miércoles, 17 de agosto de 2016
Santiago Lange, contra viento y marea


Ignacio PeralesPor Ignacio PERALES

El hombre tiene 54 años, un pulmón menos y una medalla más en su vitrina. El último triunfo es el más importante de su carrera, el primer Oro olímpico después de dos bronces (Atenas 2004 y Beijing 2008). Lo recibió con el viento en contra: un divorció a cuestas, un cáncer que le quitó el oxígeno y un estado físico que necesita más cuidados y atenciones que el de un deportista de su categoría. Pero al argentino Santiago Lange la adversidad no le hace dar un paso a atrás, el regatista saca fuerzas de donde se supone que no hay, se crece y se hace inmenso. Lo demostró con su compañera de travesía, Cecilia Carranza Saroli, al imponerse en la categoría Nacra 17 mixto, en las poco recomendables aguas de la Bahía de Guanabara.“Estaba seguro de lo que hacíamos y los demás se equivocaron. Fue una regata increíble”, sentenció.

En 2015, prácticamente ayer, en Barcelona le extirparon el pulmón devorado por el cáncer. Ni él ni nadie podía saber que un año más tarde estaría en forma para participar de las Olimpiadas. “Fue tremendo. Yo le llevé al hospital cuando se descompuso. Jamás pensé que podría recuperarse y acá estamos”, le confesaba Carranza al diario argentino Clarín. La ciencia y la voluntad lograron el milagro. Ella lo explicaba a su modo. “Lo que veo en él es el ejemplo de que cuando alguien tiene una pasión, esa pasión la podés hacer todo el día. Nosotros somos los primeros en ir al agua para entrenar y eso es porque él siempre quiere mejorar. Me encanta navegar con Santi porque aprendo mucho todos los días”.

Santiago, el ingeniero naval, el navegante de aguas turbulentas está acostumbrado a mantener la calma en momentos en los que cualquier otro estaría dando saltos o gritando su desesperación. Pero él, es diferente. “El problema de salud tomó mucha dimensión y nunca me gustó que se hable tanto. El profesor de yoga me dijo que tal vez eso ayude a darle fuerza a la gente que pasó por lo mismo que yo y la verdad que tiene razón. Si lo que me pasó a mi sirve para colaborar con esas personas, que hablen todo lo que quieran”.

Los años parecería que fueran de poca ayuda en un deporte de tanta exigencia física como la vela. Pero él, de nuevo, lo ve de otro modo: «Para mí la edad es la que uno lleva en el corazón. Depende de las ganas que uno tenga de hacer las cosas. A mí me gusta ponerme objetivos para lograrlos, tal es así que ya tengo ganas de ir a Tokio, porque si la rodilla me lo permite estaré ahí«

Celoso de su intimidad, algunas consideraciones en diferentes medios de comunicación terminan de perfilar su historia. “Me separé de mi esposa y viví en un barco. No tenía un mango (un centavo). Un amigo me prestó un barco y terminé viviendo cuatro años ahí”, declaraba con la misma naturalidad con la que recibió a sus hijos cuando se echaron al agua y, brazada a brazada, lograron subir a la embarcación para darle un abrazo llenos de alegría. Lo primero que hizo fue preguntarles por su participación en las regatas donde también compiten pero en otra categoría.

La familia estuvo en Río, vió su actuación y lo celebró a su lado. ”Es la primera vez que mi mamá me viene a ver, están mis hijos… Es increíble estar acá porque soñé tanto con al medalla de oro que estos juegos Olímpicos dejan atrás todo el trabajo y sacrificio que hicimos. Cuanto más cuestan las cosas, más se disfrutan”.