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Discurso de Gabriel Boric
Por Verónica GOYZUETA, para SudAméricaHoy
La tercera prisión de José Dirceu, el cerebro que llevó a Luiz Inácio Lula da Silva y al Partido de los Trabajadores (PT) a la presidencia de Brasil, es una pala de cal sobre la trayectoria de un mito de la izquierda internacional. El hombre que fue preso y exilado en los años 60 y volvió convertido en un héroe de la democracia, comparte ahora la celda con un contrabandista, esta vez acusado por corrupción.
Su detención y lo que de ella puede desencadenarse es la pesadilla del PT, que pasa por el peor momento en sus trece años de Gobierno; de Dilma Rousseff, que ya es la presidente más impopular de la democracia y corre riesgo de sufrir un «impeachment» (juicio político o moción de censura), y de Lula, otro mito de la izquierda que, en cualquier momento, puede ser incluido en las investigaciones y procesado.
Según la denuncia del ministerio público brasileño, Dirceu sería el organizador de la gigantesca trama de corrupción en Petrobras, la principal empresa de país que, con su peso muerto, está contribuyendo a la recesión de la economía brasileña. El Petrolão, se habría originado en la experiencia del Mensalão, la red de sobornos que compraba votos de parlamentarios y que provocó la caída política del por entonces todo poderoso Dirceu en 2005 y su segunda prisión, en 2012.
Con base en testimonios de presos que están haciendo revelaciones a cambio de la reducción de sus penas, se sabe ahora que el antiguo jefe de gabinete de Lula perdió su cargo pero no el poder. Lo siguió usando para volverse un influyente consultor que, a través de su empresa JD Assessoria, facilitaba negocios en Brasil, otros países latinoamericanos, en África y Portugal. Entre sus clientes más importantes estaban las mismas constructoras proveedoras de Petrobras.
Estaba cumpliendo prisión domiciliar por corrupción activa (y mucho) cuando fue preso de nuevo por no haber dejado de «operar» mientras estaba bajo investogación por el Mensalão. La JD Assessoria, sería una de las 31 consultoras sospechosas de lavar fondos y repartirse cerca de 21 millones de dólares de la constructora Camargo Correa.
A los 69 años, demacrado y con muchos kilos menos, Dirceu es una sombra del guapo líder estudiantil y guerrillero que era en su juventud. No en vano las mujeres de la izquierda le llamaban “El Alan Delon de los pobres». El apodo combinaba con una vida de película. Encarcelado en 1962, durante la dictadura, fue canjeado un año más tarde por el embajador estadounidense Charles Elbrick, que había sido secuestrado por guerrilleros.
Dirceu vivió exilado en Cuba, donde se entrenó como guerrillero y volvió clandestinamente a Brasil en 1975. Utilizó un nombre falso y se cambió el rostro con una cirugía plástica. Escondido en una pequeña ciudad en el sur, Dirceu se casó, tuvo un hijo y trabajó como un vendedor común de textiles hasta ser amnistiado, cuatro años después. Fue entonces cuando le reveló a su mujer su verdadera identidad. A renglón seguido la dejó, y partió a São Paulo para fundar el PT al lado de Lula.
Fue también el ideólogo y ejecutor de la política de alianzas que hasta hoy sustentan al PT en el poder. Soñaba en ser el candidato que sucedería a Lula en la presidencia pero «el guión» se le escapó de la mano y Dilma Rousseff le arrebató el papel.
Jose Dirceu y Rousseff nunca se llevaron bien. Ella siempre evitó opinar sobre el hombre que pasa los días confinado entre cuatro paredes. Cuando le preguntan a la Presidenta sobre el asunto, responde que su Gobierno limpia y expone la corrupción. El PT va por el mismo camino y evita citar el nombre de su fundador. Pero el desenlace de la película de Dirceu ya es el crepúsculo del PT.