jueves, 18 de diciembre de 2014
El tiro al aire de la paz en Colombia


las farc
Ignacio PeralesPor Ignacio PERALES, para SudAméricaHoy (SAH) 

Algo sucede en un país cuando la guerrilla más antigua de América Latina, las Farc, anuncia un cese el fuego indefinido, con carácter unilateral y las reacciones van del reconocimiento a la censura.

Ese país es Colombia y el primero en alzar su voz (darle a la tecla en los tiempos de Twitter) para criticar la medida fue el expresidente y senador del partido Centro Democrático, Álvaro Uribe. Su análisis de la tregua «sine die» responde a la convicción de que las Farc apuestan por la retirada de las Fuerzas Armadas, que «estén quietas para fortalecerse o responsabilizarlas de la continuidad de la violencia» ya que la medida está condicionada a la inactividad del Ejército en su contra.

Las FARC, en su pronunciamiento, al cerrarse el último ciclo de diálogos del año, advirtieron que el «cese unilateral al fuego y a las hostilidades por tiempo indefinido debe transformarse en armisticio» pero lo condicionaron a que « nuestras estructuras guerrilleras» no sean «objeto de ataques por parte de la fuerza pública».
El expresidente Uribe, que gobernó entre el 2002 y el 2010, no duda: «el cese revive aquel de los años 80 (cuando hubo otro intento de negociar la paz), un chantaje para que no los atacaran y fortalecerse».

En la misma línea se pronunció el procurador general de Colombia, Alejandro Ordóñez: «Es una burla más al país… una hábil forma de engañar», aseguró.

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El expresidente, Álvaro Uribe y el actual presidente, Juan Manuel Santos

No opinó lo mismo Roy Barreras, presidente de la Comisión de Paz del Senado y titular del Partido de la U, (el mismo del presidente Juan Manuel Santos): «Despeja dudas y permite ser mucho más optimista frente a la firma de la paz definitiva en el primer semestre el 2015», pronosticó.
Sus palabras vinieron acompañadas de otras donde la desconfianza apuntó a otro flanco diferente al de las Farc: «Los enemigos ocultos de la paz van a querer decir que ésta es de nuevo una promesa incumplida para intentar desanimar a los colombianos frente a la paz». Por último, el Defensor del Pueblo de Colombia, Jorge Armando Otálora, manifestó que el cese indefinido de hostilidades es una respuesta al clamor de parar de Colombia, de poner un punto y final a la guerra y legitimar el proceso de paz.

Ambas posiciones, pese a ser contrarias, resultan comprensibles. La esperanza de encontrar una salida al oscuro y sangriento callejón en el que vive desde hace medio siglo largo Colombia, tiene asidero. Los avances en las negociaciones que se desarrollaron en La Habana son auspiciosos aunque escasos. Pese a todo, no quemar ese último cartucho de la paz, que se prendió hace dos años en La Habana, a estas alturas sería una inmolación para el Gobierno de Santos. 

Alvaro Uribe no comparte ni compartió nunca el proceso de paz emprendido por su ex ministro. Considera que estaba y está abocado al fracaso y que, a la larga, únicamente va a servir como balón de oxígeno de las Farc. Los antecedentes, aunque la intentona de los 80 que arranco con Belisario Betancur no llegara tan lejos ni la de Andrés Pastrana hasta el 2002, parecerían darle la razón.

Llegado este punto considerar que Alvaro Uribe (fácil de criticar por diferentes razones) es el «enemigo de la paz» suena, cuando menos, a tiro al aire. Sólo el tiempo dirá cuándo y dónde cae esa bala. Que haya paz.