a aquellos que ellos han perpetrado.

Unos gritan para impedir razonar, otros esquivan el combate para evitar ser derrotados en él. Todos dicen las mismas palabras casi en idéntico orden, parecen salidos de una probeta en la que estuvieron nutriéndose de virtudes e ideas para ayudar al prójimo pero que los mantuvo alejados de la vida, a nadie se le pregunta qué hizo hasta ahora ni por qué tan buenas ideas no las puso en práctica en los años que ejerció el poder.

El fiscal Germán Moldes, recusado por el diputado Andrés Larroque

El fiscal Germán Moldes

El Fiscal Federal Germán Moldes (funcionario que supo alzar su voz para denunciar y para exigir que se investiguen graves hechos que padecimos) pide una larga licencia y afirma: «No estoy dispuesto a convalidar la situación de un Poder Judicial dedicado a consagrar la impunidad”

Da temor seguir preguntando por qué dice eso, con lo que ya expresó tiembla el cuerpo social y el alma de cada argentino.

La división de poderes, en rigor, la articulación entre ellos, su interdependencia , ese sistema de contrapesos imaginado para diseñar una república, no busca únicamente evitar que una persona acumule todos los poderes, sino que cada parcela poder con sus diferentes potestades se encuentre bajo la atenta mirada del otro poder .

El ejecutivo puede vetar leyes aprobadas por el legislativo, éste además de dictar las leyes que deben regir la convivencia social tiene que controlar a los otros poderes , y el Judicial integra esa trilogía con muy serias responsabilidades a su cargo, ya que es el último garante de nuestro derechos y dignidad, el que puede controlar y limitar a los otros dos poderes, quienes a su vez lo controlan y hasta pueden destituirlos en el juego armónico de las leyes aprobadas por el legislativo y reglamentadas por el ejecutivo. Esa articulación de funciones que nos convierte en ciudadanos, experimenta la seria crisis de la que da cuenta la escueta frase de Moldes.

La presidenta de Argentina, Cristina Fernández. junto al aspirante presidencial oficialista Daniel Scioli y el candidato a vicepresidente Carlos Zannini

Cristina Fernández. junto al candidato Daniel Scioli y su aspirante a vicepresidente, Carlos Zannini

Cuestionando nuestro escepticismo, quienes detentan el poder parecen preguntarnos (como se interrogaba en su tiempo Fernando Pessoa) ¿Cómo pueden tener “escrúpulos” quien está trabajando por la liberación de la humanidad? Esa inexistencia de cautela, justificada por ese fin superior que a esta altura dudo si es real o parte de la ficción que relatan, les permite avasallar sin miramiento al legislativo y convertirlo por la fuerza de los números, los miedos, las prebendas, las promesas o los carpetazos, en dóciles escribas de la voluntad ejecutiva. Nos quedaba por escudriñar el último guardián del cofre en el que se resguardan los principios que determinan que una organización política continúe siendo república, el judicial.

Uno de sus máximos representantes nos dice que está consagrando la impunidad. Seguimos entonces el inventario: sin descaro le arrancan investigaciones a los jueces que no pueden domesticar, con el silencio y/o la complicidad de otros miembros de ese mismo poder; se licúan investigaciones con un simple pase de manos o un cajoneo que dura el tiempo que la arbitrariedad indique ; se “devuelve” el buen nombre y honor a un funcionario investigado por graves delitos, dictando un sobreseimiento al que no respaldan pruebas de descargo sino la “fe” del Magistrado en la palabra del imputado…. el amargor en la boca señala la prudencia de no seguir enumerando. Trescientas sesenta y seis mentiras se transformaron en una verdad: “quien manda tiene razón, quien se le opone es un traidor”.

El juez federal Claudio Bonadío

El juez federal Claudio Bonadío

Cuando se intenta investigar a un funcionario se acusa al “imprudente” de “judicializar la política”. Creen que los políticos no deben ser inquiridos al menos no, hasta que pierdan su poder. En cambio si el sujeto requerido es el “enemigo”, debe ser estigmatizado con un procesamiento o una condena sin importar las razones en las que se funde. Quienes mandan tiene el poder de calificar las acciones judiciales y también de paralizar(al menos) a sus operadores. Los jueces proclives a entender las “razones de Estado” que esgrimen los poderosos funcionarios, son premiados con ascensos, con protección ante cualquier agravio y se les garantiza mientras dure su subordinación, un apoyo incondicional.

Establecer en última instancia lo que la Constitución dice (control de constitucionalidad) es sin duda una función judicial intrínsecamente política, si pudiéramos confiar en que es ejercida con prudencia pero con decisión, sin acatamiento ni compromisos partidarios por parte de nuestra judicatura, el temor que causa un Legislativo convertido en escriba del ejecutivo sería menor.

Pero esa confianza se empalidece cuando se observa la injerencia, el entrometimiento y manipulación en los procesos de selección, designación y remoción de los jueces; cuando vemos a funcionarios de ejecutivo trajinando los pasillos judiciales con gesto de ordenar lo que debe hacerse e inmediatamente un decisión judicial que favorece a algún funcionario cuestionado; cuando escuchamos los tambores de la guerra desatada en el seno de la Justicia, con objetivos, lenguajes y actitudes que se asemejan a la barra brava del club de nuestros amores; cuando los referentes de ese poder afirman: «si un juez se siente presionado (por el Poder Ejecutivo) debería renunciar», en lugar de ofrecer su respaldo para que esa presión desaparezca y pueda cumplir con su cometido, sentimos que quien debe garantizar nuestros derechos está agónico.

Los principios aparecen subvertidos por los intereses pero a veces ni siquiera se entiende qué intereses. Lo cierto es que se protege a los sospechosos (si son del mismo “equipo”) y   se desafía a quienes pretenden investigar qué fue lo que realmente sucedió. Investigar al poder es alterar el orden de las cosas cuando la mayoría acepta que la corrupción es una condición natural de su ejercicio.

El vicepresidente de Argentina en ánima charla con el presidente de Taiwan en Panamá tras ser procesado

Amado Boudou,procesado vicepresidente de Argentina, con el presidente de Taiwan en Panamá

Con la voz templada por la aceptación y la costumbre, políticos y medios describen cómo se infraccionan las leyes. Da igual, la que establece la veda electoral, las que regulan las licitaciones, la de designación de funcionarios, tampoco hay diferencia si el agravio se refiera a una reglamentación o la propia Constitución Nacional.

No somos un País en el que importen los vínculos jurídicos sino que lo trascendente son los vínculos de poder. Describimos como si nos resultara indiferente, que la ley es la caprichosa voluntad del soberano. Somos una sociedad en donde lo que uno pierde el otro no lo gana, en la empinada cuesta de pérdida de valores se desliza todo lo que perdemos a un solo reducto: el de los que mandan, sin que atinemos a hacer nada, en el mejor de los casos lo describimos, lo anunciamos sin que nuestras palabras causen la más mínima reacción en los perjudicados por el atropello.

La presidenta de Argentina en una de sus intervenciones en cadena nacional

La presidenta de Argentina durante una de sus intervenciones en cadena nacional

Se puede inaugurar por cadena nacional un hospital que no funciona o anunciar por quinta vez con voz trémula como si el deber hubiera sido cumplido la misma obra que ni siquiera está concluida. El límite entre Estado, Gobierno, poder personal o la ley ha desaparecido. Hemos naturalizado el vivir sin ley, sin ética, sin obligaciones, sólo discutimos por nuestros derechos y la mayor parte de las veces lo hacemos quebrando las disposiciones legales. La inacción judicial no merece reproche porque las acusaciones las guardamos para quienes no aceptan vivir en esta falta de reglas o para quienes ya han perdido el poder.

El Leviatán es el verdadero fijador de la justicia y la moral, de lo bueno y lo malo, de lo justo y lo injusto. En plena campaña electoral los representantes de supuestos diferentes proyectos, levantan su voz definiendo aparentes programas políticos diferenciados. Es como si hablaran diferentes lenguas. Se oponen entre sí con vehemencia pero todos dicen lo mismo. Distintas frases idéntico y escaso contenido. Ya no se trata de escrúpulos, la verdad no le interesa a nadie.