sábado, 28 de octubre de 2017
«Nadie nos mira», Roma le echa el ojo a Julia Solomonoff


Roma. por Ernesto Pérez, para SudAméricaHoy
“Nadie nos mira”, tercer largometraje de la argentina
Julia Solomonoff, relució en la segunda jornada de la duodécima Fiesta del Cine de Roma, nada menos que en compañía de un par de veteranos como los hermanos Paolo y Vittorio Taviani y de Kathryn Bigelow, única mujer ganadora del Oscar a la mejor dirección por “The Hurt Locker” en 2008.
Con su nuevo film, Solomonoff corrobora la calidad creciente de su cine, ya percibida con “Hermanas” del 2005 y más aún con “El último verano de
la Boyita” de 2009, esta vez contando la historia de un actor de telenovelas
argentino que escapa de una relación sentimental buscando nuevos horizontes
en Estados Unidos.
Pero una Nueva York vivida en tres estaciones distintas, entre verano e
invierno y nuevamente en verano, no le ofrece a Nicolás otra cosa que
trabajos ocasionales de baby sitter, audiciones para una película que no
termina de concretarse y decepciones a granel.
Guillermo Pfening encarna a este joven actor que huye de sí mismo y
termina por reencontrarse recién al aceptar su derrota y volver a Buenos
Aires, donde abandonará una fácil popularidad televisiva para emprender una
carrera más ambiciosa y remuneradora espiritualmente en el teatro.
Con él se luce Rafael Ferro en el papel del productor de la telenovela que
lo ha hecho famoso pero que es la presencia negativa de su vida de la que
deberá liberarse.
Lucio Bonelli fotografía con calidez una Nueva York a lo largo de las
estaciones mientras el guión de la directora y de Christina Lazaridi crea
gustosas viñetas protagonizadas por inmigrantes llegadas de todos los países
de América Latina, en su mayor parte indocumentadas, que hacen de coro a una
historia de frustración que Solomonoff describe con toque leve y
comprensivo.
El film fue estrenado en abril de este año en el festival de Tribeca de
Nueva York, donde Pfening ganó el premio al mejor actor, y acaba de pasar por
el de Varsovia, donde estuvo la directora que debió saltar Roma porque uno de
sus hijos tuvo una crisis asmática y tuvo que volver precipitadamente a Nueva
York, donde vive y enseña en la Universidad de Columbia.
“Nadie nos mira” es una coproducción mayoritaria argentina con
participación de capitales colombianos, brasileños y norteamericanos,
consolidando una tendencia del cine de América Latina que además de recurrir
al apoyo de España, Francia, Alemania y por último Noruega, comienza a
abrirse a otros mercados de la región.


Los hermanos Taviani son una verdadera leyenda del cine italiano. Están en
la brecha desde hace más de 60 años (su primer corto data de 1954) y entre
los dos suman 174 años lo que no les impidió ganar en 2012 el Oso de Oro del
Festival de Berlín con el admirable “Cesare debe morir”.
Hoy vuelven al tema de la Resistencia al fascismo durante la segunda
guerra mundial, que han frecuentado numerosas veces en cine, inspirándose en
una novela de Beppe Fenoglio, que fuera partisano, llamada “Una cuestione
privada” que da el título a su nuevo film.
Pero lo hacen desde una perspectiva diferente porque cuenta la historia de
un partisano que trata de salvar la vida de un amigo y rival de amores,
capturado por los fascistas, canjeándola con la de un prisionero mussoliniano
que busca inútilmente a todo lo largo de la película.
Interpretado por el más grande actor joven italiano del momento, Luca
Marinelli, capaz de sobreactuaciones maravillosas como en “Lo chiamavano
Jeeg Robot” o “Non essere cattivo” pero también de actuaciones medidas
y controladas como en este film, “Una cuestione privada” es un formidable
documento sobre un episodio convulsivo de la historia italiana cuyos ecos se
perpetúan hasta nuestros días.
También Bigelow recurre a un momento particular de la historia de su
país, las revueltas de la población negra, pobre, marginada y víctima de la
violencia policial, desde los años 60 del siglo pasado en adelante,
describiendo en “Detroit” un episodio nunca bien aclarado en la que tres
policías matan a mansalva y por puro racismo a tres adolescentes negros,
saliendo indemnes del juicio al que fueron sometidos, gracias a la
benevolencia de un jurado compuesto por blancos y un juez complaciente.
El hecho ocurre en Detroit al final de una revuelta que asoló media
ciudad con incendios, saqueos, balaceras y la intervención de la Guardia
Nacional en ayuda de la policía local.
Más comoda en la descripción documental de un hecho real que en un
relato de ficción, Bigelow se juega el todo por el todo en este recuerdo de
un episodio vergonzoso de la historia de su país.