jueves, 22 de septiembre de 2016
Debilidades del voto electrónico


Juan RestrepoPor Juan RESTREPO

Perdidas en la selva de incisos, condicionales y reiteraciones de los acuerdos de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, hay dos frases en las que no he visto a nadie detenerse con suficiente atención. En la página 46 dice textualmente: “Apoyar la implementación de medios electrónicos en los procesos electorales, con garantías de transparencia”. Podría haberse prescindido de la segunda, pues se supone que tal “implementación” busca claridad y limpieza en las elecciones. Dicho más simplemente: se implantará el voto electrónico.

Me pregunto cuál de las dos partes de los diálogos de La Habana hizo este hallazgo, aunque parece fácil de adivinar. En el vecindario colombiano Brasil, Perú y Venezuela han adoptado el sistema de voto electrónico y una fuente del Consejo Nacional Electoral, que no estoy autorizado a citar, me asegura que Colombia estudia los dos últimos casos para introducir aquí algo similar. Manifesté mi perplejidad: Perú acaba de implantar el sistema en las pasadas presidenciales; y Venezuela, que lo tiene desde 2004, no es ejemplo para estudiar en nada, y menos en materia de transparencia electoral.

Antes de seguir adelante, para quienes crean haber visto hacia dónde voy, he aquí una de las razones por las cuales el Tribunal Constitucional de Alemania declaró inconstitucional el voto electrónico: “Todos los pasos esenciales de la elección (…) deberán estar sujetos al control público… En la utilización de aparatos electrónicos, el ciudadano debe poder controlar los pasos esenciales del acto electoral y la determinación del resultado de manera fiable y sin conocimientos técnicos especiales” Y ya que estamos en estas, digamos de paso que el voto electrónico está prohibido en Reino Unido, Holanda y Finlandia. Ahora volvamos al tercer mundo.

En Perú, el estreno de este sistema en unas elecciones presidenciales no se puede decir que fue el más brillante. El resultado definitivo de la segunda vuelta electoral del 5 de junio pasado se conoció el día 12. En la madrugada de ese domingo la web de la OMPE, el organismo rector electoral peruano, publicó al 100% el resultado del escrutinio: de los 17 millones que votaron por los dos candidatos en liza, 41.057 votos dieron la victoria a Pedro Pablo Kuczynski sobre Keiko Fujimori. Yo, en los zapatos de la señora Fujimori, con esa exigua diferencia y un sistema electrónico bisoño, aún hoy tendría serias dudas sobre lo que pasó.

Venezuela, por su parte, es un caso especial. Al régimen le gustaban tanto las elecciones como a su burguesía ir de compras a Miami en tiempos de la Venezuela saudí. Diecinueve en catorce años, una machada…, hasta que perdió las del pasado diciembre. Hasta ahí los chavistas sacaban pecho ganando comicios. La fortaleza de su sistema electoral –el mejor del mundo, dice la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena–, radica en tener una base de datos instalada en La Orchila de extraordinaria eficacia, y a su servicio a algunos de los mejores técnicos de computación del continente. Lo malo es que la base opera bajo la fachada de agencia de viajes y buceo de la cadena de turismo Horizontes y los ingenieros informáticos son cubanos, como la cadena turística.

El primero en hablar de fraude electoral en Venezuela gracias al sistema electrónico fue el ex Secretario de Estado para América Latina Roger Noriega en 2013, según el cual el equipo de inteligencia para estos menesteres estaba encabezado por el pinareño Raciel García Ceballos, quien logró las primeras reasignaciones de opositores residentes en bastiones chavistas a colegios electorales alejados de sus hogares.

Todo lo anterior fue confirmado más tarde por el ex agente de inteligencia cubano Umberto Mario, captado por el Ministerio de Interior (MININT) en 1987 y que trabajó en Venezuela hasta 2003, año en que desertó y se fue a vivir a Miami. Según Umberto Mario, el equipo de inteligencia de García Ceballos enviaba puntualmente todos los datos susceptibles de ser manipulados electoralmente a la base cubana de El Cacho, en su Pinar del Río natal.

De ahí en adelante el sistema se habría sofisticado difícil saber hasta qué punto. Lo que no es ningún misterio y puede ser un indicador de la manipulación del voto electrónico en Venezuela es que desde 2004, los cubanos se hicieron con los registros y notarias de todo Venezuela. A partir de ahí han ido alimentando una base de datos que hace verdaderos milagros. Detrás de este tinglado han estado como máximos responsables dos pesos pesados del panteón cubano, los generales Ramiro Valdés y Alejandro Ronda Marrero.

Un fraude en las elecciones a la Asamblea venezolana del diciembre pasado, con casi cuarenta encuestas favorables a la oposición en medio año, habría resultado muy evidente. Así que el fino trabajo de carpintería electoral habría consistido en peinar el resultado para dejar el triunfo opositor al límite los dos tercios de la Asamblea capaces de poner patas arriba al régimen chavista. Cuarenta y ocho horas tardó en dar a conocer el resultado el mejor sistema electoral del mundo.

El hecho de que países con una enorme población como Estados Unidos o Brasil utilicen también el voto electrónico no es garantía de que nos encontremos ante la octava maravilla del mundo. Las elecciones de 2000, con el pulso final entre Al Gore y George Bush en Florida tuvieron al país en una crisis sin precedentes durante más de un mes. Aquello fue un episodio absolutamente tercermundista que hubo de ser zanjado por la intervención del Tribunal Supremo. Todo por cuenta de unas tarjetas cuyo control se ha demostrado es más que discutible. Todos los informes realizados en Estados Unidos que reportaban fallos hablan de la facilidad con que los expertos podían vulnerar las presuntas defensas.

El sistema de Brasil, quizá el más invocado por los promotores del voto electrónico en Latinoamérica, ha sido vulnerable al ataque de un profesor de Ciencias de la Computación de ese país, que consiguió saber a quiénes votaron los electores de una urna utilizada en un test de seguridad autorizado por el Tribunal Superior Electoral brasileño, en marzo de 2012.

No estoy diciendo con todo esto que la propuesta en los acuerdos de La Habana de implantar el voto electrónico sea motivo para votar no en el plebiscito del próximo 2 de octubre. Creo que el sistema de votación que hay hasta hoy en Colombia es evidentemente mejorable. Y si se le pudo quitar a los comicios aquel aire de pachanga que tenían hasta hace años, prohibiendo el lanzamiento de maicena y harina a quienes salían del colegio electoral, algo se podrá hacer contra el reparto de camisetas, lechona y botellas de aguardiente a cambio de un voto. Algo mejor que el voto electrónico; educar, por ejemplo.