lunes, 4 de noviembre de 2019
«Cómo evitar que el polvorín estalle», por Alfredo BEHRENS

Por Alfredo BEHRENS, para SudAméricaHoy[1]

En octubre de este año Lenín Moreno, presidente de Ecuador de centro izquierda, declaró el estado de excepción para contener las protestas de la población por la retirada de subsidios. No había terminado el mes, cuando Sebastián Piñera, presidente de Chile de centro derecha, también recurrió al estado de excepción para contener protestas semejantes en todo el país.

Parecería que los presidentes del Pacífico no aprendieron de la experiencia del prefecto de izquierda de São Paulo, Fernando Haddad, en junio del 2013. Mientras el prefecto estaba con el gobernador del estado, cantando en un restaurante de París, la población paulista se rebeló contra un aumento del pasaje de metro. El gobierno paulista, de centro derecha, respondió con represión, pero las manifestaciones corrieron como un reguero de pólvora por todo Brasil. Las fuerzas de seguridad de la Nación tuvieron también que intervenir y las sacudidas hicieron temblar los cimientos del Partido de los Trabajadores neutralizando para siempre al gobierno de izquierda de la presidente Dilma Rouseff.

Todos estos mandatarios fueron sorprendidos por las revueltas. Y sin distinción de orientación política, todos reprimieron, culparon a la oposición por los desmanes, y luego se retractaron sobre las medidas que habían deflagrado las manifestaciones multitudinarias. En resumen, todos capitularon, no necesariamente de forma oficial, pero desde el punto de vista de su eficacia como mandatarios, todos quedaron en entredicho.

La decisión de retractarse fue la única salida a la alternativa de seguir apaleando, arrestando y matando a una turba enajenada.

Lo curioso, por no decir inadmisible, es que estos mandatarios fueran sorprendidos cuando por lo menos desde la conferencia de 1985 en la Universidad de Princeton, se viene estudiando el tiempo de reacción a medidas antipopulares, la cual ocurre en menos de un puñado de días.

La propia OCDE lanzó en el 2011 un compendio de factores que pueden llevar a una sublevación. Esa lista es larga, porque como en las explicaciones para las caídas de los aviones, nunca hay una sola razón. Pero entre las razones que resalta la OCDE para las sublevaciones está la fragilidad de los gobiernos al tomar decisiones antipáticas en el marco de una aceptación baja por parte de la población, y en los casos de Lenín Moreno y Sebastián Piñera, la aprobación de ambos, iba en picada hacía meses, rondando apenas el 30%.

Un mandatario con baja aprobación tiene  que seguir gobernando, pero convendría que lo hiciera con mejor entendimiento de la capacidad de tolerancia de la población. Al no hacerlo, corre el riesgo de que le sorprendan con los pantalones por el tobillo, como parece haber sido el caso de Piñera quien, en vísperas del estallido social, en una entrevista al Financial Times afirmó que «Chile era un oasis«.  Dos días más tarde, tuvo que someter al oasis a un estado de excepción en su desespero por restablecer el orden. Tal era la desazón en la casa del Presidente chileno, que su mujer fue escuchada refiriéndose a los manifestantes como “alienígenas”.

Pero hurguemos en la desazón de la pareja chilena, por qué el comportamiento de una turba enajenada les resultó tan sorprendente hoy como lo fue para el premio Nobel Elías Canetti, cuando se refirió a las patotas (pandillas) nazis como enjambres. Esta metáfora es tan útil que perduró en el análisis profesional de estos eventos.

Una turba enajenada, como un enjambre, puede tener un alto poder destructivo y al no tener líderes, la respuesta policial de arrestar a los cabecillas pierde sentido. Lo ideal sería evitar la formación del enjambre, y para esto se hace necesario estar mejor enterado y percibir mejor las señales que anteceden a los desastres.

Menciono esto porque el compendio de la OCDE apunta unas 17 razones que podrían contribuir a una insurgencia que solo necesitaría de un disparador, como por ejemplo un aumento de precios.

Dicho sea de paso, todo parece apuntar a que Brasil ya presenta 13 de los 17 factores de la OCDE que califican una predisposición a la insurgencia. No menos entre ellos, la fragilidad institucional, como la inseguridad jurídica. Claro que habría que medir, y contrastar con la evolución histórica de esas dimensiones en Brasil, cuya población es proverbialmente más pacífica que la chilena. Pero sin medir las dimensiones de la OCDE seguiremos con el dedo salivado al aire para saber, más o menos, por dónde viene el viento. Ya estamos en el siglo XXI, aun cuando pareciera que algunos mandatarios no se hubieran dado cuenta y gobiernen como buscando protección de las lluvias de meteoritos o de alienígenas, sin siquiera noción de dónde vienen cuando caen.

Para entender algo mejor:

Bienen, H. & Gersovitz, M. (1986).  Subsidy Cuts, Violence, and Political Stability. Comparative Politics, Vol. 19, No. 1 (Oct), pp. 25-44.

Canetti, E. (1984). Crowds and Power. New York, NY: Farrar, Straus and Giroux.

Henkel, Scott (2017). Power, the Swarm, and the Literatures of the Americas. Jackson: Univ. Press of Mississippi.

Renn, O. Jovanovic, A. Schröter, R. (2011). Social Unrest. Paris: OECD, IFP/WKP/FGS(2011)5. https://www.oecd.org/gov/risk/46890018.pdf


[1] Alfredo Behrens, Ph.D. por la Universidad de Cambridge, es miembro del Consejo Asesor del Global Studies Think Tank de la Universidad de Salamanca, donde enseña temas relacionados con el liderazgo. Es autor de varios libros galardonados, entre ellos Gaucho Dialogues, premio ILBA 2018, sobre las insurrecciones en América Latina.