jueves, 23 de julio de 2015
Devaluación política, monetaria, moral y regional
Dilma Rousseff (i), y el exmandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva en el congreso del PT. Foto: SEBASTIÃO MOREIRA (Efe)

Dilma Rousseff (i), y el exmandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva  Foto: SEBASTIÃO MOREIRA (Efe)

josé valesPor José VALES

Devaluación es un término con el que los sudamericanos, con matices, aprendieron a interpretar y a convertir en un verbo conjugado hasta el hartazgo a lo largo de sus vidas. Una palabra a la que han logrado robarle la exclusividad a la ciencia económica para aplicarlo a la política en todas sus formas.

Ahí está el Partido de los Trabajadores (PT) brasileño. Otrora alternativa progresista y cuestionador de todo el sistema corrupto que caracterizó los primeros años de recuperación democrática en el Brasil. Después de más de 12 años de gobierno quedó a travesado por la desconfianza, con su máximo líder, Luiz Inácio Lula Da Silva, una suerte de “milagro” de la Clase política en tiempos de devaluación intelectual, investigado junto a un grupo de empresarios acostumbrados desde siempre a gozar de los contratos del Estado. De avanzar las investigación contra “Mr. Teflón”, como llegaron algunos a apodar a Lula,  el ex presidente, habrá demostrado que lo afecta una suerte de “síndrome de Estocolmo” con aquello que desde sus tiempos de líder sindical y candidato opositor había cuestionado con dureza.

La crisis no es sólo política en Brasil, es una crisis de “Elite”. Con la misma lupa de la Justicia que observa a Lula, están los empresarios de las grandes constructoras y el ex presidente, Fernando Collor de Mello, un paradigma de la corrupción de otros tiempos políticos.

Fernando Collor de Melho

Fernando Collor de Melho

En un país donde la crisis económica obligó a devaluar la moneda, donde la ética vale menos que un peso argentino, y donde las fracturas ya llegan al propio gobierno, la resolución de la crisis parece cada vez más lejana y entrando en el peor estadio imaginable. No en vano, meses antes de que la Justicia lo contemple como potencial acusado en el escándalo de Petrobras, fue el mismo Lula, a priori el mejor observador del mundo político de su país, el que le había advertido a su amiga, la presidenta. Dilma Rousseff, durante un almuerzo en el Palacio de la Alvorada: “Prepárate. Lo peor está por venir…” Algo así como una profecía en tren de ser cumplida.

La devaluación entonces, en buena parte de la región no es económica ni tan sólo política. También es moral y de intelecto. Para pruebas siempre a la mano está lo que viene pasando en Venezuela. A un lado y al otro del espinel político. O en Argentina, donde los liderazgos se construyen de derrotas y errores infantiles, como el que acaba de afectar al candidato a presidente, Mauricio Macri, ingeniero al fin.

Mauricio Macri y Rodríguez Larreta

Mauricio Macri y Rodríguez Larreta

Pudo retener el domingo su bastión, Buenos Aires, por un escaso margen y así su estrategia presidencial, basada en llevar candidatos propios, sin compartir lugares con sus aliados, quedó en duda.

En un país donde existe un gobierno que no cesa en avanzar sobre el resto de los poderes, hay una oposición que le sigue siendo funcional, a ese gobierno por acción o por “default” (otro término tan familiar que en Argentina lo invade todo, hasta la economía).

Cristina Kirchner debió apelar al gobernador Daniel Scioli para retener una cuota de su inmenso poder y el antikirchnerismo se ve rehén de apelar a Macri como opción de cambio. Ambos candidatos, amigos cercanos de comunicación semanal, provienen del mundo empresario y de la farándula. Y juntos fueron impulsados a la acción política por la misma persona: el cuestionadísimo ex presidente Carlos Menem, el mismo que como senador suele levantar la mano a favor del kirchnerismo en el Congreso.

La presidenta de Argentina y Daniel Sciolli

La presidenta de Argentina y Daniel Sciolli

Por eso la devaluación en algunos países de la región es total. Desde la monetaria hasta la moral, y desde la acción política hasta la inteligencia. Con sociedades sin capacidad de reacción y sin la esperanza de liderazgos sólidos y soluciones de corto y mediano plazo, así se van construyendo proyectos cuyo slogan ya pasa por “el tenemos patria” con que el chavismo y el kirchnerismo maltratan la vista y los oídos de sus gobernados, sino por “la patria devaluada”.