viernes, 7 de octubre de 2016
Lo que Colombia le negó, Estocolmo se lo dio


Ignacio PeralesPor Ignacio PERALES

A Juan Manuel Santos la Academia de Estocolmo le ha dado lo que Colombia le negó: Paz, en forma de premio Nobel. Sus acuerdos con las Farc, hoy por hoy, son poco más que nada por decisión de los colombianos pero el mundo le reconoció, al Presidente, el esfuerzo realizado para empezar a poner fin a una guerra de 52 años.

El rostro desencajado de Santos la noche del plebiscito en que se jugaba, prácticamente, a todo o nada su capital político, ha quedado en un rincón de la memoria inmediata gracias al Premio Nobel. La concesión del máximo galardón, pese a otras adjudicaciones difíciles de justificar (Kissinger y el propio Obama), le ha dado a Santos un espaldarazo formidable.

Cuando pensaba que todo lo tenía perdido el ex ministro de Alvaro Uribe ha despertado de su peor pesadilla para disfrutar el sueño del reconocimiento internacional.

Nadie le puede negar los esfuerzos y tenacidad demostrados. Otra cosa es el resultado, indigerible para la mayor parte del país. Porque no sólo los acuerdos de La Habana los rechazaron los que votaron NO en el plebiscito. También lo hizo, con su indiferencia, el 62 por ciento de la población que estaba en condiciones de ir a votar y no lo hizo. Para ellos, salvo excepción, el plantón a las urnas fue su forma de decir NO.

La distinción en un momento tan delicado para el Gobierno quizás sea difícil de entender para esa porción de la sociedad que rechazo el plebiscito y protestó por el desembarco de una comunidad internacional, con tropas de seguridad de la ONU incluidas, lo que hoy –al menos de momento- es humo.

El premio a Santos es bueno para él pero cabría preguntarse si lo es para Colombia y puede provocar el efecto contrario al deseado. Me explico, la distinción deja en un lugar incómodo a los ex presidentes Alvaro Uribe y Andrés Pastrana, cuya colaboración –especialmente la del primero- es imprescindible para el proceso de paz. Ambos lamentaron –y tienen razón- la injerencia y presiones en los asuntos de Colombia del exterior. Lo mismo hicieron ver sus votantes: “Por qué quieren para nosotros lo que no desean para ustedes?”, esa pregunta se la oí hacer, respecto a Eta y a Al Qaida, a más de un colombiano, molesto con la ONU, Estados Unidos, la Unión Europa, el FMI, la OEA y hasta el Vaticano. “¿Por qué no actuaron igual cuando estábamos secuestrados, con grilletes en la garganta y las piernas?”, se pregunta el general Luis Mendieta que compartió, más de siete años, cautiverio con Clara Rojas e Ingrid Betancourt. Mendieta, como todos los colombianos, quiere la paz pero, sin confesar nunca su voto, lamentaba esa situación y era crítico de parte de los acuerdos.

El premio Nobel por intentar la paz lo recibió Santos como pudo tenerlo en su día Pastrana pero a éste el pueblo no llegó a decirle NO. Bienvenido sea el galardón para el Presidente y ojalá así lo entienda el resto de Colombia, Uribe y las Farc, incluidas. Si no es así, el camino que queda por delante para despedir a las armas se hará más empinado y las posibilidades des volverá a la guerra, mayores.