jueves, 9 de noviembre de 2017
Justicia no es venganza

Por Marta NERCELLAS, para SudAméricaHoy

Los hechos ejecutados por quienes ejercen el poder del Estado (cualquiera fuera el gobierno que lo detentara en ese momento) deben ser siempre valorados y juzgados con mayor rigor. Las reglas críticas varían cuando se refieren al quehacer de un individuo o grupo de individuos- cualquiera sea su número-a cuando lo hacen en relación a la actividad desplegada por los funcionarios que detrás de sí tienen la fuerza estatal.

Esta regla no parecía tener contradictores. Organismos de derechos humanos nacionales e internacionales, la invocan como un dogma indiscutible. Sin embargo, muchos de quienes colaboraron activamente para que pueda entenderse que, pese a que entre el ciudadano y el Estado debe haber un vínculo jurídico, al menos en un estado de derecho, ese vínculo no tiene idéntica cantidad de fibras en uno y en otro extremo.

Sin embargo, cuando se refieren al quehacer de los funcionarios del anterior gobierno, algunas personas y organismos parecen olvidarse de aquella premisa que con énfasis y a veces hasta con desmesura, supieron instalar.  Aquella fuerza del Estado para imponer sus reglas en los negocios espurios, para condicionar las formas en las que se podía “negociar” licitaciones, aquellos “aprietes” más o menos disimulados según de quien se trataba, parece que fueron ejecutadas por individuos singulares   respecto de quienes las reglas del ciudadano común vuelven a imponerse.

Cristina Fernández, el ex ministro de Planificación, Julio De Vido y José López

Nos olvidamos que quienes hoy son ex funcionarios cuando ejecutaron los actos que se investigan eran los representantes del Estado, de ese Estado que, no es un igual en ninguna transacción y mucho menos cuando se está frente a un gobierno que al intentar “ir por todo” por lo primero que fue, es por la legalidad.

Los derechos y garantías fueron diseñados por nuestros constituyentes para todos. Aún para los peores, para los que más daño hicieron a nuestro país. Pero la valoraciones de las conductas de quienes fueron ( y siguen siendo ) poderosos , porque su prebendas transcendieron el largo período de su dominio; y tuvieron a su alcance la llave del laberinto donde se pueden ocultar pruebas, comprar voluntades, y hasta victimizar al victimario, debe tener una vara que contemple a quien de verdad está midiendo.

Ellos no valoraron el Estado de Derecho. Nosotros debemos hacerlo. Por eso, cuando trascendieron las tristes imágenes de un ex vicepresidente que estaba siendo detenido en el interior de su departamento, descalzo y desconcertado, sentimientos contradictorios me invadieron.

Es vergonzoso que ese personaje haya ocupado los altos cargos en los que estuvo. Sus delitos y su deshonra precedían el día que comenzó dirigiendo la ANSES. Tal vez ese “prontuario” de desfachatez y burla de la ley, haya sido el legajo de antecedentes que tuvo la pareja presidencial para designarlo en aquellos lugares donde debía “cuidar “ los dineros públicos.

Él mismo se puso en situaciones de desdoro. Desde sus pies dentro de la fuente de una de las plazas más emblemáticas de Argentins, acompañado por los tristes personajes que ya eran los únicos que integraban su “banda”, que no desafinaba como la de “La mancha de Rolando” que supo integrar y privilegiar con dineros que no le pertenecían, sino que merecían el mote por sus tristes e ilegales comportamientos.

 

Personalmente y abusando del poder que tenía (especialmente consentido por la señora presidente que lo coronó con el sólo movimiento de su dedo índice para que ocupara el cargo) se subió al estrado para desplazar a dignos funcionarios como el Procurador General de la Nación, el Fiscal que lo investigaba y el Juez de esa causa. Ahí nadie preguntó cómo era el sistema para desplazar a un Procurador, Righi no se encadenó  al sillón pese a la dignidad con que realizaba la tarea, aduciendo como la actual Procuradora que su cargo era vitalicio. Rívolo (el fiscal del caso) fue corrido de un plumazo sin considerar que es uno de los mejores representantes del Ministerio Público que tuvo y tiene el país.

En el análisis se desprecian los hechos, se especula sobre teorías que coinciden con aquellas ideologías que sustentamos. La verdad parece no importarle a nadie, a veces ni siquiera a las personas víctimas (directas o indirectas) de la agresión. Es difícil de reconstruir lo verdaderamente ocurrido. Otras manos interesadas desvían la atención con pistas falsas o poniendo en duda los indicios ciertos que se van descubriendo.

Es cierto que las instituciones han caído en descrédito. Pero con el mismo ímpetu con que descreemos las afirmaciones – aunque tengan fundamento científico- de aquellos que no se, encuentran en nuestro “vecindario” ideológico, aseguramos como verdadero, aunque a la lógica le parezca descabellada, la explicación de quienes se encuentran en nuestra misma trinchera.

La enumeración de agravios que ese frívolo personaje hizo a nuestro país conforma una larga lista difícil de enumerar. Pero la filtración de esas imágenes mientras se lo detenía y trasladaba eran grotescas. Boudou debe devolver todos los dineros de los que se apoderó, debe pagar con prisión los delitos gravísimos que cometió, pero la dignidad no debe estar en esa cuenta. Esas imágenes convierten la justicia en circo; son revulsivas porque nos ponen al mismo nivel de aquellos a quienes estamos juzgado.

Las razones para descalificarlo son inmensas. Muchos sentimos deseos de borrarle la hipócrita sonrisa de su rostro cuando realizaba acciones que causaban un intenso daño. Pero, así como me sumé a aquella lista  que lo aborrecía, hoy digo: ¡Así ,no¡

La República tiene valores que no debe olvidar ni siquiera por un ratito. Es grave lo ocurrido. Debemos juzgarlo y aun cuando muchas causas que hoy nos abruman con la prueba que acumularon, supieron de la oscuridad de los cajones de quienes no querían o no podían hacer lo que procesalmente correspondía, es hora de que hagamos justicia e intentemos compensar el daño realizado. Pero Justicia no venganza; Justicia no circo; Justicia no cortinas de humo para tapar aquello que deseamos que no se vea.