jueves, 16 de agosto de 2018
«Navegar en las tinieblas de la corrupción», por Marta NERCELLAS

Por Marta  NERCELLAS, para SudAméricaHoy

El 16 de diciembre del 2016 no sólo ingresaba a la Casa de Gobierno un presidente sin el abrazo institucional que representa, que el anterior mandatario le haga entrega de los símbolos del poder, sino que por añadidura en cada dependencia oficial los funcionarios que debían asumir se encontraban con un panorama desolador.
Elementos de trabajo destruidos o faltantes y sobre todo, inexistencia de toda información vital para continuar con la tarea de gobernar un país. Las memorias de las computadoras habían sido borradas, los papeles “expropiados”. Se subrayó la falta de estadísticas, pero en rigor era la falta de la historia institucional reciente. No hubo diagnóstico, en rigor era difícil realizarlo frente al cuerpo yermo del país devastado. ¿Se debió mostrar lo encontrado? Ya es un debate infructuoso
La imagen deprimía y preocupaba. Era difícil tomar decisiones sin saber que obligaciones teníamos pendientes, qué tareas estaban en curso, qué empleados conforman la planta permanente, si había contratos, de quienes dependían y, en algunos casos, hasta en qué lugar realizaban su desconocida tarea porque no entraban en el espacio físico de las oficinas.

Los ex presidentes Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández

Se comenzó a navegar en las tinieblas y sin informar que carecían de visibilidad. Las olas comenzaron entonces a golpear primero el casco, luego comenzó a ingresar agua a la cubierta y hoy las velas comienzan a desgarrarse. No queda otro remedio que empezar a explicar algunos detalles de esta accidentada navegación y menos puede dejar de hacérselo, cuando aparecen bolsos, autos, aviones, remiseros, pilotos, empresarios y funcionarios, que se empujan para llegar antes a los despachos judiciales para contar parte de la historia que vivieron.
En esa limpieza de vestigios de lo actuado, como ocurre en las casas con demasiados rincones, entrepisos, bohardillas y sótanos, se olvidaron en el baúl del auto del secretario del gobernador de Chubut el listado de sus delitos; desconocieron la existencia de los cuadernos que escribía, las fotos que tomaba y los videos que grababa el chófer de uno de los “valijero” que el matrimonio presidencial ( Kirchner- Fernández-) tuvo; también se le escurrieron los pendrive del secretario del Jefe del Gabinete Nacional y tal vez, alguna otra anotación, exigida entonces para rendir cuentas del ilícito accionar, pero que hoy devienen en fantasmas que los señalan por los pecados cometidos. Controlar el “negro “es difícil, hay que dejar demasiadas huellas si se teme que alguno de los partícipes en el delito, quiera cobrar alguna “comisión” no acordada.
Los “arrepentidos” están completando con sus datos los renglones sin escribir de aquellos cuadernos que dieron inicio a la investigación. Cuadernos que hoy integran la prehistoria por las pruebas que confirman sus palabras.
Hasta el nombre “arrepentidos” hiere los oídos. No se arrepienten de nada, no piden perdón por lo hecho. Tratan de sacar ventajas procesales al verse entrampados con las pruebas que se van reuniendo. Es cierto, ayudan a acelerar la investigación, muestran datos que sin la colaboración de quienes intervinieron en el delito hubieran sido difícil de averiguar. Hablan de vulnerabilidad ante un gobierno corrupto y extorsionador. No yerran en la calificación, pero no parece que sus cuentas bancarias se hayan visto perjudicadas por los agravios a los que los sometía el régimen. Los que mandaban exigían – y seguramente no de buenas maneras- pero los que obedecían (empresarios, funcionarios y dependientes) no parece que se sintieran agraviados, sólo se preocuparon de cobrarse un peaje que les ayudara a silenciar sus conciencias.

El ex secretario de Obras Públicas José López, el hombre que ocultaba los millones en un convento

La libertad – todas, incluso la de contratación- fue fuertemente agredida por el gobierno kirchnerista. Pero en el caso de la mayoría de los empresarios que hoy se quejan y pretenden convencernos de que fueron víctimas de ese abuso de poder, colaboraron en el plan que los gobernantes propusieron. Carterizaron la obra pública, la repartieron entre los que participaban en la mesa de los elegidos, decidieron a su arbitrio precios, obras y hasta finalizarlas o no, según las conveniencias del momento.
Las asociaciones empresariales no se unieron para denunciar los delitos, se juntaron para delinquir. Sus negocios se vieron favorecidos, sus ganancias aumentadas y hoy no parece que, al menos voluntariamente, estén ofreciendo devolver aquellas sumas en las que se enriquecieron o aquellos montos que sumaron a los presupuestos de las obras. No importa si los sobreprecios se los entregaron a los funcionarios, pagaron mal porque pagaron lo no debido y bien se sabe que el que paga mal, paga dos veces.
Cada vez que se hinca el diente en los relatos de los miembros de la banda, salta más pus. Parece que no tiene fin. No sabemos a dónde conducen tantas puertas que se van abriendo. Con todos los riesgos que eso encierra, con los rebotes negativos en la ya lastimada economía, con la desazón de comenzar a convencernos que nada hay sano en ninguna de las áreas, debemos seguir profundizando, escuchado, probando todo el daño que se causó.
No importa siquiera que los núcleos duros del Kirchnerismo sigan creyendo que es una fantasiosa creación para tapar los errores del actual gobierno. Que pretendan que el Juez que está investigando no tenía competencia y que es fruto del fórum shopping su participación. Que no son los cuadernos manuscritos sino fotocopias que no se podrán peritar. Que las confesiones resultan provocadas por las detenciones. Se quejan por las formas, pero ni siquiera los más fanáticos se anima a afirmar que los hechos no existieron. Los cuadernos son hoy sólo una ayuda memoria para que los “colaboradores eficaces” como llama la ley a los delincuentes que confiesan, no se olviden de algunas fechas o direcciones. Nada hay para peritar, la prueba reunida acreditó sobradamente su contenido.


Kirchner dijo: “No voy a dejar mis convicciones en la puerta de la casa rosada”. El primer error que cometimos es no haberle preguntado cuáles eran esas convicciones; tal vez, si hubiéramos observado cómo gobernó Santa Cruz durante los muchos años que fue gobernador, hubiéramos anticipado lo que ocurriría. Sólo exportaron el modelo provincial. No eran muy creativos. Son absolutamente primarios: dinero “físico”, en bolsos que se trasladaban desde el que pagaba la “coima” (cualquiera sea la naturaleza con que se pretenda disfrazársela) al que las exigía. No hablo siquiera de extorsiones, pero tampoco creo que ningún empresario generosamente se desprenda de tantos millones.
Se acusa a la ex presidente de ser jefa de una asociación ilícita (esto es nada menos que una banda organizada para cometer delitos). Para protegerla hilvanan argumentos pseudo jurídicos fundados en una sentencia de la Corte (dictada para proteger a otro expresidente que tuvo idéntica acusación: Menem). “El Poder Ejecutivo no puede ser una asociación ilícita” dicen dogmáticamente, pero la realidad que describen quienes fueron sus miembros los delata. Eran una verdadera banda organizada para vaciar las arcas del Estado, y tenía perfectamente distribuidos sus roles. Obviamente sus jefes eran los Kirchner y los organizadores, funcionarios y empresarios como lo describe el propio Wagner.
La lista de delitos perpetrados por quienes integraban el Poder Ejecutivo ( y no uso el potencial porque la materialidad de los hechos está suficientemente acreditada) con la colaboración imprescindible de integrantes del poder legislativo, el judicial y empresarios; la coordinación para su perpetración; la división de roles que describen algunos de los que participaron del desfalco; no puede sino calificarse como una banda destinada a cometer delitos, aun cuando en el entretiempo realizaran gestiones de administración del estado.
La expresidente no puede ser detenida porque una interpretación extensiva realizada por sus colegas senadores dice que la ley de fueros lo impide. Ese mismo congreso actuó como encubridor del delito cuando nacionalizó Ciccone para borrar las pruebas. Hoy vuelve a hacerlo convirtiendo en guarida a sus despachos y no logrando siquiera quorum para autorizar al Juez que interviene a allanar los domicilios de la principal imputada.
Mafias en los gremios, en las municipalidades; en el correo, en la Aduana; en la Afip; en los servicios; en las empresas estatizadas y, aunque cueste creerlo, también se armó una mafia en las universidades que permitían tercerizar dineros para la corrupción, contabilizándolos en el presupuesto como dineros para la educación; embajadas paralelas encargadas de negocios espurios; artistas e intelectuales captados por ese falso progresismo corrupto.
¿Cuánta verdad somos capaces de soportar y cuántos contratiempos económicos podremos aceptar teniendo como objetivo lograr un cambio en la institucionalidad, la transparencia y los valores éticos? ¿Deberemos darle razón al poeta cantando: “… Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio»