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Discurso de Gabriel Boric
Por Adolfo ATHOS AGUIAR, para SudAméricaHoy
No es seguro que se pueda hablar de la herencia del kirchnerismo en el Poder Judicial de la Nación. Parece más interesante preguntarse quiénes pretendan ser sus herederos. ¿Quién quiere heredar sus herramientas sobre el Poder Judicial?
Si nuestra Justicia conservara un mínimo margen de conciencia institucional, sería capaz de auto diagnosticarse con una herramienta básica de dinámica de sistemas. Pero cuando las burocracias pierden su capacidad de reflexión, están más cerca de la declinación biológica de los organismos colectivos que del ripio pretextual y las piruetas rabulescas.
Es dudoso que la huella que queda en los Poderes Judiciales Argentinos pueda achacarse exclusivamente al kirchnerismo. El Poder Judicial de la Nación lleva un destino similar al de casi todas las Provincias. Ninguna, salvo la de Santa Cruz, puede achacársele exclusivamente a “los Kirchner”. En Buenos Aires la cultura institucional nunca ha dejado de ser duhaldista. Si un organismo complejo como el Poder Judicial de la Nación pudo sucumbir a un virus originado en una estructura mínima, rudimentaria y feudal, habla más de la predisposición y debilidad intrínsecas del organismo que de la peligrosidad del contagio.
En los últimos ocho años, el Poder Judicial de la Nación se ha comportado como una manada con poca cohesión, conformada por individuos que no comparten valores y preocupados por su supervivencia individual. En términos etológicos han bastado para intimidarla individuos (Carlos Kunkel, Diana Conti, Carlos Moreno, Marcelo Fuentes, Julián Alvarez) que ni siquiera aspiraban a ser miembros Beta en su propia manada de pertenencia. Como tampoco tiene líderes propios de entidad suficiente, la pregunta sobre la herencia se reduce a quién y cómo ejercerá la intimidación.
Como elemento de identidad en el poder judicial se distinguen referencias de pertenencia y creencias endogámicas, el origen en instituciones que llevan décadas de declinación (Universidades, Asociaciones Profesionales y Partidos Políticos), y un complejo de casta derivado de la mistificación de la función, asociada a su pérdida de sentido. Al necesario debilitamiento del enemigo externo que hoy ven encarnado en el kirchnerismo, lo acompaña el reducido prestigio y la decreciente aptitud aglutinante de sus figuras de referencia (Corte Suprema y Asociación de Magistrados y Funcionarios).
Desde esta óptica, que no se reduce a una faceta menor, no parece la peor perspectiva el colapso social del sistema judicial. Es una comunidad encapsulada con una crisis biológica de sobrecarga, enfrentamientos tribales condicionados por la psicología de bandos (o bandas), en una masa social marcada por actitudes pasivas, parasitarias o serviles, que exceden groseramente su capacidad de carga.
El Poder Judicial de la Nación -como otras instituciones de la República- enfrenta un futuro de una comunidad superpoblada que padece de indiferenciación funcional, con poca adaptabilidad, agrupada en facciones falta de conducción y sin capacidad de acción y reacción. Como se ha acostumbrado a que males y bienes les sean surtidos, no le sobran herramientas válidas, y están agotadas las tradicionales.
Persisten algunas Organizaciones no gubernamentales que tradicionalmente y sin mancharse demasiado las manos se han dedicado a estudiar nuestros Poderes Judiciales. Pese a algunas diferencias ideológicas suelen coincidir en sus criterios axiológicos y técnicos. En 2003 conformaron la Coalición “Una Corte para la Democracia” que propuso diversos diagnósticos y políticas, algunos adoptados y bien implementados por la presidencia de Néstor Kirchner. Los que quedaron pendientes (obstáculos a la participación de la ciudadanía en la búsqueda de la justicia; falta de transparencia en la gestión y funcionamiento del poder judicial; igualdad en las cargas públicas y pago de impuestos por parte de los jueces; falta de mecanismos de control de la administración) por presión de la propia tribu judicial, en un favor que quedó debiendo y supo agradecer al kirchnerismo.
En la actualidad, algunas de esas entidades han lanzado una «Coalición para la Independencia Judicial», cuyos objetivos son por ahora sumamente modestos, agrupados alrededor de un confuso concepto de “Independencia”, que parecen creer que se superará operando sobre el fenómeno periférico y menor del Consejo de la Magistratura. Sin embargo, algunos de los convocados por esa coalición reúnen herramientas válidas para rescatar la institucionalidad antes del ocaso, salvo que se dejen entretener con sombras o bultos que se menean.