domingo, 31 de agosto de 2014
«Popeye, el disco duro del Cartel de Medellín», por José VALES

Por José VALES

Es tan carismático como sanguinario, tan leal como
desprejuiciado y tan inteligente, como incapaz de discernir entre el
bien y el mal. La mafia, lo recibió con un apodo en las antípodas de
lo que fue su vida, obra y el personaje al que le tomó prestado el el nombre:
«Popeye».

En su hoja de vida escribió un paso por la escuela de Grumetes de la Armada, cuando aún era el cuarto hijo de una familia de clase media oriunda de Yarumal, Antioquia. En ese curriculum, Jhon Jairo Velázquez Vázquez, nacido un 15 de abril
de 1962, anotó también, con su propio testimonio, mas de 350
asesinatos y unos 3000 que se cometieron bajos
sus órdenes, principalmente agentes de seguridad y algún que otro
político. A su cargo estuvieron varios secuestros importantes, como el
del ex presidente Andrés Pastrana y el ex vicepresidente, Francisco
Santos, y varias tareas de suma importancia en la vida privada del
único jefe que tuvo en vida, Pablo Escobar Gaviria.Popeye sicario escobar

“Popeye”, no es más que “el ultimo de los mohícanos” en el gigantesco plantel de sicarios con el que hacía una trágica gala el Cartel de Medellín. Si se tiene en cuenta que Roberto «El Osito» Escobar, hermano de Pablo y en libertad desde hace cuatro años, siempre tuvo un rol marginal, él es el dueño de todos los momentos de esa organización que atravesó violenta y culturalmente a Colombia, tal vez para
siempre.

Acaba de cumplir 22 años de prisión, y  fiel a sus quilates criminales
salió del Penal de Combita, rodeado por un ejército. En ese lapso pasó
por siete penales distintos, se cruzó y convivió con varios
extraditables, narotraficantes, guerrilleros como Simón Trinidad y
Rodrigo Granda, y no pocos paramilitares a quienes conocía desde que
estos hicieron sus primeras armas junto a Escobar.

                   EL SUEÑO DE COSTA RICA
Dice que es otra persona, que dejó atrás la violencia y que sólo
espera hacer una vida normal, fuera del país, más precisamente en
Costa Rica, de donde le llegan noticias que “es un buen vividero”.
Pero todavía tiene por delante 52 meses y 22 días de libertad
condicional, no deberá demostrar eso que dice: Que la sombra perfecta
de Don Pablo quedó en la historia.

“Popeye”, el sicario, es historia pero Velázquez Vázquez, no es otro
que el disco duro de esa organización criminal que marcó a fuego a la
sociedad colombiana. No en vano fue el principal colaborador de la
Justicia, a la hora de dilucidar, el crimen de Luis Carlos Galán, el
frustrado candidato presidencial asesinado en 1990, del atentado al
avión de Avianca o del crimen a un agente de la DEA. Asi lo valoraron
los magistrados y también los periodistas que lo convirtieron en una
suerte de Pop Star del crimen, luego de que en 2011, publicara un
libro (“El verdadero Pablo”) sobre los años con Pablo Escobar, el
pablo-escobar-pic-rex-image-2-138195336hombre por el que era capaz de dar la vida.

Más allá del contexto la lealtad que Popeye le dispensó a su jefe
estremece al más duro. Wendy Chavarriaga Gil era un hermosa adolescente
que frecuentaba las discotecas de la Avenida Las Palmas en Medellín.
Allí la había conocido Pablo como a tantas otras mujeres que poblaron
la Hacienda Nápoles. La joven sabía con quien mantenía una relación y
cometió el craso error de avisarle que estaba embarazada y que el
padre no era otro que el Capo. Como en otros casos, Popeye se encargaba
de llevarla y traerla desde Napoles a Medellín. “Era absolutamente
hermosa, pero el patrón mandó a tres hombres y a un médico para
hacerla abortar. El resentimiento de ella nunca fue superado…”,
recordaba el propio Popeye, quien había recibido la orden de
frecuentarla, de vigilarla pero no de enamorarse perdidamente de la
mujer, como le terminó ocurriendo.

                «ES SAPO, HAY QUE MATARLA»


Cuando Escobar se enteró, le terminó dando otra orden. “tiene que
hacerle la vuelta (matarla) porque es sapo (informante) del Bloque de
Búsqueda…”. Popeye no dudó.  Reprimió su amor por la joven y le pidió
a “Tyson”, otro de los sicarios de la primera línea del cartel, y a
otros que lo hicieran por él. “La cite y ellos se encargaron. Nunca
amé a otra mujer como a Wendy…”

No hubo prueba de lealtad más grande que aquella para Escobar, que
desde entonces siempre lo tuvo a su lado para los encargos más
sensibles o para que le prepare unos huevos revueltos, con café en
alguna de las tantas caletas (escondites) que el Cartel poseía a lo
largo y a lo ancho de Antioquia.

La primera vez que lo vio a Escobar en persona fue a comienzos de los
80, cuando junto a un amigo, ingeniero,  fue a la Nápoles a reparar un
toro mecánico que animaba las horas de ocio de “los muchachos” “Fue
como ver a Dios”, dijo una y otra vez. Pidió trabajo y se lo dieron.
Chofer de amantes, como lo fue de Virginia Vallejo, la presentadora de
telediarios, que se convirtió en un amor obsesivo para el líder del
cartel.

                       LA CATEDRAL

A Escobar lo siguió hasta la Catedral, cuando se entregó y cuando se
fugó. Se entregó en 1992, cuando el cerco sobre ellos era ya
insostenible y su jefe le dio la orden a todos: Al osito y al Arete,
entre otros para que se entreguen.

En los últimos años además de convertirse en el hombre fuerte por
cuanto penal fue pasando y de haber participado en la balacera
desatada en la cárcel Modelo de Bogotá en 2001, Popeye se dedicó a
contar la historia oculta del Cartel. No le tembló la lengua cuando
dijo que el cartel hacía negocios con los sandinistas en Nicaragua y
que él en persona, le había entregado a Gabriel García Márquez una
cartel de Pablo Escobar para Fidel Castro. Tampoco tuvo miedo en decir
que Escobar “tenía un jefe, aunque no lo crean y ese jefe era Fabio
Ochoa”, quien hoy cumple una condena en Estados Unidos.Gabo

Ochoa era el hijo mayor de Fabio Ochoa, el mejor adiestrador de caballos colombianos. El y sus dos hermanos, Juan David y Jorge, fundaron junto a Escobar el Cartel y fueron los primeros que se entregaron cuando la presión del Estado era insostenible.  Pero sus enemigos hoy, siguen siendo los hermanos Rodríguez Orejuela, líderes del
Cartel de Calí y lo que queda del paramilitarismo, con quien al
parecer aún tiene cuentas abiertas de aquellos años sangrientos.

Desde diciembre de 1994, cuando cayó Escobar, no deja de recordarlo un
solo día. Ahora acaba de recuperar su libertad. Nadie sabe dónde se
aloja o si se acogió al programa de testigo protegido. Salió del Penal
de Combita sin alma, como lo confesó en una de las tantas entrevistas
que dio en los últimos años. No sabe aún si podrá cumplir su sueño de
ir de compras a un mercado, vivir de un salario, caminar libremente
por la calle y visitar a su hijo y a su ex mujer, una ex Miss
Medellín, que viven en Europa o tomarse un helado como cualquier ser
humano. A partir del martes pasado, el principal desafío de “Popeye”
es tratar de que no lo maten para defender a la única “Olivia” de su
criminal existencia: el disco duro del Cartel de Medellín.