viernes, 13 de abril de 2018
¿Lula en prisión para mejorar el Estado o aplastar la igualdad?

Por OSCAR MUIÑO

¿A Lula lo juzgan por corrupto o para restablecer las viejas jerarquías sociales? La crisis que vive Brasil es, al mismo tiempo, una cuestión legal, un problema político, un enfrentamiento de clase, una prueba de fuerza. Chocan Democracia y República.

¿Es la justicia brasileña un bastión de juristas impolutos que persiguen toda violación de normas y protegen el Estado de Derecho? ¿O un enclave clasista preocupado por la hegemonía de una organización que representa otras fuerzas sociales? ¿Las dos cosas?

Jurídicamente, el tema es peliagudo. Cinco a cinco empataron los jueces del Supremo Tribunal Federal hasta que la presidenta Carmen Lucia Antunes desempató y rechazó un habeas corpusque definió el encarcelamiento de Lula.         

Lula no es Maduro. Ha sido un presidente respetuoso del pluralismo, ha estimulado acuerdos en el Congreso, ha producido una mutación en la vida de millones de compatriotas.

¿Es también el vértice de una inmensa asociación ilícita? Hoy la persecución judicial está basada, al parecer, en la duda sobre la propiedad del departamento de Guarujá en el que vive. La acusación a Lula de dirigir un aparato corrupto diseminado por todo el país y en medio continente termina limitada a la supuesta propiedad de un triplex.

Odebrecht para un imperio

La pregunta flota: ¿y si todo fuera una gigantesca puesta en escena para birlarle a una fuerza social el control del Estado y recobrar para las viejas élites el manejo de la cosa pública?

El Brasil exhibe una larga y vieja historia de aprovechamiento de los resortes estatales. Desde los tiempos fundacionales, hace largos cinco siglos.

Los analistas destacan dos esquemas de corrupción. Uno es la obra pública por el continente con la empresa Odebrecht. El otro, Petrobras dentro del Brasil.

En cuanto a Petrobras, la información converge en que es caja de la política y un partido que necesita acuerdos entrega áreas íntegras de la empresa a sus aliados. Que luego tienen libertades de gestión e incluso de apropiación. Horrible, pero generalizado.

¿Será el destape producto del choque que la impericia de la presidenta Dilma Rousseff cuando quiso imponer sus candidatos a aliados que resistieron y luego se vengaron, volteándola? Recordar que Dilma cayó por razones políticas, sin cargos de corrupción.

Odebrecht, la constructora más grande de Brasil, no parece haber sido una simple recaudadora de fondos para conseguir negocios. Al parecer, era parte de un proyecto estratégico del Brasil de Lula para avanzar en el control de la obra pública de la América Latina, aprovechando el relativo retiro de los norteamericanos de la región desde Bush (h).

El objetivo político habría sido entrar a los países sudamericanos y ganar contratos según la cultura política dominante en cada país. Con bajos precios si se pudiera, con cohecho donde los exigieran los gobernantes. La Cámara Argentina de la Construcción debe tener una opinión sobre el tema.

Ese esquema es una tradición en el negocio de la energía. Las petroleras lograban que periodistas de peso –inclusive muy honrados– consiguieran pruebas sobre contratos de sus competidores. Liquidados por el escarnio público, el negocio cambiaba de manos.

¿Cómo resolver estos problemas en los estándares trágicos que reinan en nuestro continente?

¿Otra vez tutela militar?

Nuevo problema: ¿qué hacer con las conductas deshonestas? Naturalmente, deben ser desterradas. Está bien encarcelar a los ladrones. Ahora, ¿estamos seguros de quiénes lo son? Y si son muchos, ¿quiénes eligen a cuál perseguir y a cuál omitir?

“Es un hecho histórico –dice el sociólogo Sergio Abranches– porque Lula fue preso y Temer no fue, y Aécio no fue o Renan Calheiros no fue. Hay liderazgos protegidos por un sistema de blindaje. Encuentro que esa contradicción es insanable y sólo puede ser resuelta con la generalización para todos los brasileños poderosos y ricos. El problema no lo resuelve la liberación de Lula, sino la prisión de los otros”.

¿Cuándo saber si son reales o si reflejan, como tantas veces en el último siglo, la vocación golpista de los grupos reaccionarios?

“Aseguro a la nación que el Ejército brasileño juzga compartir el anhelo de todos los ciudadanos de bien de repudio a la impunidad y de respeto a la Constitución, a la paz social y a la democracia”, dijo el comandante del Ejército brasilero Eduardo Villas Boas en vísperas del fallo sobre Lula. Una presión sobre la Corte Suprema. Una amenaza. Salieron a apoyarlo los generales activos Cristiano Pinto Sampaio, comandante de la Brigada de Infantería de Selva; José Luiz Dias Freitas, comandante del Comando Militar del Oeste; y Antonio Miotto, jefe del Comando Militar del Sur. “De nuevo el comandante del Ejército expresó las preocupaciones y los deseos de los ciudadanos brasileños que visten uniforme. Estamos juntos comandante Villas Boas”, expresó Dias Freitas. “Estamos juntos mi comandante. En la misma trinchera firmes y fuertes. Brasil por encima de todo”, agregó el general Miotto. “Con la espada al lado, la silla montada, el caballo trabajando y aguardando sus órdenes”, aseguró el general de la reserva Paulo Chagas, que es precandidato a la gobernación de Brasilia. “El Ejército debe ser el guardián vigilante de la eternidad de Brasil. Siempre juntos comandante”, dijo Pinto Sampaio.

Más preocupante aún, el débil repudio de los sectores democráticos del Brasil.

El encarcelamiento de Lula fue festejado en público por un diputado de ultraderecha, Jair Bolsonaro. Dicen que tiene las manos limpias. Tenía un lejano segundo lugar detrás de Lula en las encuestas para las presidenciales próximas. ¿Ahora ganará?

De punta a punta

Otro argumento de la derecha es el de “progres chorros” (ladrones). El objetivo de la difamación es marcar que cierta corriente invoca el progreso social como tapadera de su enriquecimiento ilícito. Argumento sustentable en la Argentina y Venezuela. Mentiroso en Bolivia o Uruguay ya que Evo Morales exhibe una conducta impoluta. Lo mismo Tabaré.

“El reciente fallo de una estrecha mayoría del Tribunal Federal de Justicia de Brasil al rechazar el habeas corpus presentado por @LulapeloBrasil es una mala noticia para la democracia de Brasil y América Latina”, escribió Ricardo Lagos, socialista impoluto. El expresidente chileno sostuvo que “su eventual encarcelamiento y eliminación de la competencia electoral profundizará la fractura que atraviesa la sociedad brasileña. Lula es el liderazgo con mayor apoyo popular y espero y confío que las instituciones democráticas de esa gran nación corrijan estas graves decisiones”, agregó el político socialista chileno.

 

No hay que olvidar que la Edad de Oro brasilera comenzó, precisamente, con la destitución y encausamiento de un presidente de derechas. Una derrota de la corrupción. Fernando Collor de Mello había vencido a Lula en 1989. Descubierto un sistema escandaloso de corrupción, todos piden el impeachment presidencial. El Partido de los Trabajadores, la Orden de Abogados de Brasil, la Unión Nacional de los Estudiantes, la Asociación Brasileña de Prensa. El 2 de octubre de 1992 Collor es alejado de la Presidencia. El vicepresidente Itamar Franco asume. Sin embargo, evidencias decisivas fueron anuladas y el Supremo Tribunal Federal archivó el proceso contra Collor y lo absolvió de las acusaciones de corrupción.

Franco, Fernando Henrique Cardoso y el propio Lula completaron un enorme crecimiento de la economía brasileña y un avance hacia la igualdad.

Patética Italia

La política no tiene derecho a colocarse por encima de la Ley. Pero los tribunales tampoco pueden pretender reemplazar a los ciudadanos en la elección de sus representantes. Ni política sin tribunales ni gobierno de los jueces.

En 1992 la magistratura italiana comenzó Mani Pulite (Manos Limpias) con la pretensión de liquidar las corruptelas del sistema político. Para muchos –me incluyo– la ofensiva judicial fue estimulada por la burguesía industrial italiana, que consideraba demasiado costoso el sistema político. Tal análisis asevera que la Fiat a través de La Stampa de Turín apuntaló el inicio del proceso, pero lo abandonó de inmediato, advirtiendo que lo que venía sería peor. ¡Y vaya si lo fue!

Las fuerzas que habían gobernado desde la Segunda Guerra fueron liquidadas. La Democracia Cristiana y el partido Socialista desaparecieron. El Partido Comunista continuó una serie de mutaciones que no han terminado.

En 1993 la Liga del Norte se convirtió en la mayor fuerza política en el norte de Italia. En 1994, Silvio Berlusconi entró en política y ganó las elecciones bajo el futbolero nombre de Forza Italia.

La ética de la responsabilidad de Max Weber obliga a no desentenderse de las consecuencias prácticas de las decisiones. Aquella Italia con partidos fuertes, ideológicos, consistentes, con extensión territorial y calidad partidaria fueron reemplazados. Llegaron los xenófobos de la Liga del Norte, los casi neofascistas de Alianza Nacional y el señor Berlusconi, símbolo del poder económico que, tras la desintegración soviética, se lanzó a colonizar –en Italia y en otras partes– el Estado allí donde la política buscaba una distribución más justa.

El tirabuzón sigue. ¿Quién diría que Berlusconi iba a ser sustituido por una fuerza aún peor? Hoy, el Movimiento Cinco Estrellas del Cómico Beppo Grillo está a punto de formar gobierno. Segunda fuerza, la Liga Norte. Mal pronóstico.

Perón, de condenado a presidente

Juan Perón fue condenado por “traición y asociación ilícita” el 17 de mayo de 1956, por el juez Luis Botet. Perón debió sobrellevar 119 procesos judiciales, uno de los cuales lo acusaba de haber tenido relaciones con Nelly Rivas, una adolescente de 14 años. Década y media después, el gobierno militar –presidido por un general que se había rebelado contra el justicialismo en 1951 y pasado preso cuatro años– hizo borrón y cuenta nueva. Perón volvía, convocado por los que los habían echado, procesado y condenado. Nadie protestó.

Muchos argentinos ricos están felices con la prisión de Lula. Una alegría de clase. Ni siquiera saben que sus propias empresas tendrán zozobras si Brasil no logra estabilizarse. Sin contar que voceros de Odebrecht reconocieron el pago de sobornos en la Argentina por US$ 35 millones. Bailar en el Titanic sigue siendo un deporte argentino…