sábado, 17 de abril de 2021
«Los ángeles existen», por Luli DELGADO

Por Luli DELGADO, Para SudAméricaHoy

De repente te empiezas a sentir mal y no le haces mucho caso, pero llega un momento en que no queda más remedio que aceptar que estás enfermo y que los síntomas no son buenos.

PCR positivo, mucho cansancio, malestar, fiebre. Durante unos días te defiendes como puedes con remedios caseros, hasta que sientes que tienes problemas para respirar. Te vas a la emergencia del hospital y efectivamente, tienes una infección pulmonar, los niveles de oxígeno bajos y te dejan hospitalizado. El miedo a morir que sientes es enorme, no hay a quién recurrir, la soledad es inmensa.

Entre el malestar, el tubo y la morfina, vas perdiendo la noción del tiempo real, de si es de día o de noche, si lo soñaste o si efectivamente pasó. Y todo esto absolutamente aislado, a lo sumo alguien que te mira a través de un vidrio. A pesar de ti mismo comienzas a sentir que tu esperanza se derrite.

Este proceso tan terrible, con mayor o menor grado de complicación, ha afectado a muchas de las 140 millones de personas que han sido infectadas hasta la fecha en el mundo entero, de las cuales 3 millones han perdido la batalla.


En la desesperación de no poder medir la saturación de un paciente que tenía las manos excesivamente frías, la enfermera Lidiane Melo, en Rio de Janeiro, resolvió anudar dos guantes de látex, rellenarlos de agua tibia y colocarlo en las manos del pacientes.


Según explicó,  al compartir este recurso en las redes, no sólo crea la sensación de que alguien le toma la mano al enfermo, sino que ayuda a la mejorar la asimilación de la medicación intravenosa y a medir con mayor exactitud el grado de saturación pulmonar.

La incertidumbre de cada paciente y la de sus familiares es inevitable, pero por lo menos queda la sensación de alguien los toma de las manos. En momentos tan difíciles, no es lo de menos.

Gracias, Lidiane y gracias a los millones de Lidianes en el mundo entero que arriesgando sus propias vidas, luchan a sangre y fuego por la recuperación de sus pacientes.

El diablo anda por ahí haciendo de las suya, pero nuestra gran suerte es que los ángeles existen.