miércoles, 2 de diciembre de 2015
Todos somos Oyarbide

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Adolfo Athos AguiarPor Adolfo ATHOS AGUIAR, para SudAméricaHoy

De repente la Justicia Argentina, “esa burocracia que se apodera del nombre de un valor y una virtud”, reacciona enardecida ante los abusos del Kirchnerismo. Como los perros descartados que ladran a la polvareda que se aleja, hasta fingirá perseguirla.

Entre las prioridades de los nuevos -en realidad reciclados- operadores judiciales está el enésimo anuncio de obtener las cabezas de los emblemáticos Oyarbide y Canicoba Corral. Si nadie en su sano juicio puede defenderlos, nadie en su sano equilibrio moral pudo haberlos ignorado durante décadas.

Oyarbide vuelve a desempeñar en esta pantomima una de las inestimables funciones que ha cumplido durante toda su carrera judicial: la de un fantoche que se agita para distraer o provocar a la presa. Oyarbide es tan bueno en eso, porque ha aprendido con el tiempo a disfrutar de esa atención. Quepan dos módicos ejemplos:

La Corte del Menemismo lo utilizó ostensiblemente para anunciar disciplinamientos frente a los jueces escándalo (Carlos Branca, Francisco Trovato, Juan Carlos Wowe y Héctor Ramos; hoy, niños de pecho) y ante la evidencia de vínculos oscuros con la Policía Federal, los Organismos de Inteligencia, proxenetas (Aunque no surgieron evidencias de trata) y algunas conductas claramente delictivasNo obstante, Oyarbide fue “zafado” por una Sesión del Senado del 11 de septiembre de 2001 (en plena conmoción por los atentados masivos en Estados Unidos). En una previa sesión secreta se habían excluido los cargos penales de omisión de denuncia, enriquecimiento ilícito y amenazas y los cargos éticos , limitándose a su “conducta privada”.

La Corte del Kirchnerismo no tuvo problemas en utilizarlo en sentido inverso. En su house organ del Centro de Información Judicial en diciembre de 2009 lo presentaba como el modelo ejemplar positivo, sosteniendo su principal panegirista “el juzgado sigue siendo uno de los más productivos del fuero. ¿La clave? Muchísima voluntad de los empleados, los funcionarios y el juez (sic). Aunque es cierto que Oyarbide despierta en sus funcionarios y empleados una lealtad que muy pocos Jueces consiguen, la nota es hoy inoportuna:

“Por sus manos pasan las causas más complejas y resonantes de los últimos tiempos, como la investigación por los medicamentos adulterados y las escuchas ilegales(sic). La causa de los medicamentos adulterados está paralizada por irregularidades en el resguardo de prueba del propio juzgado  y en las escuchas ilegales, todavía está procesado un tal Mauricio Macri.

No es Oyarbide el único que puede sacar un procesamiento o un sobreseimiento express si viene de la mano adecuada. Lo que lo hace especial es en todo caso su exuberancia y el personaje desafiante que ha construido con el tiempo. Si la “carrera judicial” es un proceso lleno de humillaciones y condicionamientos, la compleja personalidad que describe Daniel Santoro en su minucioso “Señor Juez” ha formulado una resiliencia especial, y atractiva a su modo. Las tensiones a las que fue sometido durante su enjuiciamiento ante el Senado le proporcionaron dosis grandes de cinismo y templanza.

Oyarbide ha demostrado hasta dónde puede llegarse en la tensión de un sistema perverso. Si la fortaleza de una cadena depende de su eslabón más débil, si la calidad de un sistema complejo depende del peor de sus componentes, Oyarbide es apenas un ejemplo más para sus colegas, para mostrar la amplitud y la laxitud de los límites, hasta donde tolera el sistema si los errores y excesos si son correctamente administrados. Oyarbide es arquetipo y paradigma. Como muestran las notas citadas, ha servido tanto para un barrido como para un fregado. La Justicia Argentina es tan buena como Oyarbide o Canicoba, pero nadie puede afirmar que éstos sean los peores.

Ahora, la fatalidad que lo espera estará en ser un jubilado argentino de privilegio en el exilio, con ahorros acumulados que nadie se ha preocupado por examinar.

Por el mismo motivo que nos olvidamos de que “Todos éramos Nisman”, si no «Todos Somos Oyarbide”, es porque no nos animamos, o no tenemos tanto talento.