jueves, 18 de diciembre de 2014
El SI y el no de los espías argentinos

 

La presidenta Cristina Fernández junto a Oscar Parrilli,

La presidenta Cristina Fernández junto a Oscar Parrilli, nuevo jefe de la Secretaria de Inteligencia

Carmen pequeñaPor Carmen DE CARLOS  @CarmenDeCarlos

Cuando Néstor Kirchner asumió como Presidente de Argentina, en mayo del 2003, posó la vista en la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) que más tarde pasaría a llamarse SI (Secretaría de Inteligencia). Cuentan los que conocen las instalaciones del cuartel general de los secretos mejor guardados de los argentinos, que mantuvo una charla muy productiva con Antonio –más conocido como Jaime- Stiuso. El director general de operaciones del servicio de inteligencia, al parecer, le puso sobre la mesa una tanda de carpetas con la vida y obra de amigos, compañeros, colaboradores y adversarios del flamante presidente.

Las “carpetas”, término que en Argentina se identifica con un informe detallado de la biografía oculta de personajes públicos, daban cuentan de los trapos sucios pasados y presentes de los elegidos. Ninguna tenía desperdicio pero… faltaban dos, la de la actual presidenta y la de su difunto marido.

De ser cierta la escena –la fuente es fresca y nunca ha fallado- el mensaje implícito era fácil de leer: Las suyas me las quedo “por las dudas”, que viene a ser algo así como garantía de inmunidad.

Esta semana, la presidenta de Argentina descabezó, entre otros, al titular del SI, Héctor Icazuriaga, íntimo de Kirchner. En su lugar, colocó a su ya ex secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli que se fue acompañado de Juan Martín Mena, jefe de Gabinete del Ministerio de Justicia, ámbito donde los problemas del Gobierno (léase investigaciones y procesamientos judiciales) hacen fila.

Ni Parrilli ni su acompañante, que se sepa, tienen experiencia en actividades de espionaje pero conocen a los jueces (el objetivo, sin duda, son los magistrados que han puesto la lupa en el Ejecutivo).

El expresidente Néstor Kirchner junto a Héctor Icazuriaga, ex jefe de la Secretaria de inteligencia

El expresidente Néstor Kirchner junto a Héctor Icazuriaga, ex jefe de la Secretaria de inteligencia

El que es un experto en mirar debajo de la alfombra es el jefe del estado Mayor,  teniente general César Milani, a él –por trayectoria- se le atribuyen enormes habilidades para curiosear por el ojo de la cerradura de alcobas y despachos. El general, un hombre cuestionado por enriquecimiento ilícito y objetado por los organismos de derechos humanos que la Presidenta dice sentir como propios, es y será lo que resta de mandato (menos de un año) el que tenga la sartén de los “datos” ajenos por el mango y el mango… también.

Los espías argentinos, como los políticos para el Gobierno se dividen entre amigos y enemigos (buenos y malos). A uno de los primeros se le adjudica el “chuponeo”, “pinchazo” o intervención de los teléfonos del triple procesado Amado Boudou, vicepresidente en ejercicio. El elegido por la presidenta en las elecciones donde logró un 54 por ciento de los votos, habría tenido expresiones poco afortunadas sobre su madrina política que llegaron a oídos de Máximo Kirchner. Desde entonces, cuentan las fuentes, el único hijo varón del matrimonio, lo tendría entre ceja y ceja.

La gota que colmó el vaso de la paciencia de la Presidente fue hace una semana. A Cristina Fernández parece que se le atragantó la tostada cuando tuvo que desayunar con una entrevista a cara lavada de Stiuso. El hombre de “las carpetas” habló de su mano derecha, Pedro “El Lauchón” Viale, muerto por la Policía Bonaerense, dijo que a ella la informan mal o no la informaban y mencionó con nombre y apellido a algún compañero que otro que, como apuntaba el periodista de Noticias, no era de su bando.

Los del SI, finalmente, la pusieron mal y la presidenta, desconfiada y con la incertidumbre sobre quién será su sucesor, se cansó y le dijo NO a los de antes, a los que había puesto su marido. Todo un culebrón.