viernes, 4 de abril de 2014
El terremoto de Chile y otros lugares

sudamericahoy-columnistas-carmen-de-carlos-bioPor  Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy

@CarmenDeCarlos

El 15 de agosto del 2007, en el terremoto de Pisco, en Perú, don Alfonso, el párroco de la iglesia de San Clemente, se salvó de milagro. Mientras la tierra seguía temblando el hombre sollozaba frente a la fachada del templo, aún firme pese a las sacudidas, y repetía: “Hay lugares que no deberían ser habitados”.

El seísmo del martes en el extremo norte de Chile no fue el primero ni será el último que sacuda el país. Chile lo sabe y está razonablemente preparado para lo que venga. Perú, también en territorio movedizo, es consciente de que en el norte de su vecino del sur los expertos llevan años esperando que reviente la tierra. El estallido les afectará a ellos y según sus previsiones, se hará sentir más de lo que muchos imaginan en el norte de Argentina.

El cimbronazo del martes, de 8,2 grados en la escala de Ritcher, se cobró media docena de vidas y un número indeterminado de daños y desgracias. Las réplicas –sobre el terreno son otros terremotos- se sentirán a lo largo del año, como sucedió en el de febrero del 2010.

La naturaleza le amargó entonces la despedida del Palacio de la Moneda a Michelle Bachelet y le arruinó la sesión de investidura a Sebastián Piñera que tuvo la misión de reconstruir, sobre los escombros, parte de las regiones de O´Higgins, Maule, Biobío y la Araucanía. La historia conserva de la toma de posesión de Piñera en Valparaíso –también afectada- la insólita imagen de Cristina Fernández de Kirchner sentada y agarrada de la mano de Álvaro Uribe. También la del Príncipe Felipe de Borbón sacudiéndose el polvo del hombro mientras las lámparas oscilaban y el suelo bajo los pies no se sentía seguro. Siete presidentes latinoamericanos aguantaron el tipo sin moverse de sus asientos.

En el 2010 murieron 525 personas y 25 continúan desaparecidas. La sacudida fue de tal magnitud que desplazó ocho centímetros el eje de la tierra, dos millones de chilenos se quedaron, prácticamente, a la intemperie y el seísmo liberó energía equivalente a cinco mil bombas atómicas como la de Hiroshima. Se trató de la peor catástrofe natural desde 1960 fecha del terremoto de Valdivia, el de mayor intensidad registrado en la historia de la humanidad. Con todo, la mayor tragedia la provocó el tsunami que siguió y sorprendió a la mayoría de los chilenos. Las autoridades no alertaron a tiempo. La presidenta, horas después de producirse lo ignoraba y dirigía un mensaje de tranquilidad a la Nación asegurando que no había riesgo de que sucediera lo que era un hecho consumado.

El destino intentó la noche del martes mirarse en ese espejo dramático de caos, desgracia, inoperancia y muerte pero, por fortuna, el reflejo fue diferente. Michelle Bachelet no repitió errores. Tampoco la Armada y los responsables de vigilar los sismógrafos y los complejos aparatos que anticipan un maremoto. La población también tuvo reflejos, tenía fresca en la memoria “la ola” que se tragó a sus seres queridos y arrastro kilómetros de automóviles con las luces prendidas al mar. La imagen la veían, entre lágrimas, los supervivientes desde lo alto de los cerros a donde trataban de llegar los náufragos.

La anarquía de febrero del 2010 se tradujo en saqueos de supermercados y hasta de cementerios. Las zonas residenciales se armaron y organizaron guardias las 24 horas para protegerse del vandalismo mientras la tierra seguía temblando.

Las comunicaciones, como es normal en estos casos, estaban interrumpidas. Recuerdo trasmitir páginas y páginas de crónicas para ABC escritas en mi Blackberry y caminar con el teléfono y el brazo en alto a la espera de atrapar, por un instante, la señal que haría el milagro. Se veían pueblos enteros desaparecidos y ciudades donde los habitantes colocaban, sobre terreno arrasado, un cartel con su nombre para identificar donde estaba antes su casa.

En Santiago el escenario fue otro. Las torres más altas, ni las bajas, cayeron. Había edificios resquebrajados y las construcciones coloniales dañadas pero la ciudad se sostenía. La ley y los arquitectos chilenos saben lo que hacen y lo hacen bien. Cuando viajan a Europa suelen sonreír al conocer los cimientos que sostienen los edificios. La capital aguantó todas las sacudidas pero en Constitución, Concepción, Talcahuano y otras localidades no.

El 15 de agosto del 2007 don Alfonso, el párroco de la iglesia de San Clemente de Pisco, ese pueblo hecho de adobe que se tragó la tierra (80 por ciento demolido) no dejaba de repetir, “hay lugares que no deberían ser habitados”.

Notas a pie de página

-En Pisco murieron 595 personas, se registraron 2.291 heridos y cerca de medio millón de personas sufrieron de un modo u otro las consecuencias. A la misma hora que se baría la tierra en Perú una línea verde iluminó el cielo. No existe explicación científica del fenómeno.

-El 12 de enero del 2010, un terremoto de 7 grados arrasó Haití. Más de 222.000 personas murieron en el país más pobre de América Latina.

-El jueves 11 de marzo, durante la ceremonia de investidura de Sebastián Piñera se produjo una cadena de réplicas con intensidad de terremoto. La mayor fue de 6,9 grados, equivalente a cien explosiones como la de Hiroshima.

-El 27 de febrero del 2010, a las 03,34 horas del sábado, la mitad centro de Chile soportaba el terremoto durante 2,50 minutos. Media hora más tarde un tsunami en cadena comenzaba  a barrer parte de la costa chilena. Dos horas más tarde Michellet Bachelet aseguraba que no había riesgo de tsunami. A las nueve en punta de la mañana insistía con su versión. A esa hora las olas gigantes habían destruido Constitución y dejado irreconocible localidades maritimas entre la V y la VIII Región.