lunes, 23 de noviembre de 2015
Juliana Awada y el regreso de las primeras damas a Argentina

juliana awada

Por Natalia KIDD/Efe

Juliana Awada, esposa del electo presidente argentino Mauricio Macri, representa el regreso de las primeras damas a Argentina, un rol que la diseñadora de moda piensa ocupar «de la mejor manera posible» para «acompañar» el proyecto político de su esposo.
Desde hace ocho años, Argentina no tiene primera dama. La última fue Cristina Fernández y tuvo un rol tan preponderante que terminó por convertirse en presidenta por dos mandatos consecutivos.
Awada, de 41 años, llega a primera dama muy lejos de las ambiciones de Fernández, quien cuando su esposo, Néstor Kirchner, se convirtió en presidente en mayo de 2003, ya tenía una carrera política propia.
De sencilla elegancia y un bajo perfil del que recién ha despegado en la campaña, Awada fue conocida primero por ser la diseñadora de una marca de ropa femenina creada por su familia.
Nacida en Buenos Aires el 3 de abril de 1974, es hija del inmigrante libanés Abraham Awada y de Elsa Esther «Pomy» Baker, descendiente de inmigrantes sirios que en la década de 1960 fundaron una empresa textil.
Tiene cuatro hermanos, Zoraida, que se encarga de la comercialización en la empresa; Daniel, que se independizó del negocio familiar y tiene sus propias marcas de moda; Leila, artista plástica; y Alejandro, un reconocido actor, quien públicamente ha mostrado sus diferencias políticas con Macri.
Awada recibió educación en un colegio bilingüe de clase media acomodada y, cuando terminó el secundario, perfeccionó su inglés y estudió Diseño en el Reino Unido.
A su regreso, se incorporó a la empresa familiar, comandada por su madre, y, con su creatividad, renovó la imagen de la marca.
A los 23 años, se casó con Gustavo Capello, de quien se divorció años más tarde.
Juliana viajaba frecuentemente con su madre a las capitales mundiales de la moda para asistir a la presentación de colecciones. En uno de esos tantos viajes, en un vuelo a París, conoció en la «business class» al conde belga Bruno Laurent Philippe Barbier, un millonario con negocios agropecuarios en Argentina.
Awada y Barbier no se casaron, pero convivieron durante una década y tuvieron una hija, Valentina, de 12 años.
Macri llega a la vida de Awada entre máquinas para hacer ejercicio. Se conocieron en un gimnasio frecuentado por empresarios, políticos y figuras del «jet set» local en el Barrio Parque de Buenos Aires, un distrito selecto donde la diseñadora y el conde belga tenían su casa, al igual que el clan de los Macri.
La relación se formalizó a finales de 2009, cuando Macri llevaba dos años como alcalde de Buenos Aires, y se casaron en noviembre de 2010.
El alcalde porteño venía de dos matrimonios anteriores: con Ivonne Bordeu, con quien tuvo tres hijos, y con Isabel Menditeguy, de quien se separó en 2005.
«No es que yo lo vi a Mauricio y me enamoré la primera vez. Pero cuando empecé a salir, inmediatamente sentí que era el amor de mi vida. Sentí algo muy fuerte, como si nos conociéramos de muchos años», dijo Awada en una entrevista en 2010.
Confiesa que lo que le impactó de Macri, con quien en octubre de 2011 tuvo una hija, Antonia, fue su mirada: «Me encantan los ojos que tiene».
Como «primera dama porteña», Awada ha mantenido su bajo perfil, aunque desde que su esposo se lanzó a la carrera presidencial, su figura fue ganando peso en la campaña, con apariciones en los medios y en los actos, siempre sonriente y con estilo sencillo.
Causó sensación en las redes sociales cuando, al concluir el debate entre Scioli y Macri hace una semana, se subió al escenario y le estampó en la boca un beso de película a su marido.
«Fue espontáneo», dijo ella sobre un beso que, a juicio de muchos analistas, le ha valido al líder del frente Cambiemos más votos que muchos de sus discursos de campaña.
Hace tres meses, cuando le preguntaron qué haría en caso de que Macri llegara a la Presidencia, respondió que seguirá dándole «prioridad» a la familia, pero «acompañando» a su esposo en su nuevo rol.
«Por supuesto que voy a tener mayores compromisos y responsabilidades. Voy a ocupar lo que me toque de la mejor manera posible. Me encantaría ayudar desde mi lugar a los niños, por ejemplo».