martes, 25 de mayo de 2021
«Cabezas de gallina», por Luli DELGADO

Por Luli DELGADO, para SudAméricaHoy

A los 111 años y 124 días, el ciudadano más longevo de Australia confiesa que su secreto está en comer cerebros de gallina, a los que se refiere como “cositas deliciosas”.

A título personal yo le creo, pero la verdad no estaría dispuesta a compartir este consejo. Cabezas de gallina aparte, lo que sí es evidente es que el índice de vida de nosotros, los mortales, ha aumentado considerablemente. Muy bueno por un lado, pero por el otro esta realidad cambia totalmente el panorama.

Gente que a los setenta u ochenta se dedicaba a las pantuflas, las galletas y los nietos, ahora se desempeñan activamente en altos cargos gerenciales. Además de continuar como si nada, escribiendo, dando clases o actualizándose con la tecnología.



Claro que no faltan ni el dolor en las rodillas, ni el agotamiento fácil, ni los puntos suspensivos de la memoria, todos tan fastidiosos. El caso es que ahí están, dando su batalla, y convencidos de que si la dejan de dar, el próximo capítulo es vestir a los suyos de negro.

Al atravesar la calle, en la otra acera, nos encontramos con que el mercado de trabajo ha identificado en los mayores una gran oportunidad de aprendizaje y desarrollo.

La avidez de los más jóvenes por comerse el mundo, se nivela con la experiencia de los seniors. Ya lo dice el viejo proverbio: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Dicha ambición queda probada de ser un gran activo, con un potencial enorme de mentoría y reflexión. Paralelamente es un enorme incentivo de los ya no tan jóvenes para mantenerse ágiles y dispuestos emocionalmente.



Así estamos, explicándole a los abuelos cómo funciona la tecnología y aprovechando de ellos su capacitad de ver mejor en perspectiva. Un gran amigo, que a los noventa años hablaba de sus “proyectos para el año que viene”, me comentaba que lo que pasa es que como ya han visto la película muchas veces, pueden predecir qué va a pasar.
Si nos ponemos a ver, no es ni tan mal negocio, y de paso no necesitamos comernos las cabezas de las gallinas.