martes, 7 de julio de 2020
«Amarillo democracia», por Luli DELGADO

Por Luli DELGADO, para SudAméricaHoy

En buena parte del mundo que conocemos, defender la democracia viene siendo así como defender nuestro derecho a respirar, pero en América Latina es otro el cantar.   

La historia de nuestros países está plagada de dictaduras de mayor o menor duración que, como común denominador, representan períodos oscuros de censura, torturas y exilios, a veces revestidos de una fina capa de bonanza económica y vida “ordenada”.  

Yo crecí oyendo añoranzas de la época de Pérez Jiménez, dictador venezolano derrocado en enero de 1958, y estoy segura de que no soy la única latinoamericana que ha vivido esta experiencia.  

Por otra parte, América Latina está poblada por gente predominantemente joven, quienes en su mayoría han tenido la fortuna de haber nacido y crecido en nuestros recientes períodos democráticos. Ilustrando, el periódico brasileño de mayor circulación, Folha de S. Paulo, argumenta que 7 de cada diez brasileños sólo saben de la dictadura porque se la contaron. O sea, para el gran electorado la opción dictadura, si se idealiza, corre el riesgo de convertirse en la opción nueva en el menú, que promete eliminar ingredientes dañinos como la salsa de corrupción, los toques de narcotráfico, la espuma de pandemia y los aromas de frustración.  

Es por ello que me resulta interesante la iniciativa de la Folha de S. Paulo, en trabajo conjunto con la Red Globo, de iniciar una campaña en defensa de la democracia.   La Folha, como popularmente se le llama al periódico, ofrece durante este mes de julio un curso en línea de cuatro episodios a cargo del periodista y escritor Oscar Pilagallo, con spots promocionales transmitidos por la red Globo en su noticiero estelar.  El proyecto hace un recuento del período 1964-1985, además de   La iniciativa conjunta adoptó el color amarillo como color oficial de la campaña, con lo cual se le rinde tributo al color de la campaña “Diretas já”, que entre 1983 y 1984 reivindicó la enmienda constitucional que permitiría elecciones directas a la presidencia del Brasil por primera vez en dos décadas. A pesar de que entonces hubo concentraciones sin precedentes, la enmienda no fue aprobada. ¿Qué pasará ahora que está planteándose un nuevo retroceso?