domingo, 3 de noviembre de 2019
«Chile, el objetivo es Piñera», por Carmen DE CARLOS

Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy

Es difícil encontrar alguien que no sonría, si hace un mes hubiera oído decir  que Chile podría estallar como antes lo hizo Ecuador y después Bolivia (por razones diferentes). En estos días de turbulencias que no cesan, de veinte muertos y más de dos mil heridos, las mentes pensantes se exprimen en busca de explicaciones convincentes ante un escenario jamás imaginado.

El detonante de lo que pasó y pasa en Chile, fue la subida de 30 centavos del billete del metro en las horas punta. Mario Vargas Llosa recordaba que a los estudiantes que encabezaron las revueltas ni siquiera les afecta el incremento de la tarifa. Ese detalle, desconocido por mi, hace más complejo aún explicar por qué miles de ellos destrozaron las vías del metro de Santiago, incendiaron las calles de varias ciudades y hasta un millón de personas salió a protestar en una manifestación que sume en el desconcierto –y en algo parecido a un callejón sin salida- al Gobierno.

 El gentío, sin un programa o ideario político concreto, podría recordar al 15-M, el movimiento de los indignados del 2011 que sacudió Madrid en plena crisis y del que sacó provecho posteriormente Pablo Iglesias con la creación de Podemos. Trasladar la protesta a partido político es el desafío pero esa masa crítica que encarna el descontento y la insatisfacción en Chile no es de ningún modo homogénea. Les une el disgusto o el rechazo a lo que hay pero no el amor a una ideología determinada.

Cuando las calles ardían el presidente Sebastián Piñera, dio marcha atrás con la dichosa subida de tarifa y no logró apaciguar los ánimos. Por el contrario, el fuego se reavivó. Algún día habrá que explicar por qué en Latinoamérica la dispersión, a cargo de las fuerzas de seguridad, suele terminar con muertos (y en Chile fueron veinte los cadáveres). Piñera pidió perdón y presentó un paquete de medidas sociales concretas, sin precedente, para equilibrar las injusticias sociales que afectan, principalmente, a una clase media que llegó pero aspira a más (más conocimiento, más exigencias). El gabinete de crisis de Piñera intentó, de nuevo, atajar la espiral con un cambio de ministros pero tampoco fue suficiente. Consciente del escenario, renunció a que Chile sea sede de las cumbres del cambio climático y la del Pacífico. La medida le debió doler más de lo imaginable.

A Michelle Bachelet las protestas por el “transantiago”, sistema de transporte público diseñado en la etapa de Ricardo Lagos, la sorprendieron y sacudieron en su primer Gobierno (2007). Temblaba La Moneda y temblaba el equipo de Gobierno al que Bachelet, como Piñera, enseñó la puerta de salida para superar la crisis y que entrase un equipo fresco y renovado. Aquellos episodios la salvaron por la campana o porque la gente que tiene más facilidad para expresar la protesta en la calle, suele tener más simpatía o empatía con los líderes de izquierda que con los de la derecha. Aunque, en este caso, sus políticas, las que provocan la explosión de malestar, fueran idénticas. Tanto en salud como en educación etc. Como decía Néstor Kirchner, palabra más palabra menos, “si sos de izquierda te perdonan todo”.

En pleno caos de Chile, con los Carabineros reprimiendo y los militares tratando de ordenar la situación,  chavistas como Diosdado Cabello y Nicolás Maduro, se burlaron y jactaron de “la brisa” bolivariana que se extiende por la zona andina. El Foro de Sao Paulo, una instancia que pudo ser algo y se quedó en eco del socialismo siglo XXI, recibía la buena nueva. Caracas (Cuba siempre guarda silencio) se erigió en el mayor hacedor del “plan” para derrocar los Gobiernos que no son como ellos. Esa posición o declaración, tiene una dosis de fanfarronería pero otra igual de importante de realidad. Lo saben ellos, lo sabe Lenin Moreno, el “kirchnerismo” que vuelve y lo sabe la OEA y quién quiera saberlo.

Piñera tiene ahora una misión difícil y es lograr que las aguas vuelvan a su cauce y que no le arrastren. Su mujer, Cecilia Morel, le ayudo poco con esa conversación filtrada donde interpretaba las algaradas como una “invasión alienígena” y hablaba del sacrificio que se iba a imponer a la clase acomodada al tener que “disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”. Habrá que ver si el audio lo filtró su interlocutora o son otros los que tenían pinchado su teléfono.

Los que todavía agitan, con una organización tecnológica y nada improvisada, Chile es evidente que van por más. De momento, no por todo pero sí por la cabeza del presidente. Ojalá Sebastián Piñera resista porque sino lo hace, en poco tiempo veremos cómo la historia de Chile se repite en otros países cercanos.