domingo, 17 de junio de 2018
«La fiesta argentina del aborto», por Carmen DE CARLOS


Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy
Me molestan que celebran  el aborto como si hubieran ganado el Mundial. Me produce un rechazo enorme ver a las estudiantes quinceañeras con el insulto y la ofensa como argumento para legalizar el aborto. También, me parece un delirio que los bachilleres argentinos se crean que los colegios son suyos y sientan que tienen derecho a ocuparlos y dejar a todos sin clase porque un grupo lo impone (aunque sea una mayoría).
Entiendo que es una frivolidad corear cosas como, “Iglesia, basura, vos sos la dictadura” y mucho más realizar pintadas con frases como, “Fuego al Estado”, “Jesús era gay” o “matá a tu papá, a tu hermano y a tu novio” porque quieres una ley de despenalización del aborto. También, me produce cierto pudor algunas mujeres que presumen de haberse realizado un aborto como si se tratará de un éxito. Estas situaciones las observo con tristeza y lo hago así porque considero que desvirtúan y envilecen una demanda, dramática, pero legítima.
La opción del aborto fue, es y será siempre, el reconocimiento de un fracaso, la derrota de un Estado incapaz de educar y facilitar a sus ciudadanas y ciudadanos (sí, ellos cuentan también) los recursos necesarios para evitar que una mujer termine con el mal trago de un pastillazo (y el efecto que conocemos) o en una camilla de hospital. El aborto es el drama que algunas arrastran de por vida porque hubo una vez, o más, que se descuidaron (o al hombre le falló el preservativo, que también pasa) y no quieren ser madres ni pasar nueve meses embarazadas. El aborto no es un triunfo, es una decisión –legal o ilegal- que acompañará para siempre y ese recuerdo, nunca es bueno aunque algunas traten de maquillarlo o disfrazarlo de logro personal.
Lo que no puede ser el aborto es una imposición, ni para la mujer ni para una Hospital religioso (no importa la confesión) que lo considere un pecado o algo contrario a su fe, como sucede con el proyecto de ley argentino aprobado hace unos días en el Congreso y pendiente de ratificación en el Senado.
El debate sobre el aborto es viejo y doloroso pero necesario en un país como Argentina donde, por cierto, ya existía bajo los supuestos de violación o riesgo de la madre.
No tiene sentido recurrir como argumento a las cifras de mujeres desangradas y hospitalizadas como consecuencia de su desesperación. O hablar de lo de siempre (por otra parte cierto), que las ricas pueden y las pobres no, que los hombres que lo censuran son los mismos que luego se desentienden de sus hijos etc, etc. En el mundo se ha escrito y se ha dicho todo sobre el aborto y en Argentina, unos lo entienden y otros no.
El problema, porque es un problema, no puede abordarse desde la agresión y la ofensa como se hizo, en parte, en la sucesión de monólogos del Congreso. Escuchar barbaridades como que habrá que crear un cementerio de fetos o comparar a las mujeres con perras y sus cachorros, resulta incalificable. Las mujeres somos personas de pleno derecho y debemos ser libres para decidir si queremos o no tener hijos. Y, si alguna se encuentran en la encrucijada trágica del aborto y opta por él, debe poder hacerlo de forma legal, segura y antes de que la fecundación se convierta en algo más parecido a una persona que a un inicio de embrión. También,  sin que se la acuse de ser una matarife. Demasiado castigo debe ser llegar a ese extremo para que le añadan otra pena más.