lunes, 23 de julio de 2018
«Palabras», por Marta NERCELLAS

Lo sindicalistas Hugo Moyano y Luis Barrionuevo

Por Marta NERCELLAS, para SudAméricaHoy

Las palabras destruyen, consuelan, hieren, hilvanan sueños y desarman vidas. La fuerza de las palabras es inconmensurable y, sin embargo, se las ha vaciado de contenido. Hoy cuando se utilizan algunos términos nadie sabe qué se quiere decir exactamente.
Las palabras quedan engarzadas en nuestra mente, aunque pretendamos olvidarlas. Una vez que atraviesan nuestros labios, adquieren vida propia, hacen su grieta o su puente, tienen materialidad y dejan secuela. Con esas cicatrices se construye nuestra historia, la personal y la institucional.
Cuando un periódico titula: “El gobierno enfrenta a los gremios….” porque avanza en auditorias que intentan determinar cómo recaudan el dinero de los trabajadores y cómo lo emplean; nos transmite que procurar que se cumpla con la ley que determina cómo se debe utilizar aquello que se le resta del salario a los asociados, es una riña, una deslucida pelea. Controlar es perseguir, mirar las cuentas un fisgoneo que pretende limitar la libertad sindical.
Quienes dicen representar intereses de trabajadores, derechos humanos o incluyen en su epígrafe alguno de los nombres caros a nuestros sentimientos, no debe ser limitados por las leyes, ni fiscalizados, sin importar siquiera que el estilo de vida de sus líderes no parece corresponder a sus ingresos declarados o si sus formas incluyen la violencia, el quiebre de conciliaciones obligatorias o acometen contra derechos de otros ciudadanos, que no tiene el “paragua” de integrar alguna asociación social o partidaria.
No importa si se los audita porque no entregan los datos que la ley le obliga a notificar o por qué se verifican irregularidades en forma manifiesta. Quien los audita, los “aprieta”, según afirman.


Baradel (representante de los docentes sin siquiera serlo) nos habla de intencionalidad política, de extralimitación del Ministerio en lo que tiene que auditar, mientras condena a la falta de clases a los escolares bonaerenses, impidiendo o escrachando a los maestros que quieren estar al frente de sus aulas. Cuesta entender. Hablamos idéntico idioma, pero en cada rincón de intereses, el dialecto empleado impide que nos comprendamos.
Las opiniones están polarizadas, no podemos concederle ni siquiera razón parcial a quien se coloca en un sector distinto a aquel que consideramos correcto. Los estilos son opuestos, pero coinciden en la falta de respuestas claras y racionales a los diferentes planteos.
Creemos que se puede terminar con el déficit fiscal y con la inflación sin desarmar el Estado hiper atrofiado y sin agredir intereses corporativos e ideológicamente cristalizados. Exigimos una respuesta mágica a todos los males. Soluciones sin esfuerzo ni compromiso. Tememos correr los obstáculos que hábilmente supieron construir quienes apuestan al fracaso del actual gobierno y queremos reparar los daños estructurales de esa obra con dinero prestado, pero sin contraer deudas.
El triunvirato que dirige la CGT le envió una carta a Lagarde para comunicarle que el acuerdo que el FMI celebró con Macri es sólo de Cambiemos y que el resto de la política, de los sindicatos y de las representaciones sociales se oponen. ¿Qué significa?, ¿entenderán lo que es un gobierno representativo y republicano?
En rigor actúan como si lo desconocieran. Entienden que son las movilizaciones masivas las que deben indicar las conductas de los gobernantes. El mandato de las urnas para que nuestros “delegados” nos representen, es algo en lo que descreen. Ellos siguen diciendo que es lo que se debe hacer y qué no y si no, paran el país. Aquí ni siquiera cuenta como cuando se vota, la parcialidad que representan, son muchos y mandan. Son el 10%, el 15% , no importa, llenan las calles y eso alcanza.
Cuando en pleno gobierno nacional y popular se acordó con el GAFI sancionar leyes que agreden principios de raigambre constitucional – el «autolavado» de capitales, por ejemplo- ninguna de estas voces dijo que era un acuerdo que sólo celebró el partido gobernante. Expropiaron YPF sin respetar principios legales y no aparecen sus ejecutores haciéndose cargo de los graves daños económicos que la indemnización con la que, seguramente, nos sancionaran por ese incumplimiento, ocasionará al país.


La continuidad jurídica del Estado no es una ficción que podemos dejar de lado cuando nos parece, es una imposición para poder integrar el concierto de las naciones y que la vapuleada seguridad jurídica que nuestro país ofrece sea un poco más consistente.
El sentimentalismo político nos hace repetir que nuestras expectativas fueron defraudadas. No preguntamos cuántos colaboran para evitarlo, aun del grupo de aquellos que comprenden y dicen apoyar la salida institucional.
El gobierno ¿arrió las velas como dijo el presidente de la Nación para conservar el rumbo o le exigen que arrié las banderas porque si no hundirán el frágil velero que comanda?
Es difícil lograr los objetivos que pretendemos y conservar el exceso de gasto público (ningún sector quiere ceder los derechos que adquirió haciendo imposible disminuirlo). Hace años, ese gasto quebró el cinturón de la convertibilidad y licuó los salarios activando una crisis cuya profundidad no fue debidamente valorada. Aún entonces nuestro congreso prefirió aplaudir el mayor default de la historia que intentar disminuirlo. Se incumplieron las concesiones, se puso en crisis la seguridad jurídica, la estabilidad institucional, la sacralidad de los contratos, pero el gasto público no cedió a tanta crisis, turbulencia o tormenta y allí está, incólume.
Hoy nuevamente las palabras quieren modificar la realidad; nos hablan de tormenta evitando nombrar la palabra crisis como si al no nombrarla sus consecuencias disminuyeran.
La palabra no es respetada, pero resulta venerada. No creemos en el gobierno, en las promesas de la oposición, ni en la moneda; pero seguimos jugando con las palabras como si éstas pudieran modificar la realidad.
Un político habla y otro hace de su silencio su estrategia. Desconfiamos del uno y del otro, pero siguen teniendo espacio mediático comprobados mentirosos que, por ejemplo, aseguraron el triunfo de Scioli por varios millones de votos cuando ganó Macri, y también se escucha a aquellos que se sirven de noticias reales para usarlas tóxicamente, esgrimiéndolas como armas para corroer el poder de quien ahora lo ejerce, legítimamente, por derecho de las urnas.
No importa lo que diga la justicia ni la autopsia, Santiago Maldonado fue “desaparecido “ por el Estado porque eso conviene a quienes aún no se enteraron de la real desaparición de López hace ya muchos años, claro, cuando el gobierno era de otro signo político.
Los panfletos incomprobables tienen mayor prestigio que las investigaciones realizadas por periodistas con títulos académicos y premios internacionales o por Fiscales de idoneidad reconocida.
Quienes más gritan, como panelistas de programas de televisión, son más escuchados y más contratados. La verdad no importa si se la dice con tono mesurado y razonamiento pausado. La voz potente y las frases con muchos calificativos despectivos tiene un valor superior.
Las palabras, los silencios, los gritos , el histrionismo vale más que la verdad.