Por Federico PONCE ROJAS, para SudAméricaHoy

«La violencia contra una sociedad civilizada, es inadmisible en un Estado de Derecho». El mundo comenzó -y continúa- este mes de mayo así, con una violencia inédita.
Ataques a todo y por todo, en el abuso de la democracia, violencia que se ejerce en personas y bienes y que se auto-denomina libertad de expresión, agravios indiscriminados a la sociedad civil y civilizada, que no atina a entender estas expresiones de daño doloso y que viola flagrantemente el orden jurídico, vamos las reglas mínimas  de civilidad de un Estado.
Los daños afligen por igual a pobres y ricos, a la historia y lo más grave al porvenir de una nación.
Se pide justicia y se toma por propia mano, las reglas de la convivencia no existen, bajo la excusa del hartazgo del mal gobierno, las soluciones están en conductas violentas que atentan contra todos por igual. No se entiende ni se razona, los violentos se lanzan a las calles en franco ataque a todo, sin distingos de ninguna especie.
La delincuencia, crecida en la impunidad campea, se enseñorea, anida en la corrupción y establece códigos de conducta, en la que la violencia es el medio para obtener lo deseado, así en esta sinergia se busca la inaplicabilidad de la ley.
Es en este contexto, en el que la ley no es el instrumento para alcanzar la justicia y es aplicada a capricho de grupos de poder o de plano inaplicada. En estos grupos no hay conductas que se funden en la razón y los violentos en su desatino y desprecio por la ley, no ponen freno o limite alguna a su exacerbación y se vuelven peligrosos para los demás, la autoridad se torna consecuente, ineficiente, temerosa o mas violenta y así sobreviene el desequilibrio hundido en el caos de la violencia.
En una atmósfera de miedos, pesimismo y desesperanza, cohabita el desprecio a la ley, a las instituciones, a la sociedad misma y la violencia se encapucha, se arma con palos, piedras y hace de cualquier instrumento armas, incendia, bloquea, aterroriza a la población, generando caos y temor con la consecuente paralización de aquellos que buscan el bien común.
El 1 de mayo el mundo celebró, lo hace desde 1886, el día internacional del trabajo, en honor a los mártires de Chicago, una vez mas este año, la violencia estúpidamente ignorante y absurda estuvo presente en esta significativa conmemoración.
En Alemania, Neonazis atacaron a la confederación de sindicatos alemanes que celebraban este día, en la plaza central de la ciudad de Weimar, irónicamente esta ciudad fue cuna de la Constitución Alemana de 1919, Carta Magna que establecía los Derechos Sociales, por primera vez en este país.
En Milán, Italia los actos de violencia causaron severos daños en el centro de la ciudad, al amparo del derecho a manifestarse en contra de la Expo 2015,  la construcción de un tren de alta velocidad y otros proyectos de construcción.
En Estambul, Turquía, mas de 20,000 policías impidieron el paso a la iconica Plaza Taksim de sindicatos que pretendían llegar a ella para conmemorar este día, arrestando a decenas de trabajadores.
Las expresiones de violencia que estuvieron presentes en los EE.UU en ciudades como, Baltimore, Nueva York, Washington, Boston Seattle y Oakland (en donde el sindicato de estibadores paralizó prácticamente las operaciones portuarias) la protesta fue contra el «Terrorismo Policial», acusado de matar un joven afroamericano en una brutal represión.
No hay continente que escape a la violencia, en Mali, en el África Occidental, esta se desató el 1 de mayo, con la violación del cese al fuego. La ONU pide que finalicen estos actos para no socavar el proceso de paz.
Colombia vivió horas de angustia por la violencia desencadenada por cerca de treinta mil  manifestantes que tomaron las calles de la ciudad de Bogotá con el consecuente enfrentamiento con la policía.
En México, en el estado de Jalisco la violencia dejó 7 muertos y es iniciada con el ataque a un helicóptero militar en clara afrenta al Estado Mexicano. Bloqueos, incendios y agresión indiscriminada en contra de la población civil, por parte de la delincuencia organizada, que trata de impedir la aplicación de la ley y la captura de capos de la droga.
Estas manifestaciones que desembocan en enfrentamientos con la autoridad y que dejan saldos de detenidos, heridos y muertos, conducen a mas violencia, mas articulada y mas peligrosa  «la violencia contra una sociedad civilizada, es inadmisible en un Estado de Derecho» tiene que ser atendida de manera urgente por los gobiernos respectivos, para evitar que los escudos los toletes y los gases sean los oídos de las justas y legítimas demandas de quienes tienen el derecho a manifestarse, previniendo y evitando la mezcla explosiva de la legitimidad con los aviesos interés de políticos resentidos y manipuladores, criminales, delincuentes organizados y comunes, a estos todo el peso de la ley, evitando que hagan nugatorio el derecho humano a expresarse y que se burlen de la esperanza para alcanzar justicia.
Es impostergable para los gobiernos, no confundir la legitimidad de una manifestación, derecho inalienable de la población, con actos vandálicos que conllevan un dolo específico en sus conductas crimínales y que atentan contra toda una nación.
La aplicación de la ley y el uso de la fuerza legítima, es obligación del gobierno del estado para mantener el orden y la paz, pero el uso abusivo y represivo de esta fuerza, representa un muro de contención que termina por caer y dar paso a estas manifestaciones de una sociedad que expresa su hartazgo y que inscribe su reclamo, en la justicia cotidiana.