jueves, 19 de diciembre de 2013
Populismo y dictaduras, la prensa de AL bajo el fuego graneado del 2013

Hugo-CoyaPor Hugo Coya, para SudAméricaHoy (SAH)

Son personas que se sienten elegidas y destinadas a cumplir una misión superior. Forman parte de la historia de casi todos los países del mundo, aunque en América Latina tienen un lugar especialmente reservado por su frecuente aparición, su prolongada permanencia en el poder y las secuelas que dejan sobre la vida de sus pueblos.

Sus discursos están plagados de discursos altisonantes que reproducen -palabras más, palabras menos- la célebre frase “Après moi, le déluge“(“Después de mí, el diluvio”), atribuida al rey de Francia, Luis XV (1710-1774). Son bautizados comúnmente como «dictadores» cuando deciden asumir el rol sin pasar por las urnas y «populistas» si usan a su antojo ese procedimiento. Para aquellos iluminados, muchas veces, la democracia es un mero detalle que no debe impedir su tarea salvadora de redimir a sus naciones.

Desde el Río Grande hasta la Tierra del Fuego, los latinoamericanos han conocido todo tipo de gobernantes que incluyen tiranos de derechas como de izquierdas. Algunos de ellos son los responsables por las más tenebrosas páginas de la agitada historia regional que incluyen miles de muertos, desaparecidos, torturados o encarcelados injustamente.

Aunque parecían estar en extinción debido a que el advenimiento del siglo XXI trajo un inesperado huracán democrático en muchos países, hay algunos que consiguieron reinventarse, romper el molde y desafiar los nuevos vientos que soplan en el mundo.

El elemento común que une a los dictadores y populistas de viejo y nuevo cuño es, casi siempre, su truculenta relación con la prensa, a la cual intentan coaccionar, limitar o, simplemente, censurar. En estos regímenes, la prensa dúctil se convierte en su principal aliada y, cuando es independiente, su peor pesadilla.

Dentro de ese contexto, la prensa latinoamericana enfrentó este 2013 otro año con un ensombrecido panorama, incluso en países que se autoproclaman democráticos. La lista de agresiones es tan larga que no existiría suficiente espacio en una columna periodística para incluir todo o siquiera gran parte de los casos, lo cual demuestra que el autoritarismo y la demagogia no solo no han desaparecido de la región sino que se han multiplicado efervescentemente.

Un caso emblemático que se arrastra por décadas es el de Cuba, donde quedó demostrado que siempre hay posibilidad de profundizar el agujero de la falta de libertad de expresión con un incremento de los ya sistemáticos actos de repudio hacia quienes expresan su disconformidad al régimen y la detención arbitraria de unas 4,000 personas durante este año que termina, de acuerdo a la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional.

Su mayor socio en la región comparte también el dudoso honor de ser el país donde los atropellos a la prensa se están volviendo rutina: Venezuela. Allí el régimen del presidente Nicolás Maduro ha transformado en habituales las agresiones contra medios y periodistas con la creación de un organismo oficial de censura, las restricciones de divisas para productos importados para la producción de periódicos y una ola creciente de demandas contra los medios de comunicación privados.

En Centroamérica, el gobierno nicaragüense del presidente Daniel Ortega viene promoviendo un clima de secretismo y falta de información pública, haciendo que solo los medios oficiales autodenominados “Poder Ciudadano”, puedan informar asuntos de Estado. Ningún ministro o funcionario se le permite dar entrevistas, contestar preguntas o simplemente informar al tiempo que los atropellos a los periodistas son comunes y violentos así como la expulsión de corresponsales extranjeros.

Otro país donde la prensa vivió este año un ambiente cada vez más hostil es Ecuador, tras la aprobación de una nueva Ley de Comunicación que oficializa la mordaza y que premia o castiga a los medios con la contratación de publicidad y con la entrega de información. Esto sin contar con las detenciones provisionales, amenazas de juicio, golpizas e intentos de desacreditación, a través de decenas de cadenas de televisión.

En Bolivia, el gobierno del presidente Evo Morales siguió con su campaña por asfixiar al ya escaso 10 por ciento de medios independientes, apoyando un sistema de ataques verbales, aumento discriminatorio de supuestas obligaciones tributarias y manejo discrecional de la publicidad estatal.

En Argentina, la prensa enfrenta, asimismo, numerosos obstáculos, amenazas,  ataques y el boicot publicitario a los medios independientes, impulsados por altos funcionarios del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

No están todos sino apenas algunos casos, los cuales podrían considerarse como los más graves. Sin embargo, estos sirven para constatar que el autoritarismo y la demagogia son parte de algunos regímenes que llegaron al poder a través de los votos o no.

La prensa independiente de la región tiene todavía, pues, muchas batallas que librar el año venidero.