lunes, 21 de noviembre de 2016
Diciembre, un recuerdo imborrable
Diciembre negro en Buenos Aires. 2001

Diciembre negro en Buenos Aires. 2001

Daniel CasasPor Daniel CASAS

A 15 años del estallido social de diciembre de 2001 el trauma persiste. La posibilidad de un diciembre explosivo está siempre latente y es desde entonces una herramienta no menor en la mesa de negociaciones, por más que este fin de año que se aproxima no tenga tanto combustible como el kichnerismo quisiera.

Cristina Fernández de Kirchner y el cada vez más reducido grupo que la sostiene necesitan que su profecía se cumpla para seguir teniendo juego político, pero el resto de los actores han hecho todo lo necesario para contener a los movimientos sociales, que agrupan a unas 130.000 personas que, dispuestas en ese sentido, pueden generar una sensación de caos muy fuerte.

El gobierno de Mauricio Macri entendió esto, dejó de lado sus tirrias y no sólo mantuvo sino que incrementó los planes sociales heredados del kirchnerismo. Tuvo, eso sí, la honestidad intelectual de quitarle el tono épico que solía darle su antecesora a estas ayudas, que hablan más de los errores de los gobiernos que de sus bondades.

El macrismo, podría decirse, actuó con cautela y lógica peronista. El peronismo sabe contener a las masas cuando se desbordan, como lo demostró luego del estallido de diciembre de 2001, cuando Eduardo Duhalde ya era presidente interino, claro.

El kirchnerista Emilio Pérsico, del Movimiento Evita, por ejemplo, tomó rápidamente nota de que el macrismo gobierna los tres estados en que se asienta su organización y de que el Macrismo es tan buen pagador de planes como el kirchnerismo y sin pedir tanto a cambio; con bajar el perfil alcanza.
Como en una estrategia de pinzas, la CGT unificada, ese fenómeno que suele darse cuando los gobiernos no son peronistas, también convocó a sus mesas de diálogo a los movimientos sociales que antes despreciaba. Los escucharon, apoyaron sus reivindicaciones y los metieron en el paquete de reclamos al gobierno, que ve con buenos ojos esta actitud de contención.

Se trata de un paso lógico. La CGT no puede permitirse dejar afuera a los movimientos sociales, en un país que tiene el 40% de trabajadores en la informalidad, con el desempleo y la precarización laboral en alza y la reactivación de la economía en modo espera.

Por esta misma razón, en este gesto del triunvirato cegetista que integran Carlos Acuña, Héctor Daer y Juan Carlos Schmid, anida también el interés de restarle peso a la díscola Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), que está partida en dos fracciones, la CTA Autónoma, liderada por Pablo Micheli, y la CTA de los Trabajadores, que conduce el kirchnerista Hugo Yasky, pero están en proceso de reunificación.

Sin los movimientos sociales, que convocaron con las CTA a la Jornada Nacional de Lucha del último 4 de noviembre, las CTA tendrían una merma importante en su capacidad de convocatoria, por eso hacen todos los esfuerzos por retener a los movimientos sociales y prometen una gradual reunificación, que no han formalizado aún para no alimentar las internas, que sobre todo afectan a Micheli.

En este juego de tensiones y de recuento de fuerzas, los sectores más duros de la dirigencia sindical tratan de evitar situaciones incómodoas. Luego de tomarse la patética foto con las patas en la fuente de Plaza de Mayo, lo que fue considerado como una burla a la iconografía fundacional del peronismo, el ex ministro de Economía Amado Boudou, el dirigente Luis D’Elía y el inefable líder de Quebracho, Fernando Esteche -todos reunidos en el minúsculo partido Miles-, se encaramaron en el escenario, pero Micheli los hizo bajar. Nadie se opuso, ni Yasky ni otros dirigentes embanderados en el kirchnerismo.

Al margen de esto, en aquella movilización de las CTA se contaron con ahínco las banderas de las agrupaciones. Estuvieron, entre otras, la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), la Corriente Clasista y Combativa y Barrios de Pie, que habitualmente dialogan con el gobierno y, en el caso de la CTEP con el Papa Francisco, que a pesar de su recordada frase de “hagan lío”, impulsa el diálogo y la tolerancia.

Nada es lineal, todo es provisional en las relaciones con los movimientos sociales. Sobre todo en tiempos de necesidad. Sobre todo cuando se acerca diciembre. (Ideas y Protagonistas)