viernes, 18 de agosto de 2017
Las puertas de la justicia


Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy

La victoria, o simulacro de primarias, según se mire, parece haber dado nuevos bríos al Gobierno de Mauricio Macri. El Consejo de la Magistratura, órgano que juzga a los jueces, aprovechó el vacío, por unas horas, de uno de sus miembros (un kirchnerista que ocupaba el puesto de forma ilegal) y antes de que fuera remplazado por otro, suspendió al camarista Eduardo Freiler. La jugada, o picardía, demuestra que el “macrismo” también sabe jugar con un as en la manga, aunque no sea ese su estilo ni, hasta ahora, haya demostrado tener esas habilidades.
Freiler es un juez emblemático en el sentido más peyorativo que uno pueda imaginar. Su patrimonio de multimillonario (varias casas, coches de colección y cuenta corriente en modo Palo Alto) parece imposible de justificar legal y honradamente. Sus horarios y debilidades tampoco son propios de un magistrado. Sus fallos, con los de sus dos compañeros de Cámara, solían terminar en las portadas de los periódicos y no precisamente para recibir aplausos. El kirchnerismo está en deuda con él (y con otros de sus compañeros) y pensó que, una vez más, podía salvarlo del yugo de la justicia verdadera. Con esta jugada imprevista del oficialismo ahora lo tiene más complicado porque Freiler tendrá que sentarse en el banquillo del juicio político.

Lo de este juez puede parecer una anécdota pero también significar algo más. El Poder Judicial en Argentina está identificado con una manzana podrida hasta el corazón, por no hablar de la cabeza que, todavía hoy, lleva el nombre de Ricardo Lorenzetti. Ningún argentino se asombra al escuchar que en su país las sentencias, en determinados ámbitos, tienen tarifa y no precisamente plana. Los males de esta democracia están directamente relacionados con eso. Ningún país ni Gobierno puede hacer lo que se le antoje sin la complicidad de la justicia. Esa misma justicia tiene un olfato formidable para descubrir cuándo cambian los vientos del poder y ahora se le ensucia el morro de olor a Cambiemos, la coalición de Gobierno.
La hora de la verdad electoral -aunque relativa- será el 22 de octubre.De ese escrutinio saldrá una composición parlamentaria (se renueva la mitad de Diputados y un tercio del Senado) que, si confirma las primarias, convertirá al oficialismo en una fuerza sólida y segura de sí misma. El efecto político será ese al no tener en esta ocasión (por el sistema de reparto de escaños) la posibilidad de disponer de mayoría absoluta en ninguna Cámara.

Con la inercia de la victoria es previsible anticipar que los jueces y Cámaras que solían hacer guiños a la colección de procesados del anterior gobierno -y a la ex presidenta Cristina Fernández- comiencen a mirar de frente a la Casa Rosada, aunque ésta, de momento, no les abra la puerta de par en par.