miércoles, 24 de mayo de 2017
Darín escala la cumbre de Cannes con «La cordillera»


Cannes. Por Ernesto PÉREZ, para SudAméricaHoy

El cineasta argentino Santiago Mitre vuelve al Festival de
Cannes, después de haber ganado con “La patota” el Gran Premio de la Semana de la Crítica en 2015, ascendiendo en importancia con su tercer largometraje, “La cordillera”, invitado por la reseña paralela oficial “Una cierta mirada” que es como la antesala del concurso oficial.
La historia de un presidente argentino, encarnado por Ricardo Darín, que
llega a Santiago de Chile para una reunión cumbre en el momento en el que
está por explotar un escándalo que puede no solo costarle el cargo sino
también arruinar su vida privada, compartió la octava jornada con las dos
ofertas del concurso, “The Beguiled” de Sofia Coppola, remake del filme
homónimo de Don Siegel de 1971, y “Rodin” del francés Jacques Doillon.
“La cordillera” es un verdadero filme latinoamericano, no solo por la
temática que envuelve a una cumbre de presidentes del subcontinente, sino
sobre todo por la inclusión de actores de países hermanos como Chile
(Paulina García, Alfredo Castro), México (Daniel Giménez Cacho), Paraguay
(Rafael Alfaro), etc.
En Chile, se está celebrando una cumbre para crear una unión de
productores de petróleo latinoamericanos, en la que participará un
presidente argentino acabado de ser elegido y sin ninguna experiencia
internacional.
Una denuncia de fondos negros, amenazada por el mismo yerno del presidente,
podría costarle a éste el cargo pero en la cumbre hay intereses más
importantes en juego y eso es lo que denunciará Mitre en este film que se lee
como un extraordinario policial con transfondo político.
Si bien el final en suspenso puede desorientar a una parte del público,
nadie puede dudar (y mucho menos al que lo ha aplaudido en Cannes) que “La
cordillera” es un film que atornilla al espectador en su butaca gracias a un
impecable guión del mismo Mitre y Mariano Llinás y a una actuación
extraordinaria de Ricardo Darín, el más conocido en Europa de los actores
argentinos, muy bien secundado por Dolores Fonzi, en el rol de la hija del
presidente que debe saber mucho más de lo que se piensa acerca de los
negocios turbios de su padre.


Sofia Coppola es también una habitué de Cannes habiendo concursado en
2006 con “Marie Antoinette” y presentado en la Quincena de Realizadores su
opera prima “The Virgin Suicides” en 1999.
Su film vuelve a reunir a Colin Farrell y Nicole Kidman, protagonistas de
“The Killing of the Sacred Deer” del griego Yorgos Lanthimos, uno de los
más serios candidatos a los premios finales, entre ellos los de la mejor
interpretación masculina y femenina, en una historia inspirada en una novela
del sudafricano Thomas Cullinan, publicada exactamente hace medio siglo.
El film sigue al pie de la letra la novela original y la adaptación que
hicieran Albert Maltz (que aún firmaba con pseudónimo por haber estado en la
lista negra de proscriptos de Hollywood por su pasado de simpatizante
comunista) y Irene Kamp para el film de Siegel y colocando a Farrell y Kidman
en los papeles que fueran de Clint Eastwood (quien hace dos días dio una
clase magistral aquí mismo en Cannes) y Geraldine Page, respectivamente.
La novedad reside más bien en la óptica de la directora, que vuelca su
atención a los personajes femeninos del film, reduciendo la prestada al
único masculino (como había hecho el film de Siegel), un soldado nordista
herido durante las últimas escaramuzas de la guerra civil norteamericana que
es curado y atentido por un coro de mujeres de una escuela sudista para niñas
y adolescentes.
Y se trata de una variante importante al subrayar Coppola la doblez del
cabo McBurney que juega en todos los frentes para seducir a las dos profesoras (Kidman y Kirsten Dunst) y la mayor de las alumnas (Elle Fanning) y evitar ser entregado a las tropas enemigas y poder pasar de víctima a dominador y nuevamente a víctima, una vez que todas las mujeres se coalicionan para
escapar a su dominio.
La belleza del paisaje sureño y la fotografía iluminada a medias por el
resplandor de las velas del francés Philippe Le Sourd contribuyen al suceso
de este film sólido y concreto, fruto de la plena madurez de la directora.
“Rodin”, más que enfocar la vida del gran escultor Auguste Rodin y su
relación con su amante Camille Claudel y su criada Rose, madre de sus cuatro
hijos, se concentra en su obra a partir de los 40 años, cuando recibe su
primer encargo oficial, el de las “Puertas del Infierno” que hoy reina en
los jardines del museo que lleva su nombre, en París.
Vincent Lindon se sumerge en su personaje, lo imita en sus gestos
creativos extrayendo del material usado, sea creta o mármol, la vida y la
psicología de las grandes personalidades que retrata, de Víctor Hugo a
Balzac, le insufla el vigor de su pasión pero también nos transmite su
inseguridad personal y la convicción de su propio genio.
Rodin” es un cine viejo, como gritó un periodista español al
terminar la proyección? Sí lo es, pero se salva justamente por esa excelente
actuación de un actor que busca su segunda palma a la mejor interpretación
masculina, luego de la muy merecida de hace dos años con “La loi du
marché”.