martes, 19 de mayo de 2015
Fayt y el patíbulo del Gobierno argentino

marta-nercellas11Por Marta NERCELLAS, para SudAméricaHoy

La edad es un síntoma que no podremos eludir. A menos que uno muera joven, la edad va a ir deteriorando nuestras articulaciones, nuestros sentidos, nuestro interior y nuestro exterior, pues hasta la estética nos gritara desde el espejo que las marcas en la piel se han convertido en arrugas profundas.

La edad ralentiza nuestros movimientos y hace perder la paciencia de aquellos que a nuestro alrededor quieren ganarle tiempo a la vida corriendo hacia una meta invisible pero tentadora.

En esta época hemos idolatrado el presente. Tanto esmero pusimos en la tarea que nos olvidamos del pasado. En algunos casos inclusive, otros, se inventan un pasado. Como si fuera una obra de arte que todavía está en el atril del pintor, modifican las “pinceladas” que no les gustan o que no son, para ellos, lo suficientemente épicas: Aquellas que quedan deslucidas en la tarea de respaldar nuestro glorioso presente.

Lo pretérito tiene tan poca importancia que sin darle siquiera valor a los registros documentales o fotográficos, dicen que fueron, lo que hoy se les antoja como valioso. Si la verdad del presente es poco valorada qué importancia puede asignársele a la verdad del pasado. En este presente permanente, en el que no vale ni la historia ni el proyecto, la ancianofobia es un resultado esperable, el precio necesario de esa elección.

La ex ministra Felisa Micelli

La ex ministra Felisa Micelli

Cuando fueron jóvenes, cada uno de nuestros ancianos, merecieron diferentes calificativos. Aunque cueste un denodado esfuerzo tal vez valga la pena intentar recordarlo, se trate de nuestros ancestros o de aquellos que por su notoria vida, por el lugar que alcanzaron, fueron dejando indicios visibles en los que podemos escudriñar. ¿Qué hicieron con sus lozanas energías? ¿Qué construyeron o cómo emplearon sus fuerzas?

Cuando miramos un rostro marcado por la vida sin duda leemos en sus ojos cansados cómo llegaron hasta allí. Algunos trepando sobre cabezas ajenas y a veces inclusive amigas, o sobre bolsas de oro mal habido; otros quebrándose la espalda en el quehacer cotidiano o restando luz a sus ojos leyendo y aprendiendo.

No dudo en discriminar. No tengo idéntica actitud ante una persona que se sirvió de los espacios y lugares que ocupó que en relación a otra que sirvió desde esos sitios.

El ex presidente Carlos Menem

El ex presidente y senador Carlos Saúl Menem

Un anciano ex presidente usa el sillón concedido por el voto popular para desvirtuar su calidad de legislador y sólo cumple con las órdenes que recibe de aquellos a quienes parece deberle muchos favores. Ese hombre ocupa la banca cuando lo necesitan los amigos. Lo suele hacer para constituir el quorum que les permita aprobar leyes que agreden libertades, que intentan desdibujar la división de poderes o que procuran regalarle impunidad a algún acosado (de los suyos) por una investigación judicial que deja al desnudo sus conductas ilícitas.

No puedo comparar esos gestos y conductas con los de un Magistrado que siempre -antes y ahora-  fundó sus fallos para defender valores democráticos. Que ejerció con idéntica dignidad la profesión y la Magistratura más alta del país. Todo no es igual, ni siquiera la calvicie o las canas. Esta ancianidad, la de Carlos Fayt, lenta en sus gestos, ilumina con sus razonamientos cada vez que debe decidir un conflicto.

La edad no deja en todos las mismas huellas. Una persona es joven muchas veces con muchos años y otras tiene su espíritu corroído y destilan naftalina con sólo alguna década.

Pero, además de los síntomas distintos también varía el para qué ese anciano hace escuchar su voz. Cuál fue y es su historia. Sin duda, algunos se entronizan ampulosamente sólo por lealtad a ellos mismos, por sus ambiciones o sus temores. Por alquilar el espacio para garantizarse impunidad o para imponer su arbitrariedad.

Otros lo hacen para defender principios, para ayudarnos a pensar, para evitar que colonicen otro espacio quienes no respetan los principios y las garantías. Esos otros que tienen una virtud: nos hacen sentir que con la etiqueta que ponen al “producto” que intentan vendernos siempre estamos de acuerdo. Tras epígrafes que todos compartimos logran colar finalidades egoístas. Los principios esbozados son verdaderos caballos de Troya que cabalgan con gallardía acostumbrados a esconder en las entrañas la verdadera finalidad.

Fayt es un anciano que defiende su sillón con la energía de un adolescente porque sabe que no van por él sino por la Corte. Que no intentan domesticarlo a él sino doblegar al Poder Judicial todo. Que tratan de correrlo usando como excusas sus años –sólo uno más que el pasado año en donde parecía molestar menos– pero buscando designar a alguien más dócil a su voluntad de impunidad.

Lastima la crueldad con la que intentan tirarlo fuera del sendero de la vida, pero agravia más, cuando en la movilización realizada para apoyarlo eran los jubilados los que parecían haber entendido mejor que nadie el mensaje : Los “viejos” no tienen lugar en el sistema. El insulto a Fayt que proferían encumbrados funcionarios y quienes nos acostumbraron a ponerle voz a los deseos de los poderosos de turno, era una ofensa para todos ellos. Ese ultraje es una humillación de clase. A todos los que han cumplido muchos años se les grita que son inservibles. Qué lejos quedaron aquellas civilizaciones que escuchaban a sus consejos de ancianos, que valoraban la experiencia y el recorrido de vida.

Anable Fernández Sagasti,  presidenta de la Comisión de Juicio Político y Carlos Fayt

Anable Fernández Sagasti, presidenta de la Comisión de Juicio Político y Carlos Fayt

La Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados debe ponerse en marcha cuando hay un juicio político. Esta sobreabundante redundancia ha sido ignorada. Para quienes detentan el poder el límite no existe. Ni el legal ni el moral. Pueden todo porque tienen la fuerza de los votos (y sin importar si todavía los conservan) esos votos le dan derecho a todo. A ignorar a la minoría y a desdeñar los valores. A delinquir y a insultar. Tengo el poder y lo uso, nadie puede pedirme explicaciones.

Fayt conserva el poder de su firma, el valor de su voto independiente, pues entonces hay que avasallarlo ya que no pueden aceptar a otro “poderoso”. Si no es posible por los medios legales por cualquiera que permita lograr el objetivo.

Fayt molesta porque pese a su ancianidad no se lo pudo doblegar. ¿Cómo se anima