lunes, 5 de febrero de 2018
«El desencanto de Rafael Correa», por Carmen DE CARLOS


Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy

Rafael Correa ya es historia. El ex presidente de Ecuador no volverá a ser quién fue. Los ecuatorianos le dijeron basta, hace tiempo pero la prueba del hartazgo, a su forma de entender y de hacer política, la encontró en el mismo lugar de donde salió: las urnas.

El legado de Correa, en su larga década -o noche- no liberal, es preferible dejarlo bajo la alfombra. Los números del hombre que presumía de su carrera de economista y formación en Lovaina e Illinois, no le cerraron a Ecuador. Tampoco su discurso beligerante y permanente crispación.

El “socialismo del siglo XXI”, que con tanto entusiasmo defendía, resultó ser un fracaso para Ecuador y una tragedia para Venezuela. Los caudillos –con y sin maestrías en Europa y Estados Unidos- forman parte de la historia en Latinoamérica en general y de Ecuador en particular.

Rafael Correa no podrá volver, nunca más, a presentarse a unas elecciones para recuperar el poder en el Palacio de Carondelet. El mismo pueblo que le recibió con los brazos abiertos en el 2006 y se desencantó con el transcurrir de los años, le dijo: NO.


La personalidad de Correa no es de las que tolera con facilidad una negativa o un portazo. Si para cualquier político es duro salir del poder y sentir el abandono de los suyos, para Correa, sin duda, lo es mucho más. El destino decidió que fuera su primer vicepresidente, Lenin Moreno, el que lo mandara, con la última –y peculiar- consulta popular, al baúl de los recuerdos en algún capitulo, importante, de los libros de historia.

Correa llegó a la Presidencia de Ecuador en 2007, por entonces su adversario era el magnate Alvaro Noboa. Uno de sus lemas de campaña era un juego de palabras con su apellido. Prometía expulsar de Ecuador, “a correazos” a los corruptos. Las investigaciones que tienen a Odebrech en primera línea de fuego de la corrupción latinoamericana, apuntaron a su protegido y destituido de la vicepresidencia Jorge Glas pero también le salpican a él.

Quizás su regreso precipitado de Bélgica tuviera de telón de fondo colocar los parches, en la herida de la corrupción, antes de que la hemorragia le alcanzar o le dejara inerte. El resultado no fue el esperado y quizás, ahora también, busque refugio al otro lado del Atlántico. Otra cosa es que lo consiga. Los correazos o el látigo de la justicia, le suenan demasiado cerca.