domingo, 18 de septiembre de 2016
Víctimas y victimarios

marta-nercellas11Por Marta NERCELLAS
Diferentes hechos que se han ido sucediendo en Argentina nos obligan a preguntarnos, ¿Quién es la víctima y quien el victimario? Parece una pregunta absurda, la definición de ambos términos es clara y no parece entenderse el motivo de la confusión. Víctima, es la persona que sufre un daño o perjuicio que es provocado por una acción u omisión, ya sea por culpa de otra persona, o por fuerza mayor. Victimario es el autor de ese daño o perjuicio, aquel que voluntaria e inclusive involuntariamente es el agente del menoscabo de algún derecho. Pero, en relaciones interpersonales tan intensas como las que vivimos, parece que esos roles no están tan claramente diferenciados. Víctimas y victimarios cambian en forma constante sus lugares aún en el análisis del mismo quehacer.
Ante el victimista (es decir aquel que se disfraza consciente o inconscientemente simulando una agresión o menoscabo inexistente; y/o responsabilizando erróneamente al entorno o a los demás) sí podemos contestar con firmeza. Cuando el acusado por defraudaciones innumerables, atropellos institucionales, abusos de poder, enriquecimiento ilícito y otros cientos de tropelías, señala a quienes lo investigan y no duda en acusarlos de que han orquestado una persecución infundada, poniéndose en el rol de víctima de una Justicia que quiere dañarlo; no tenemos dudas, culpa a los otros, -Jueces, Fiscales, denunciantes- como una forma de evitar verse y que lo vean en el espejo de sus propios actos. Investigar no es perseguir y el sujeto investigado no es víctima. Peinar al espejo cuando uno se mira en él y ve que esta despeinado, no modifica la imagen desarreglada que en él se proyecta.
Pero no todas las situaciones son tan claras. Podemos enumerar cantidad importante de hechos en los que poner el rótulo de víctima o victimario va a depender de cuál resulte ser el punto de vista del que partimos para realizar el análisis.
Edward Snowden se fugó de su trabajo en la Agencia de Seguridad Nacional (Hawai) con la información documentada de cómo EEUU interfiere millones de conversaciones privadas de jefes de Estado, políticos, famosos y de todos aquellos que decidieran poner en esa lista.
La cuarta enmienda (privacidad invasión arbitraria a la persona y sus documentos no resultó obstáculo para la tarea) Produjo con esa huida la mayor fisura de seguridad de EEUU que conozcamos ¿Se arriesgó por sus sólidos principios o traicionó a quienes lo contrataron y a su País? ¿El gobierno norteamericano es víctima o victimario? ¿Snowden?. ¿Quién le entregó los medios (el Estado Americano) para agredir bienes jurídicos ajenos que el propio Estado debía resguardar, puede rasgarse las vestiduras y colocarse en el rol de víctima? La respuesta parece ser negativa, pero, igualmente negativa será la conclusión si miramos el conflicto desde el lugar de quien se prestó primero a la agresión a la privacidad ajena y luego resolvió denunciarla.
El Estado debe protegernos. Tiene el monopolio del “ius punendi” y como contracara deberá ser el que realice la tarea de prevención y de represión. En ese deber deberán ser los más débiles los que reciban la mayor protección. Lógica compensación de la ley que imperaría (la “ley del más fuerte”) si la sociedad en lugar de organizarse hubiera permitido que los vínculos fuera de fuerza y no jurídicos. Pero a veces con esta premisa no alcanza, porque la duda recae sobre quienes el más débil


Las mismas dudas surgen en casos más próximos, lamentablemente muy próximos. Hace pocos días un médico mató a uno de los ladrones que querían robar su auto en la localidad de Loma Hermosa. Quien es el débil y quien el fuerte para lograr junto con la respuesta a ese interrogante concluir a quién el Estado debe prestarle la mayor atención.
La llegada de los delincuentes se produjo por sorpresa y en forma violenta. El médico que acababa su jornada de trabajo intentando curar a quien recurrían en su ayuda, es el débil de esa ecuación. Son los que vieron a apoderarse de lo ajeno los que aparecen como los fuertes y los que tienen capacidad de agredir, los que planificaron y concretaron el ataque. Pero esta es la foto, la película continúa pero no habré de tratar de reconstruir como fue exactamente el hecho porque eso está aún en debate. El médico toma un arma (que se discute donde se encontraba) y dispara matando a uno de los delincuentes. La policía encuentra que éste- el muerto- tenía un pistolón sin capacidad de tiro debajo de su pierna. Analizada las cosas desde el frío teclado en el que escribo parece que se invirtieron los roles y el médico se convierte en victimario de quien poco antes lo maltrató y golpeó.
La agresión que sufrió el médico era ilegítima, él no la había provocado. Los asaltantes decidieron cuándo y cómo atacar. El médico se vio involucrado en una situación que no eligió. La ley prevé en estos casos una causal que impide la punibilidad, pero, para ello la respuesta inmediata debe ser proporcional al ataque y la forma menos gravosa de evitar que continúe el agravio.
¿Los disparos realizados por el médico reunían estas condiciones? Aquí comienza el debate de quien es víctima y quien victimario. Debate en el que sin duda será importante el bagaje ideológico con el que venimos reseteados. Discusión en la que se mezcla el desgarrador grito de la madre del ladrón muerto reclamando “justicia” y afirmando que a su hijo lo fusilaron y la justa indignación de los vecinos que no pueden creer que se pretenda que antes de disparar el médico debió preguntar si el arma que lucía el atacante tenía poder de tiro.
Cualquier sea la respuesta: legítima defensa o no, lo que no puede pensarse en ninguna hipótesis es que el médico tenía una presencia de ánimo después de lo padecido como para decidir libremente cómo iba a proceder. Pretender que estamos ante un homicidio doloso que exige saber y querer el resultado muerte, agrede el sentido común. El médico cuanto menos estaba en estado de emoción violenta que le impedía comprender cabalmente sus acciones. Lo sucedido con posterioridad, detención, amenazas de los familiares del muerto, cambio radical de su vida y de su lugar de trabajo completan un cuadro en el que no podemos pensar que se retrata la imagen de un victimario. ¿Funcionará en el caso la posibilidad de que la pena natural que está sufriendo desplace la sanción legal?
Las garantías procesales fueron acuñadas porque sin duda una vez detenida una persona, cualquiera haya sido el crimen que cometió o al menos el delito del que se lo acusa, ésta es la parte débil frente al Estado que es por esa razón quien debe garantizarle el debido proceso, la posibilidad de defenderse y una prisión digna. En definitiva, el Estado debe asegurar que cuando se convirtió en titular de la acción penal lo hizo para asegurar que se impartiría justicia y no venganza.

En rigor es probable que unos y otros sean víctimas de la notable ausencia del Estado, de un Estado que no pudo impedir que el médico sufriera la agresión de la que fue objeto; que previamente lo hizo sentir que tenía que armarse para defenderse porque si era agredido estaría solo frente al agresor; de un Estado que tampoco sabe aminorar la angustia que causan las amenazas que hoy soporta él y su familia; de un Estado que no pudo o no supo en sus anteriores intervenciones punitivas arrancar de la calle del delito al ladrón que ahora está muerto.
Pero si para hablar de víctimas debemos pensar siempre en el más débil, en este caso el más débil es el que es sorprendido y atacado y aun cuando pueda pensarse que su reacción fue excesiva nunca podrá etiquetárselo como un homicida
La sangre clausuró las palabras como tantas otras veces, ojalá no nos impida encontrar las respuestas porque cada minuto que pasamos sin hallarlas más vidas resultarán dilapidadas.