jueves, 16 de octubre de 2014
Tapar el cielo (o el universo) con las manos


Ignacio PeralesPor Ignacio PERALES, para SudAméricaHoy (SAH)

Mientras Brasil y Uruguay recorren la recta final de sus elecciones, Argentina se hace un ovillo en su espiral de frustración y desconcierto.

La diferencia entre lo que dice el Gobierno y lo que sucede en tierra firme cada día es mayor. El Congreso difunde –como hizo esta semana- una inflación acumulada del 41,06 por ciento y el Ejecutivo, a través del Indec (Instituto nacional de Estadísticas y Censos) se enroca en 19,8 por ciento.

Algo similar sucede con un informe de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) donde se refleja que el 46,8 por ciento de la población activa de Argentina trabaja en negro (lo políticamente correcto sería, quizás, “hablar de blue” como con el dólar paralelo). La presidenta de Argentina, Cristina Fernández, calificó estos datos de “disparate total”.

“Estamos cansados de ver cifras que nadie nos explica de dónde salen. El objetivo es muy claro: asustar para ajustar”, proclamó la presidenta después de oir «la aclaración» del ministro de Trabajo, Carlos Tomada.

La OIT es un organismo que depende de la ONU (Organización de Naciones Unidas). Su informe, curiosamente, está basado en datos del Indec. Su interés en “asustar” resulta, cuando menos, ridículo. Los datos son los que son pero, como en cualquier historia, depende cómo se cuente, a quién se deje fuera y el razonamiento que se haga.

La negación como principio frente a la evidencia parece ser moneda corriente de un Gobierno que, muy a pesar suyo, tiene los días contados por mandato constitucional.

La retórica oficialista ya no convence a los argentinos que sufren en su bolsillo el alza disparatada de los precios. Tampoco el falso trabajo que se adjudica en las lecturas del Gobierno a aquellos que viven de la gracia de los susbsidios (18 millones) o, en las encuestas, reconocen que no buscan empleo. Todos estos, para el Gobierno, son mano de obra ocupada pero, no lo son.

Los problemas que acorralan a la Argentina no cesan. Peor, aumentan. La deuda impaga sigue su curso ascendente, las reservas del Banco Central van en sentido contrario y los parches para reducir la brecha cambiaria entre el cambio oficial y el negro “Blue” son eso, parches. La industria continúa con suspensiones y despidos de trabajadores y el horizonte aplaza cualquier impulso de optimismo, al día después de las elecciones de octubre del año próximo.

Los decorados políticos para maquillar el verdadero rostro de los conflictos empiezan a caer por su propio peso. La tensión en la calle y la violencia dejó hace tiempo de ser “una sensación” como se dice entre los muros de la Casa Rosada. La decisión de Santa Fe de prohibir la venta de armas y municiones durante los próximos tres meses es un botón de muestra. La Asociación para Políticas Públicas que dirige Diego Fleitas Ortiz, difundió un informe estremecedor: entre el 2002 y el 2012, un argentino fue asesinado cada tres horas.

Para tapar el cielo con las manos hace falta algo más que incontinencia verbal y mucho entusiasmo. Lo mismo sucede cuando lo que se intenta ocultar es el universo o algo más cerca del purgatorio o del infierno.

Cristina Kirchner