viernes, 4 de septiembre de 2015
La parábola de Scioli

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Adolfo Athos AguiarPor Adolfo ATHOS AGUIAR, para SudAmericaHoy

El Modelo Nacional y Popular del Kirchnerismo se presenta como una forma envejecida de la Tendencia Revolucionaria Peronista de los setenta. Hasta a los menos pudorosos les cuesta presentarse como revolucionarios después de doce años de gestión burocrática sin resistencias, en la ejecución de un modelo que nadie ha intentado explicar.

El “modelo” deposita ahora sus esperanzas de continuidad en la entronización de Daniel Osvaldo Scioli, generando una parábola que algunos les resulta difícil de superar.

A aquellos viejos setentistas les hubiera resultado detestable (para nada exento de envidia) un personaje como Scioli. Cuando ellos fundaban “la tendencia” Daniel Scioli era un aprendiz de playboy de la tercera división de la Burguesía Porteña, una especie de personaje secundario de las ficciones de Isidoro Cañones, correteando detrás de emplumadas coristas de la calle Corrientes. Apropiadamente quebrada la empresa familiar, base de su pertenencia social, y declarado insolvente a raíz de un incendio con víctimas fatales, Scioli se recicló como empresario de un deporte de poca competencia, favorecido por sponsors (YPF principalmente) cuyos carteles paseó por todos los mares del mundo. El resto de su evolución personal e ideológica es más conocida.

Sin embargo, el traje de lo Nacional y Popular le cae a cualquiera. No elige a sus poseedores y siempre está disponible.

Néstor Kirchner –quien lo desempolvara para iniciar su transformación en un Macbeth a la criolla– pasó apenas un par de los años setenta como un desangelado personaje secundario de los movimientos universitarios peronistas en La Plata, sin siquiera aspirar al rango de “perejil”, como ellos mismos llamaban a sus militantes periféricos. En la cosmopolita (al menos, con una masiva presencia latinoamericana) Universidad Platense de los primeros setenta, la comunidad estudiantil del interior recuerda a Kirchner con cierto afecto, más por su entusiasmo –no muy eficaz- para jugar al básquet que por su actividad política. Destacado por su tamaño como pasivo y casi afable garde du corps en algún acto universitario, nadie recuerda haberlo oído hablar, y si lo hizo, nadie recuerda haberlo escuchado. Se recicló prontamente para reflotar el negocio familiar en Santa Cruz , sin que nunca –a diferencia de su esposa- haya pretendido ejercer una heroica resistencia contra la Dictadura.

En la misma época su heredera, Cristina Fernández, era estudiante de la misma facultad y pese a ser local, genera menos recuerdos entre los estudiantes de la época. Sí la recuerdan algunos platenses “del centro”, porque su mayor aspiración era tener una suegra a la que acompañar a Misa a San Ponciano, la iglesia parroquial -ahora basílica- tradicional de La Plata. Algo así como ser Princesa en la República de los Niños. Premio consuelo o verdadero amor, sin o antes de graduarse, siguió a su esposo a Santa Cruz, donde acumularon una fortuna (no tan grande como la que muestran ahora, ni mucho menos como la que mostrarán) gracias a la política económica del Proceso (dictadura).

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Con semejantes capacidades de mutación, Scioli no es un heredero que desentone. Comparte con ellos una formación académica mínima, una cultura general pobre, un sentido crítico escaso, una formación doctrinaria inexistente, una capacidad intelectual básica. Aunque Cristina intenta disimular estas limitaciones, chisporroteos como el de Corbacho la retornan indefectiblemente a la realidad.

Exagerando las tendencias mundiales, las carreras políticas argentinas deben concentrarse más en acumular poder electoral que en ejercerlo constructivamente una vez obtenido. En esas características -no afectadas por otras diferencias superficiales- no se diferencian de ellos tres (Kirchner, Fernández y Scioli) prácticamente ninguno de los candidatos del resto del elenco estelar de las elecciones iniciadas con las PASO 2015.

Son notorias y notables, pero sólo excepciones, las de Elisa Carrió y Margarita Stolbizer (ambas irreparablemente eyectadas “por conflictos de principios” del radicalismo); probablemente y en menor medida Felipe Solá, candidato a gobernador del Frente Renovador por descarte y deserción de todos los demás; obviamente algunos candidatos de la Izquierda.

La construcción más marketinera y tecnócrata del Macrismo en Cambiemos y la novedad de sus personajes, dificulta realizar un examen que arribe a una conclusión parecida, aunque tampoco se presentan características que alienten especular con la contraria.

Con sus contradicciones vitales, Scioli y su carrera política se aproximan notablemente al personaje del “Inverosímil impostor Tom Castro”, haciendo más notables sus contrastes. Pero en lo sustancial, es el exponente arquetípico del modo y naturaleza en que se desarrollará la actividad política en la Argentina por unos cuantos años más.