lunes, 29 de mayo de 2017
Macri y Carrió, lo que las urnas unen no lo separa una crisis


Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy
El sistema electoral de Argentina, junto a otros factores, hace que gobernar sea un ejercicio espasmódico bianual. Tener que acudir a las urnas, cada dos años, hace muy difícil que el presidente de turno administre y adopte las decisiones que considere, en rigor, convenientes para mejorar la vida de los ciudadanos. La guillotina del voto suele condicionar su gestión al imponerse sobre el bien común la necesidad de unos buenos resultados que le permitan tener suficiente mayoría legislativa. Ese problema es fruto de la reforma de 1994 de la Constitución que pactaron los ex presidentes Raúl Alfonsin y Carlos Menem. En este contexto y con los antecedentes y resabios de la década kirchnerista, Mauricio Macri intenta administrar un país lleno de trampas del peronismo y de los otros.
Los frentes del presidente de Argentina, además de los conocidos con el sello de la fracasada gestión “K”, se esparcen dentro y fuera de su coalición de Cambiemos. Su aliada, la diputada Elisa Carrió, no va a ceder un ápice a la hora de señalar la corrupción y los desmanes, tengan el apellido que tengan. No importa si estos afectan a ex ministros de Cristina Fernández de Kirchner o salpican al círculo íntimo o familiar de Macri, llámese el asunto Odebrech, Correo, servicios de inteligencia o cualquier otro de los muchos que existen e, inevitablemente, saltarán a lo largo de los dos años y pico que le quedan de gestión .

El problema, nuevo pero previsible para el Presidente, es el camino que elige la diputada identificada como la eterna reserva moral de Argentina. Dirigirse a Mauricio Macri a través de la televisión no es una buena idea. Por el contrario, la senda de la denuncia mediática y de algo muy parecido a la amenaza o la extorsión, es la vía perfecta para hacer saltar por los aires a Cambiemos, un equipo, con todos sus defectos y virtudes, que Argentina necesita mantener si, de verdad, quiere pasar página del último y caótico capítulo de su historia y escribir uno nuevo con vocación de Estado y futuro.
El vínculo entre Elisa Carrió y Mauricio Macri es y ha sido clave. Sin éste, posiblemente, Daniel Scioli y Carlos «el chino» Zannini serían hoy presidente y vicepresidente de Argentina, que viene a ser lo mismo que decir que este país estaría rodando cuesta abajo a un ritmo muy parecido al de Venezuela. Demonizar a estas alturas a Carrió es un error tan grande como no tomar conciencia de que ella, honestamente, quiere -y le conviene- ayudar al Gobierno. El presidente tiene derecho a exigirla que antes de armar el escándalo frente a una cámara de TV le haga una visita a su despacho pero Macri no puede -y probablemente no lo intente- pretender que Elisa Carrió dejé de acusar al presidente de la Corte Suprema, denuncie la impunidad de la justicia o baje la guardia frente al escándalo de turno. Y, bien visto, esa actitud es la que hará, a la hora de la verdad (el voto), más creíble su apoyo al Gobierno.