sábado, 26 de noviembre de 2016
Río, del sueño olímpico a la quiebra


sudamericahoy-columnistas-veronica-goyzueta-bioVerónica GOYZUETA
Sergio Cabral, ex gobernador de Río de Janeiro entre 2007 y 2013 pasó el primer fin de semana de su vida en una de las celdas de máxima seguridad de Bangú, una de las más peligrosas del Brasil. Bandidos de la peor calaña,  líderes del narcotráfico y de facciones criminales que erizan la piel, son sus compañeros de reclusión.

Preso en una nueva fase de la «lavacoches», la operación que investiga la corrupción en la estatal Petrobras, posó desanimado para las fotos de su ficha de detención, se alimentó parcamente y vive ahora con las restricciones que él mismo aprobó cuando era el jefe máximo de su estado.
La detención de Cabral es el caso más simbólico de la crisis que vive Brasil y en especial, Río de Janeiro, un estado que está en bancarrota declarada, después de cumplir los sueños de ser sede del Mundial de Fútbol y de la primera Olimpiada sudamericana. Preso con otros cinco hombres en una pequeña celda, Cabral fue uno de los políticos de más rápida ascensión en Río de Janeiro, electo a los 44 años, en 2007, gobernador de uno de los estados catapulta en la línea presidencial.
Cabral fue, al lado del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, y del alcalde de Río, Eduardo Paes, uno de los principales artífices de las campañas que conquistaron ambos eventos deportivos, llevando a los brasileños y al mundo a sentir que Brasil y Río vivían tiempos de un crecimiento económico que parecía consistente, mientras el mundo entraba en una de las peores crisis del siglo.

Mientras Brasil despuntaba, Río descubría gigantescas reservas de petróleo en el fondo de mar, que coronaban el auge de los milagrosos años Lula. Petrobras, la petrolera símbolo de Brasil, es el paralelo empresarial, del saqueo que políticos como Cabral le impusieron al país en la última década.
Con el potencial del oro negro, Brasil prometía aumentar sus inversiones en educación y garantizar la infraestructura para sacar Río a flote, resolviendo sus diferencias sociales, ejecutando un plan de seguridad con Unidades Policiales de Pacificación (UPP), la alternativa propuesta por Cabral para recuperar la imagen de las fuerzas de seguridad en las miserables favelas.
Cabral parecía un político hábil, eficiente y muy seguro de lo que estaba haciendo, hasta que en 2012 comenzaron a aparecer las primeras dudas sobre su integridad ética, las mismas que se han confirmado ahora con su prisión. La nueva fase de la operación que investiga la corrupción en la estatal Petrobras, investiga desvíos realizados por Cabral y sus amigos, estimados, inicialmente, en 220 millones de reales, o unos 66 millones de dólares.
A través de sobornos y de un cartel de empresas falsas, Cabral habría recibido fondos públicos vinculados a las grandes obras de infraestructura que se realizaron en los últimos años en Río, para el Mundial y las Olimpiadas. Mientras Cabral y su esposa multiplicaban su patrimonio y vivían lujos, Río se hundía lentamente, hasta el punto que ahora no tiene fondos para pagar sueldos a sus empleados, que deben pasar unas de las peores navidades.

Las dudas sobre Cabral aumentaron en 2011, cuando salieron a la luz fotos suyas en una gran juerga en París, con funcionarios de Gobierno y el empresario Fernando Cavendish, dueño de la constructora Delta. El constructor enriqueció gracias a contratos millonarios de infraestructura aprobados sin licitaciones y al parecer, en nombre de una amistad. Esa relación ya había quedado evidente cuando la esposa de Cavendish y la nuera de Cabral fallecieron en un accidente de helicóptero en dirección al lujoso balneario de Angra dos Reis, donde Cabral tiene una mansión, que tampoco combinaba con su sueldo.
Las fotos de Cabral y Cavendish en un restaurante en París bailando con servilletas en la cabeza y siguiendo la farra en la puerta del Hotel Ritz, alimentaron las protestas de manifestantes que se plantaron por meses en la puerta de su edificio en Ipanema, en 2013. En esa época, además, la revista Veja informaba que los contribuyentes pagaban alrededor de 300 mil reales mensuales (unos 90 mil dólares) en cuentas de helicópteros para llevar a la familia, empleados e incluso al perro de Cabral, a la casa de playa.
Ya en su confesión a los jueces que investigan el caso Petrobras, Cavendish sorprendió al contar que pagó 220 mil euros para comprarle un anillo de oro blanco y brillantes a la esposa de Cabral, Adriana Ancelmo, en la joyería Van Cleef & Arpels, en Mónaco. El bufete de la abogada Ancelmo, a propósito, creció unas 40 veces, durante los años en que el marido fue gobernador, algo que ella y sus abogados consideran normal. Sería tal vez eso lo que explicaría por qué la policía encontró esta semana 10 millones de reales (casi 3 millones de dólares) en las cuentas de la abogada y apenas 450 reales (unos 120 dólares) en la del ex gobernador.