domingo, 17 de noviembre de 2019
El «género» del cine argentino marca la diferencia en Mar del Plata

Por Ernesto PÉREZ, para SudAméricaHoy

 El cine argentino se presenta en gran forma en
este 34o. Festival Internacional de Mar del Plata y no solo porque, por eso de la caridad bien entendida empieza por casa, su presencia es masiva en todas las secciones de la manifestación, sino también por la alta calidad de sus
propuestas.

  Y para muestra deberían bastar dos films sin aspiración a premios porque
fueron presentados fuera de competición: “Bajo mi piel morena” de José
Celestino Campusano y “El silencio del cazador” de Martín Desalvo
.
  El primero es el último trabajo del más prolífico y no tan joven
Campusano (nació en 1964) que ha acumulado en menos de 15 años de carrera diecisiete películas entre cortos, documentales y largometrajes de ficción.


  El segundo es obra de un autor nueve años menor que él pero que no le va
mucho en zaga en cuanto a productividad, ya que en igual período de tiempo ha firmado una docena de títulos, entre cortos, largos y series televisivas.
  Pero las coincidencias terminan ahí, porque en “Bajo mi piel morena”
Campusano continúa indagando en los ambientes más marginales de los suburbios degradados de Buenos Aires con un estilo que recuerda el del más temprano Pasolin
i, mientras Desalvo examina una rivalidad entre dos hombres, destinada a acabar en tragedia, en un film que va más allá del género gracias a un guión de Francisco Kosterlitz que debería ser ejemplo en los cursos de cine.
    Esta vez, Campusano describe la fatigosa lucha de tres transgénero para
obtener su justo puesto en la sociedad, superando prejuicios y violencias.
  Morena es una obrera entrada en fábrica cuando aún era un muchacho,
Myriam, su prima, se gana la vida como prostituta, explotada por su propio
padre, y Claudia es una maestra recién egresada que debe medirse con la madre homófoba de uno de sus alumnos. Notables las tres intérpretes, Morena Yfrán, Maryanne Lettieri y Belén D’Andrea.
  Adalid del cine de entrecasa, hecho a pulmón con temas recurrentes con
algo que recuerda al primer Almodovar sin la ironía ni el gracejo madrileño, Campusano prosigue integérrimo su lucha a favor de la marginalidad, con narraciones cada vez más esenciales y certeras.
    Cuando todavía estaba terminando de filmar “El silencio del cazador”,
Desalvo estaba presentando aquí mismo en Mar del Plata en noviembre del año pasado, su ahora penúltima película “Unidad XV”.


    Pero siempre con la ayuda de Kosterlitz, coautor del guión de ese film,
Desalvo confecciona un producto que no tiene nada que envidiarle a las
películas de acción de las industrias más desarrolladas e incluso supera
las leyes del género ahondando en los personajes, describiendo la complejidad de las psicologías y recreando un ambiente extremo, donde a la rivalidad de los protagonistas se une la animosidad que separa a los guardias forestales, que tratan de mantener en vida el delicado equilibrio de la vida salvaje, de los colonos, habituados a considerar a la selva como algo a su servicio, cada cual convencido de estar en poseso de la razón.
  El duo protagónico, encarnados por Pablo Echarri como el guardabosques y el cordobés transplantado en España, Alberto Ammann como el colono, llenan la pantalla con sus interpretaciones y no le va en zaga Mara Recalde como el objeto sentimental de la disputa y de cuyo personaje es capaz de captar toda la complejidad emotiva que ha sabido darle Kosterlitz. 
    Párrafo aparte merece la fotografía de Nicolás Trovato, a sus anchas
tanto paseando cámara en mano por los meandros de la jungla misionera como iluminando galpones repletos de gente y escenas íntimas de los protagonistas, y de revelar con pocos grados de panorámica el breve, fuerte inesperado final.