martes, 8 de marzo de 2016
Agonía y resurrección de Lula

sudamericahoy-columnistas-veronica-goyzueta-bioSão Paulo. Por Verónica GOYZUETA

Las explicaciones del juez Sergio Moro, el jefe de la operación brasileña anticorrupción en Petrobras, y la imagen de Luiz Inácio Lula da Silva defendido, cuerpo a cuerpo, por su militancia, muestran que los pasos a seguir en las investigaciones del Ministerio Público y de la Policía, tendrán que ser, de ahora en adelante, más cuidadosos. El expresidente, quedó claro, aún es un mito para buena parte de los brasileños.

Lula salió de su «detención» revitalizado, con más energías que nunca y  en plena forma. Según las encuestas, cuenta con un 20% dispuesto a seguirle si arranca su campaña para la elección del 2018. Pero, probablemente, su apoyo haya subido más después de los discursos con los que se defendió el pasado fin de semana. No obstante, los sondeos le colocan ahora en su peor momento desde que fue elegido presidente en 2002. Dicho de otro modo, cuenta con la quinta parte en intención de votos y eso, para cualquiera, sería un buen colchón para saltar en campaña. En el caso de Lula,  que salió de ocho años de mandato con cerca del 80% de aprobación, es, directamente, un trampolín.

El líder del sindicalismo brasileño no es más el mismo. A los 70 años está visiblemente envejecido (superó un cáncer de laringe en 2011), y es notorio que las investigaciones, que lo implican a él y a su familia, lo han golpeado duro. Pero con su facilidad de oratoria y el carisma de siempre, salió a flote tras su detención y demostró ser capaz de convertir la imagen de sospechoso en la de perseguido político. Logró revivir al izquierdista que dejó la prisión como un héroe de la democracia en los años 80. 

La operación de guerra con soldados uniformados de camuflaje y fusiles apuntando el objetivo, fue desproporcionada frente al viejo Lula, que se presentó las tres veces que fue convocado por la justicia, aunque fuera protestando. «Esas medidas buscan apenas aclarar la verdad y no significan la anticipación de la culpa del expresidente», afirmó el juez Moro al día siguiente, asumiendo que se le fue la mano. La polémica entre juristas se inclinó más hacia los que consideraron que no hacía falta ese espectáculo mediático. 

Una ética muy particular

Las sospechas sobre Lula y sus hijos son graves. No parece ético recibir favores como casas prestadas o aceptar las ventajas que sus hijos pueden haber tenido en contratos de consultoría pero hasta el momento, como el propio Lula defiende, no han encontrado nada comprometedor que esté a su nombre. 

Las únicas informaciones comprobadas son que Lula gana muy bien por conferencias que da en el exterior, patrocinadas por constructoras que tienen relaciones profundas con el estado brasileño desde los años 60, por lo que la militancia petista defiende que las investigaciones valgan también para antecesores, específicamente Fernando Henrique Cardoso.  

Lula argumenta que tiene que pagar sus cuentas y que lo contratan porque es uno de los mayores propagandistas de Brasil, lo que no hay como negarle. Otro argumento es que su antecesor, Cardoso, también vive de conferencias y de su instituto, un modelo de subsistencia que ambos copiaron del expresidente estadounidense Bill Clinton.

La otra prueba comprobada es que la esposa de Lula, Marisa Leticia, compró un barco de pesca de menos de mil dólares, para usar en una lujosa finca que Lula dice que es prestada por amigos. “Si pudiera le compraría un yate”, soltó el ocurrente Lula entre las carcajadas de sus militantes el día de su detención. 

La historia de Lula está muy arraigada en Brasil. El niño que huyó del hambre, se volvió un líder operario y llegó a la presidencia para sacar a 40 millones de la miseria es aún más fuerte para buena parte de los brasileños, que se identifican plenamente con ella, que la de un triplex sin dueño y una finca de lujo filmada por helicópteros que aparece a cada rato en la televisión. 

Por otro lado, recibir favores no es algo que los brasileños en general vean como un motivo para llevar a alguien a la cárcel, mucho menos a Lula. En la tierra del “jeitinho» una ética particular y popular que admite aprovechar las oportunidades que aparecen, favores no son vistos como algo grave.  

Moro, héroe y villano

El juez Moro, visto como héroe por opositores y como un villano golpista entre los lulistas, deberá presentar más pruebas que sospechas para no polarizar más aún al país que llegó muy dividido a las últimas elecciones. Las peleas callejeras del viernes entre petistas y opositores, muestran que la violencia está latente y que la población puede reaccionar muy mal en ambos lados.   

Sin pruebas concretas el expresidente podrá decir nuevamente que «no sabía nada”, la frase que ya lo salvó de otro escándalo en su primer gobierno en que sus hombres de confianza terminaron presos sin salpicarlo. 

Moro tal vez tenga que atender la demanda de buena parte de los electores que quieren que se investigue a todos. Es sabido que los desvíos de Petrobras no comenzaron con el PT y que la petrolera abastece hace por lo menos cuatro décadas la corrupción que sustenta a constructoras y a políticos de todos los partidos. Este esquema fue incluso replicado por constructoras brasileñas en otros países latinoamericanos y africanos, como prueban los archivos de Moro. 

Las investigaciones del Ministerio Público son serias pero podrían desarrollarse con mayor imparcialidad para aliviar un poco los ánimos entre oficialismo y oposición. A nadie le cabe duda que el PT desilusionó a mucha gente cuando mantuvo y ayudó a crecer esa trama de corrupción que ahora le pasa factura, le cobra el peor momento histórico y amenaza con derribar a la presidenta Dilma Rousseff (ya resucitó el impeachment) pero tampoco hay dudas de que para comprometer a Lula será necesario algo más que el recibo de compra de un barquito.